Gracias
Si la oración gramatical pudiera compararse con un cuerpo, el adverbio cumpliría las funciones del hígado, pues segrega los jugos que ayudan a la digestión de los significados distribuidos a lo largo del texto
“Llegaré tarde”, decía el wasap. La madre de Luis lo leyó un par de veces. El joven había comenzado a salir los sábados por la noche, pero avisaba siempre, aunque normalmente era más preciso. “Tarde”, calculó la mujer, podía significar las doce la de noche o las cuatro de la madrugada. Sentada frente a la tele, abrió en el móvil el diccionario de la RAE y buscó el término. “Tarde” tenía cinco acepciones de las que la correcta, en este caso, era la tercera: un adverbio de tiempo. Ya puesta, y en parte por entretenerse, en parte por refrescar los conocimientos del bachillerato, buscó tamb...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
“Llegaré tarde”, decía el wasap. La madre de Luis lo leyó un par de veces. El joven había comenzado a salir los sábados por la noche, pero avisaba siempre, aunque normalmente era más preciso. “Tarde”, calculó la mujer, podía significar las doce la de noche o las cuatro de la madrugada. Sentada frente a la tele, abrió en el móvil el diccionario de la RAE y buscó el término. “Tarde” tenía cinco acepciones de las que la correcta, en este caso, era la tercera: un adverbio de tiempo. Ya puesta, y en parte por entretenerse, en parte por refrescar los conocimientos del bachillerato, buscó también la palabra adverbio. Se trataba de aquella parte invariable de la oración capaz de alterar el significado de un verbo, de un adjetivo, incluso de otro adverbio. Los había de varias clases según la circunstancia que trataran de expresar (de tiempo, de modo, de lugar, etc.).
La madre de Luis, que era enfermera, pensó que si la oración gramatical pudiera compararse con un cuerpo (y decidió que sí), el adverbio cumpliría las funciones del hígado, pues segregaba los jugos que ayudaban a la digestión de los significados distribuidos a lo largo del texto. Entonces puso el siguiente wasap a su hijo: “¿Cómo de tarde?”. La respuesta le llegó enseguida: “No muy tarde”. Buscó en el diccionario “no” y “muy”, que resultaron ser otros dos adverbios. El primero (no) negaba al segundo (muy), que a su vez introducía un matiz de cantidad en el tercero (tarde).
“En tres adverbios está en casa”, se dijo. Y apagando la tele se retiró al dormitorio para que el joven no la sorprendiera levantada e interpretara el gesto como una presión emocional. Había establecido el límite de “no muy tarde” en la una de la madrugada y escuchó llegar al chico cinco minutos antes de ese plazo. Liberada del peso de la espera, cerró los ojos y se durmió dándole las gracias a la gramática.