Casado, ‘millennial’ viejuno
El líder del PP debería entender que la diversidad no es una rémora, sino el principal activo de una organización moderna
Casado es el líder más joven, pero está ejerciendo el liderazgo más viejo de la política española. El añejo centralismo que revela su pulso con Ayuso es sólo la punta del iceberg de una forma de dirigir el PP que es más propia del siglo XX que del XXI.
Casado ve al partido conservador con parámetros viejunos: la meta es la unidad orgánica y programática. Pero, en la política actual, la centralización de una organización política importa menos que l...
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Casado es el líder más joven, pero está ejerciendo el liderazgo más viejo de la política española. El añejo centralismo que revela su pulso con Ayuso es sólo la punta del iceberg de una forma de dirigir el PP que es más propia del siglo XX que del XXI.
Casado ve al partido conservador con parámetros viejunos: la meta es la unidad orgánica y programática. Pero, en la política actual, la centralización de una organización política importa menos que la paleta cromática de sus dirigentes (es decir, que tengan voces distintivas y potentes). Así, aunque tuviera éxito en la apuesta de oponerse a Ayuso en Madrid, los hipotéticos beneficios de la integración orgánica serían inferiores a los ya reales costes de perder voces carismáticas en distintos púlpitos.
Además, Casado, como la mayoría de sus correligionarios europeos (con la excepción de Boris Johnson), está desperdiciando una ventaja intrínseca de la derecha contemporánea: que sus electores valoran cada vez más la diversidad ideológica. En EE UU, los votantes republicanos son más heterogéneos que los demócratas en sus actitudes, de cómo ven la inmigración y el capitalismo a cómo regular el matrimonio homosexual.
Uno tiende a pensar exactamente lo contrario: que la variación de puntos de vista (sobre la reforma laboral, pensiones, aborto o eutanasia) es más propia de la izquierda que de la derecha. A los partidos de derechas, de alguna forma, los vemos como más autoritarios, por la sombra de su pasado o de nuestros prejuicios. Y, ciertamente, los conflictos ideológicos dentro de la izquierda afloran más en los medios de comunicación. Recordemos el intenso debate dentro del PSOE y Podemos sobre el feminismo y la ley trans. Sin embargo, esto no indica que la izquierda esté más abierta a la disidencia, sino todo lo contrario: el objetivo es zanjar el debate y tomar posición. En general, las formaciones de izquierdas van moviéndose hacia una creciente (gris y triste) uniformidad.
Y esta es una gran oportunidad para la derecha: fomentar debates sustantivos sobre políticas públicas puede ser premiado, no castigado, por el electorado. Por ejemplo, sobre si se debe introducir la mochila austríaca o el contrato único en la legislación laboral. Casado, como buen millennial, debería entender que la diversidad no es una rémora, sino el principal activo de una organización moderna. @VictorLapuente