¿Y si el fanático soy yo?

Los lectores escriben sobre los discursos identitarios, el populismo, los problemas derivados del confinamiento que sufren los universitarios y el salario de médicos y profesores

Vista del hemiciclo del Congreso, durante una sesión de control al Gobierno en diciembre.Marta Jara (Europa Press)

Tendemos a pensar que son los otros los fascistas, los extremistas. La nueva identidad es la raíz de una defensa egoísta de lo mío. Mi nación, mi presunto traje cultural, el populismo de los derechos económicos y sociales sin obligación, coherencia ni respeto. Son ideologías emocionales que solo nos convierten en lo que criticamos de los demás. Cada vez hay más personas en esta sociedad que votan por odio, por revancha o por interés de ...

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Tendemos a pensar que son los otros los fascistas, los extremistas. La nueva identidad es la raíz de una defensa egoísta de lo mío. Mi nación, mi presunto traje cultural, el populismo de los derechos económicos y sociales sin obligación, coherencia ni respeto. Son ideologías emocionales que solo nos convierten en lo que criticamos de los demás. Cada vez hay más personas en esta sociedad que votan por odio, por revancha o por interés de esa identidad ideológica gregaria que nos divide y destruye. El interés general, la democracia liberal, las instituciones, el equilibrio presupuestario y los derechos de los demás tienen menos y menos valor. A pesar de que es mil veces mejor la peor democracia a cualquier dictadura, cada vez son más los que quieren que vivamos en su cárcel ideológica. Esperan el fruto de unos privilegios económicos o sociales que solo demuestran su decadencia moral. Nos vendemos sin pudor al mejor precio y luego criticamos que los políticos son el problema. Votar también puede ser destruir.

Pablo Fuentes Cid. Valladolid

¿Esto es lo que nos merecemos?

Maduro, Venezuela, Nicaragua, La Habana, los Reyes Católicos, la remolacha, los tránsfugas, las macrogranjas, las otras granjas, y así hasta el infinito. ¿De verdad que es esto la política? ¿O acaso es que somos idiotas —desde luego, como tales nos tratan— y no nos merecemos otra cosa? Si ni en una campaña electoral hay propuestas sobre lo que de verdad importa a los ciudadanos, ¿para qué debate quedan entonces asuntos como la sanidad, los salarios, la industrialización, la precariedad en el empleo, la fuga de talentos, la educación pública, la digitalización, la desigualdad social o el cambio climático? Viva el populismo.

Javier Martínez Aranzabal. Madrid

Otros problemas de la covid-19

Mis alumnos sufrieron el confinamiento en Bachillerato y tuvieron clases online. Su nivel en química es muy deficiente, pero tienen también carencias importantes en muchas otras áreas como las matemáticas, la comprensión lectora o la expresión escrita. Dicen que estudian y trabajan, y creo que en muchos casos es así, pero no les cunde, les cuesta mantener la atención durante mucho tiempo o retener las ideas más simples. Se les nota desmotivados y tristes, y se incrementan los casos de los que sufren problemas de ansiedad. Las tutorías se convierten demasiado a menudo en consultas de terapia psicológica, en las que los alumnos se rompen. Esa es mi particular lectura después del primer cuatrimestre. Se me escapa qué puedo hacer yo como profesora, tampoco lo que puede hacer la Universidad o la sociedad, pero tenemos un grave problema, otra secuela más de la covid-19 que se hace presente en las aulas universitarias.

Celia Maya Díaz. Sevilla

Vergonzoso salario

Desde que volví a España hace tres años no doy crédito de lo que cobran profesores y médicos. Mi mujer y mi hermana son profesionales con una vocación clara, y les gustaría tener un impacto en la sociedad. Pero solo con sus sueldos no pueden pagarse el alquiler. La verdad que siento vergüenza ajena de sus empleadores, privados y públicos. Y siento vergüenza de cómo les valora la sociedad.

Guillermo Nieva Sánchez. Madrid


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