La primera exclusiva de Pablo Iglesias

El exvicepresidente estrena su nuevo perfil mediático dictándole a sus huestes qué periodistas son los buenos y cuáles los malos

El exvicepresidente del GobiernoPablo Iglesias, el pasado 22 de enero un acto por las elecciones autonómicas del 13 de febrero en Castilla y León.Javier álvarez

Pablo Iglesias ya no es vicepresidente. Lo fue, es verdad, y durante un tiempo hasta le hizo ilusión —no hay más que recordar el sentido abrazo que le regaló a Pedro Sánchez tras la firma del preacuerdo de Gobierno—, pero ya ni es vicepresidente, ni tampoco ejerce de ex. De hecho, al hilo de sus recientes declaraciones contra el Gobierno de Sánchez en general y contra Margarita Robles en particular a cuenta de Ucrania, alguna mente inoportuna y maliciosa le ha recordado estos días a través de Twitter una vieja entrevista suya en la criticaba a Felipe González y a José María Aznar por seguir en...

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Pablo Iglesias ya no es vicepresidente. Lo fue, es verdad, y durante un tiempo hasta le hizo ilusión —no hay más que recordar el sentido abrazo que le regaló a Pedro Sánchez tras la firma del preacuerdo de Gobierno—, pero ya ni es vicepresidente, ni tampoco ejerce de ex. De hecho, al hilo de sus recientes declaraciones contra el Gobierno de Sánchez en general y contra Margarita Robles en particular a cuenta de Ucrania, alguna mente inoportuna y maliciosa le ha recordado estos días a través de Twitter una vieja entrevista suya en la criticaba a Felipe González y a José María Aznar por seguir enganchados como drogadictos a la política.

Él no es así. No hay más que ver su cuenta de Twitter, que siguen más de 2.600.000 usuarios. La inmensa mayoría de sus últimos tuits —incluido el llamado “tuit fijado”— no se refieren a la política, sino al periodismo, una vieja pasión que cultivó con sus entrevistas en La Tuerca y que ahora ocupa buena parte de sus desvelos. No solo tiene espacios fijos en radios y periódicos, sino que pronto estrenará un podcast para el que ha iniciado una campaña de micromecenazgo.

Pues bien, fijado el contexto, no se entiende la bronca que el miércoles por la tarde le montaron los partidos de la oposición, diversos analistas —preocupados sin duda por la irrupción de un rival con esa experiencia y ese pico— y la alegre infantería que siempre se apunta a un bombardeo. La polémica se desató a cuenta de un mensaje de Telegram —que es algo así como un Whatsapp de pata negra— en el que Pablo Iglesias aseguraba que tenía datos del último sondeo del Centro de Investigaciones Científicas (CIS) sobre las elecciones en Castilla y León. Sí, los tenía. Y, lo que tiene más mérito, antes de que el sondeo se hiciera público. ¿Es eso un escándalo? Según se mire. Si seguimos considerándolo un político en activo, sí. Y, de hecho, Iglesias se sintió pillado in fraganti, borró el mensaje y escribió a continuación la típica excusa en plan esto no es lo que parece.

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Pero si, en vez de expolítico, lo encuadramos ya en su nueva profesión, tal vez no sea un escándalo. No hay nada más hermoso para un periodista que una exclusiva. La primera del Pablo Iglesias refundado. Porque el inventor de Podemos no está entrando en el mundo de los medios de puntillas, sino más bien a sangre y fuego, dictándole a sus discípulos cuáles son los buenos y cuáles los malos, qué periodistas caminan por la senda correcta y qué otros merecen el escarnio público y la furia de sus seguidores.

Hay un ejemplo de ayer mismo. Unas horas antes del asunto del CIS, Diego S. Garrocho, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, escribió en su cuenta de Twitter: “Ver a Pablo Iglesias dar clases de ética periodística, siendo columnista de Gara y promotor de La Última Hora!, es un poco como lo de Maradona en los partidos antidroga”. El tuit apenas tuvo éxito hasta que Iglesias contestó unas horas después: “Yo no pretendo dar lecciones a nadie señor. Solo hago un podcast y doy mi opinión escribiendo donde me dejan. Usted escribe en un periódico franquista como ABC y en un tabloide financiado por millonarios venezolanos. Le deberían hacer a usted catedrático de periodismo por eso”. A continuación, insertó el tuit de Garrocho y dejó que sus huestes completaran el trabajo. Si quieren ver lo que le pasa a quien se mete con el nuevo líder mediático, lean los comentarios del tuit en cuestión.

Es una actitud que llama la atención por venir de alguien que tiene recursos, formación y sentido del humor para elevar el discurso en vez de embrutecerlo. Y que además ha sufrido en carne propia, y en la de su familia, el acoso y los insultos de la jauría desatada.

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