Saldar una deuda

Este 5 de enero se publicó en el Boletín Oficial del Estado que, por fin, le había sido concedida la Cruz al Mérito Militar a Juli Busquets

Acto de entrega de la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco por la ministra de Defensa, Carme Chacón, a Xosé Fortes, uno de los fundadores de la UMD.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

Fue en invierno, hace ya más de diez años. En última planta del Ministerio de Defensa. La sala noble estaba repleta de militares de alta graduación. Aunque algunos preferían no estar allí, como subrayaban con su actitud corporal en el momento de aplaudir, allí les tocaba estar porque la ministra los había convocado. Además, de civil, podían distinguirse altos cargos del Ministerio, políticos en activo, amigos y familiares de los militares que iban a ser condecorados. A esos 14 miembros de la Unión Militar Democrática (UMD), procesa...

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Fue en invierno, hace ya más de diez años. En última planta del Ministerio de Defensa. La sala noble estaba repleta de militares de alta graduación. Aunque algunos preferían no estar allí, como subrayaban con su actitud corporal en el momento de aplaudir, allí les tocaba estar porque la ministra los había convocado. Además, de civil, podían distinguirse altos cargos del Ministerio, políticos en activo, amigos y familiares de los militares que iban a ser condecorados. A esos 14 miembros de la Unión Militar Democrática (UMD), procesados en su día por rebelión, se les veía felices, ya con la Cruz del Mérito Militar (con distintivo blanco) en la solapa de sus trajes. Al acabar, la viuda de uno de ellos se acercó a Carme Chacón. Tal vez sea esa mujer con el fular verde, la única que aparece en la fotografía junto a Chacón en el corrillo improvisado que se organizó tras finalizar el acto. “Ministra, gracias, pero ha tenido que ser una mujer”, le susurró la viuda a la ministra. Había pasado demasiado tiempo, demasiados ministros para que pudieran vivir aquel momento (algunos lo impidieron). La propia Chacón lo había reconocido en su discurso. Ese día el Estado de 1978 saldó una deuda pendiente con ellos y, así, reivindicándolos, honraba sus mejores fundamentos.

Para saber qué fue y qué pretendía la UMD, lo más operativo siguen siendo los cinco primeros minutos de la rueda de prensa que el capitán José Ignacio Domínguez ofreció en París el 13 de octubre de 1975. En Youtube pueden rescatarla. Allí queda claro que ya estaban perseguidos —su caso lo ejemplifica—, se detalla cuál era su programa —nítidamente democratizador— y se especifica cuántos eran —y eran pocos—. Pero aunque no fueran muchos, eran esenciales. Si en el prólogo de la Transición, las Fuerzas Armadas eran la principal garantía del sistema franquista para que nada cambiase, desde dentro del corazón de la bestia los miembros de la UMD demostraban que otro Ejército era posible. Y lo pagaron. Represalias, cárcel o expulsión primero, después su exclusión de la Ley de Amnistía en virtud de un artículo que parecía redactado desde dentro de los cuarteles.

Cuando en 1977 la Ley se votó en el Congreso, uno de los diputados socialistas se saltó la disciplina de voto. Votó en contra porque la ley excluía, entre otros, a los oficiales de la UMD. Era Juli Busquets. Si en 1970 ya había sido uno de los 11 oficiales que firmó una carta para pedir la liberalización del régimen, cuatro años después sería uno de los que formó parte del grupo de militares que creó aquel grupo clandestino. El socialista Joan Reventós, que le había publicado en Ariel su tesis doctoral El militar de carrera en España, lo enlazó con los dirigentes de la oposición política. Al fin, Busquets dejó el Ejército y se presentó a las elecciones constituyentes.

El proceso de restitución del honor de los miembros de la UMD ha sido lento. Seguramente demasiado. El suyo no es un caso único, pero pocos son tan significativos. A nivel particular esa lentitud les ha afectado a ellos y a sus familias, pero hay otra dimensión del retraso y es colectiva. Porque si no se salda la deuda con los luchadores por la democracia, sus fundamentos se invisibilizan y así se queda sin referentes dignificadores con capacidad de visualizar, transmitir y promover sus mejores valores. También en el caso de los militares. Por ello las políticas de memoria y los reconocimientos de Estado tienen la potencialidad de cohesionar un país porque las instituciones se legitiman al reconocer esa deuda. Y desde aquel acto necesario de febrero de 2010 en el Ministerio de Defensa se sabía que, sobre todo, había un reconocimiento pendiente: el de Juli Busquets, el hombre digno que el 23-F tampoco se tiró al suelo. Desde 2016 puede verse una placa en la fachada del edificio donde vivió en Barcelona. En 2018 se presentó una Proposición No de Ley en la Comisión de Defensa del Congreso para que le fuese concedida una condecoración a título póstumo. Este 5 de enero se publicó en el Boletín Oficial del Estado que, por fin, le había sido concedida la Cruz al Mérito Militar. Deuda saldada.

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