Unidad ante Putin
Las democracias occidentales están cerrando filas de forma más eficaz que en el pasado ante la presión de Rusia en Ucrania
La situación sobre el terreno en el conflicto ucranio sufre desde hace días un deterioro sumamente inquietante. Rusia profundiza en su amenazante despliegue militar dentro del territorio del país vecino —en la anexionada Crimea— y en sus fronteras, incluida Bielorrusia, donde ha decidido prolongar la presencia de sus fuerzas después del fin de los ejercicios militares que tenía previstos. Varios hechos, desde el ...
La situación sobre el terreno en el conflicto ucranio sufre desde hace días un deterioro sumamente inquietante. Rusia profundiza en su amenazante despliegue militar dentro del territorio del país vecino —en la anexionada Crimea— y en sus fronteras, incluida Bielorrusia, donde ha decidido prolongar la presencia de sus fuerzas después del fin de los ejercicios militares que tenía previstos. Varios hechos, desde el intercambio de fuego entre la región separatista del Donbás y las fuerzas ucranias hasta la evacuación de civiles del territorio rebelde, despiertan serias sospechas de ser parte de un guion para fabricar un casus belli para una nueva agresión rusa. La iniciativa de ayer de Vladímir Putin de reconocer como repúblicas independientes a las regiones separatistas del este de Ucrania agrava la crisis aún más y constituye un paso inaceptable en el marco jurídico internacional. En ese contexto, las democracias occidentales desarrollan una febril actividad diplomática para intentar evitar una conflagración con un potencial devastador para la población civil y con graves consecuencias para el orden mundial.
El esfuerzo diplomático occidental resulta adecuado para agotar todas las posibilidades de diálogo, pero también porque las bases del intento son sólidas. A diferencia de lo ocurrido en los últimos años, las democracias occidentales han logrado forjar una apreciable unidad para hacer frente al desafío planteado por Moscú. Con actitud en las antípodas de su predecesor, Joe Biden ha buscado mantener la relación más estrecha posible con los aliados europeos, que Vladímir Putin intenta ningunear; y los miembros de la Unión Europea, a su vez, han cerrado filas.
Es fundamental que esta unión —de la que se toma nota con decepción en Moscú y en Pekín— persista en los graves retos que tocará seguir afrontando. Caso de que se produzca la agresión rusa, el paquete de medidas sancionadoras va a ser solo un paso de una crisis que planteará nuevos dilemas, entre ellos cómo seguir apoyando a Ucrania o cómo reaccionar a probables represalias rusas. Reconforta oír a miembros del Ejecutivo alemán afirmar que su país está preparado para asumir un alto precio. La UE está más expuesta que EE UU. Pero su apego a un mundo regulado por el derecho y no por la fuerza reclama respuestas contundentes al reto de Moscú.
Como señalaron numerosos líderes en la Conferencia de Seguridad de Múnich de este fin de semana, en esta crisis no solo está en juego la vida de ciudadanos ucranios, sino el orden del mundo. Puede ser uno multilateral, apoyado en el derecho internacional, la diplomacia y los derechos humanos; u otro multipolar, enrocado en el valor de la pura fuerza, en las esferas de influencia y la relativización de derechos que deberían ser universales. Mientras Rusia actúa y China observa, las democracias deben mantener firmeza y unidad.