Duelo de pañuelos y bufandas
Hay decisiones desafortunadas que terminan colocando a uno en las antípodas de dónde quisiera llegar, en las que la búsqueda de lo deseado desemboca en lo que más se detesta
Hay decisiones desafortunadas que terminan colocando a uno en las antípodas de dónde quisiera llegar, en las que la búsqueda de lo deseado desemboca en lo que más se detesta. Hasta tal punto que las decisiones equivocadas trabajan con precisión milimétrica en contra de los intereses propios, que los resultados parecen obra de una sofisticada conspiración.
En la India el viejo tema del velo se ha convertido en objeto de acaloradas protestas que ponen de manifiesto un caso más de po...
Hay decisiones desafortunadas que terminan colocando a uno en las antípodas de dónde quisiera llegar, en las que la búsqueda de lo deseado desemboca en lo que más se detesta. Hasta tal punto que las decisiones equivocadas trabajan con precisión milimétrica en contra de los intereses propios, que los resultados parecen obra de una sofisticada conspiración.
En la India el viejo tema del velo se ha convertido en objeto de acaloradas protestas que ponen de manifiesto un caso más de polarización post-covid. La controversia comenzó en enero cuando universitarias musulmanas del Estado de Karnataka acudieron a clase cubiertas con el hiyab negro. La práctica del centro prohíbe símbolos religiosos ostensibles en el interior de las aulas, autoriza su uso en el campus, y así mismo, veta las bufandas de color azafrán, seña identitaria de los nacionalistas hindúes. La negativa de las jóvenes a quitárselo, tras ser interpeladas, fue masivamente replicada por estudiantes hindúes que en sucesivos días vistieron la bufanda azafrán. La tensión escaló con el intercambio de clamores: “¡Viva el dios Rama!” y “¡Alá es grande!”. Para rizar el rizo, por las redes circularon imágenes de jóvenes con la bandera india a modo de hiyab, gesto ambiguo de doble lectura: patriotismo indio o islamización de la nación.
La polémica se ha extendido y las escenas se han repetido por otros centros en un duelo entre pañuelos y bufandas que expone los riesgos de convertir el espacio público en un campo de significación religiosa. Todo ello en plena campaña electoral del Estado de Uttar Pradesh, clave para las generales del 2024, donde gobierna el monje nacionalista hindú Yogi Adiyanath, “halcón” del partido BJP. Al igual que en otras latitudes, Adiyanath y sus cofrades libran una batalla contra la historia, solo que esta se remonta a más de mil años, cuando llegaron los conquistadores musulmanes. Con un discurso de agravio en el que, por comparación, los reniegos de López Obrador hacia España palidecen, su objetivo se dirige a “descolonizar” la India del legado islámico. En el centro del debate, la gestión de la diversidad cultural, asunto que está sacudiendo a la sociedad india, al cuestionar el modelo de los “padres” de la nación: Gandhi y Nehru.
Para musulmanes progresistas, como la escritora Zeenat Shaukat Ali, la disputa del hiyab responde a una manipulación de sectores ultraconservadores deseosos de facilitar el patriarcado masculino, tesis apoyada desde publicaciones recientes que apuntan a formaciones islámicas extremistas como instigadoras de las jóvenes. En general, la izquierda india se encuentra dividida en posiciones a favor y en contra. Las organizaciones hindutva, que ven en el enfrentamiento una oportunidad para ampliar sus bases, se frotan las manos. Y, lo más notable, a Adiyanath le han servido la campaña en bandeja. Como ocurrió en el 2019 cuando el atentado de Pulwama favoreció la victoria electoral de Narendra Modi. Lo último que probablemente perseguían las estudiantes al iniciar su movimiento de protesta. @evabor3