Cuidadoras

Los lectores escriben sobre las personas acompañantes de ancianos, la clase media, el futuro laboral de los jóvenes y los migrantes que llegan a España en patera

FUNDACIÓN LA CAIXA (Europa Press)

He observado que tres veces a la semana una mujer hondureña acompaña a un anciano a una cafetería del barrio que yo frecuento. Los demás días de la semana, hijo y nuera acompañan al anciano. Los tres permanecen en silencio. El anciano mira al vacío, pensativo. El miércoles le toca a la cuidadora. Sonriente, lleva del brazo al anciano, que se apoya en un andador. Eligen mesa en la cafetería. Piden un refresco con...

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He observado que tres veces a la semana una mujer hondureña acompaña a un anciano a una cafetería del barrio que yo frecuento. Los demás días de la semana, hijo y nuera acompañan al anciano. Los tres permanecen en silencio. El anciano mira al vacío, pensativo. El miércoles le toca a la cuidadora. Sonriente, lleva del brazo al anciano, que se apoya en un andador. Eligen mesa en la cafetería. Piden un refresco con tres churros para él y un café con leche para ella. Con cariño le habla la mujer, le pregunta lo que ha hecho estos días. El hombre le pregunta cómo están sus familiares y ella le cuenta que su marido está en la cárcel. Poco sabe de él o de sus cuatro hijos y sus nietos. La política en su país, muy mal. Sus hijos, que ven la televisión española, quieren ir a un mundo mejor. Les manda dinero, pero no suficiente para emprender el viaje. Ven en la tele calles asfaltadas, coches de lujo, edificios altos, gente bien vestida. El anciano le acaricia las manos y sonríe. No miran el reloj, el tiempo pasa. Compruebo lo feliz que le hace al anciano que le hablen.

Pilar Valero Capilla. Zaragoza

Clase media en extinción

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Los que pensábamos que teníamos una buena vida, un nivel económico y laboral aceptable, que nos permitía vivir más o menos bien: casa propia, coche, restaurantes, ropa, viajes, gimnasios, etcétera... creíamos que pertenecíamos a esa clase media que amenazaba con desaparecer pero que nunca lo hacía. Ahora vivimos controlando a qué hora podemos poner la lavadora o si lo dejamos para el fin de semana, pensando en no usar tanto el horno y menos la plancha, mejor legumbres que carne o pescado... Y en el otro lado, empresarios que se escandalizan de una ridícula subida de 12 euros mensuales en el salario mínimo, en fin, seguiremos oyendo frases de los políticos como esta: “Ya habrá alguien que se pelee por aceptar este trabajo de 600 euros”. Siempre ha habido clases, aunque la clase media esté en peligro de extinción o haya desaparecido ya casi darnos cuenta.

Juan Carlos López Cherino. Madrid

Un futuro preocupante

Estoy a punto de terminar mi licenciatura, pero en lugar de estar feliz por lo que me traerá el futuro, estoy preocupada con lo que sucederá. Quería continuar mis estudios y hacer un máster. Pero viendo los precios, no creo que sea algo que me pueda permitir ahora mismo. Pensé entonces en hacer prácticas e ir ganando algo de experiencia mientras ahorro. Pero con los 6 euros a la hora que cobro, no puedo ni pagar mi alquiler.

Patricia Gomes. Barcelona

Jugársela en una patera

Tratando de hacer frente al frío y el miedo a lo desconocido, con el deseo de encontrar la luz en sus vidas, llegan los inmigrantes en pateras. Es triste que haya personas que tienen que huir por los conflictos en sus países, por la pobreza y por no tener las oportunidades de vida que necesitan. Ponen en riesgo su integridad cada vez que lo intentan y se enfrentan al mar. Este sí es el verdadero juego del calamar: apostarlo todo para salir adelante. Me indigna que tengan que pasar por esta terrible situación, en la que están niños y jóvenes con un gran futuro por delante. Desde el interior de mi ser deseo un final feliz a todos ellos y que tengan una cálida bienvenida a España.

Adrián Rodríguez Josse. Alcorcón (Madrid)


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