Explicaciones... qué explicaciones

Resulta ingenuo creer que un infructuoso proceso penal va a devolver la reputación a quien la ha dilapidado como consecuencia de un comportamiento muy alejado de los estándares de ejemplaridad a los que estaba llamado

El rey Juan Carlos, en una imagen de 2014.Juan Medina (REUTERS)

El problema del rey emérito tiene dos vertientes y la jurídica no es la más relevante. De ahí que el archivo de la causa penal en Suiza y la que pudiera ordenarse en breve en España difícilmente arregla el destrozo. Existen evidencias más que suficientes para emitir un reproche sobre el comportamiento de quien ha sido muchos años jefe de Estado. La inviolabilidad le protege frente a los tribunales por lo hecho hasta 2...

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El problema del rey emérito tiene dos vertientes y la jurídica no es la más relevante. De ahí que el archivo de la causa penal en Suiza y la que pudiera ordenarse en breve en España difícilmente arregla el destrozo. Existen evidencias más que suficientes para emitir un reproche sobre el comportamiento de quien ha sido muchos años jefe de Estado. La inviolabilidad le protege frente a los tribunales por lo hecho hasta 2014, lo mismo que la falta de pruebas dificulta la persecución de sus conductas como delito después de aquella fecha. Pero se equivocan de raíz quienes creen que el rey emérito puede recuperar su anterior vida en España como si aquí no hubiera pasado nada. Desgraciadamente para él, pero también para la historia de nuestro país, aquí han pasado demasiadas cosas que no solo se explican por la falta de responsabilidad de quien las cometió.

El retorno a España de don Juan Carlos es un inconveniente para la Casa Real y para el Gobierno. Quien tiene la responsabilidad de abordarlo debe apreciar el riesgo que implica para la Corona contar con el rey emérito en palacio, pero también fuera de él. Lo propio cabría decir en relación con la manera en que pueda acreditar su sustento. Tan ofensivo resulta considerar de nuevo una asignación económica de los Presupuestos del Estado como pretender que viva con aquello que acumuló no se sabe muy bien cómo. Resulta ingenuo creer que un infructuoso proceso penal va a devolver la reputación a quien la ha dilapidado como consecuencia de un comportamiento muy alejado de los estándares de ejemplaridad a los que estaba llamado. En todo caso, para el supuesto de que el regreso a España se materializara, no faltan voces que señalan que tendrá que dar explicaciones. Es aquí dónde surge la duda… pero qué clase de explicaciones podría dar el rey emérito y dónde pretenden que las ofrezca.

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Seamos serios. No hay explicaciones que puedan justificar nada de lo que ya se sabe sin incurrir en un relato de la misma factoría de los que se han fabricado hasta la fecha y que nos han traído hasta aquí. Pero si ya es difícil imaginar qué podría explicar quien ha regularizado con Hacienda más de cinco millones de euros en un procedimiento que despierta alguna duda, ahora traten de visualizar el formato. Obviamente no parece muy realista que se archive la causa penal para abrir a continuación una investigación parlamentaria. Tampoco parece razonable imaginar un mensaje a los españoles después de aquel “lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir”, ni un encuentro con la prensa con el recuerdo presente de aquella fatídica entrevista con Hermida. No nos engañemos. Lo ocurrido no tiene una explicación que pueda ser aceptada, ni la persona reúne ya las condiciones para hacer algo a lo que, en realidad, no cree estar obligado. Después de todo lo ocurrido, no deja de sorprender la naturalidad con la que persiste esa confusión entre servir a España y poner España a su servicio.

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