Escaladas
La historia está llena de tensiones internacionales y de nuestra incapacidad para atender a varios acontecimientos a un mismo tiempo
¿Qué tienen en común hoy Marruecos, Rusia y Taiwán? Que, por diferentes razones, están en medio de una escalada de tensión marcada por las consecuencias de la pandemia, los choques tradicionales con sus vecinos y su particular relación con Estados Unidos. Tensiones que nos están afectando ya, o no tardarán en hacerlo.
Argelia ha esgrimido varias excusas para romper relaciones diplomáticas con Marruecos a finales del verano, como el apoyo alauí al movimiento ...
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¿Qué tienen en común hoy Marruecos, Rusia y Taiwán? Que, por diferentes razones, están en medio de una escalada de tensión marcada por las consecuencias de la pandemia, los choques tradicionales con sus vecinos y su particular relación con Estados Unidos. Tensiones que nos están afectando ya, o no tardarán en hacerlo.
Argelia ha esgrimido varias excusas para romper relaciones diplomáticas con Marruecos a finales del verano, como el apoyo alauí al movimiento independentista de la Kabila, o el escándalo de espionaje masivo con el programa Pegasus a 6.000 ciudadanos argelinos. Distraer la atención de los problemas internos —incertidumbre política, declive económico, revueltas populares, inestabilidad en la frontera— apuntando a un enemigo exterior es un clásico. Al otro lado, un Marruecos crecido, decidido a convertirse en la principal potencia del Magreb, un gasto militar duplicado en la última década y con el respaldo de Estados Unidos a su reclamación sobre el Sáhara Occidental, lanzado por Trump y no revertido por la Administración Biden. El impacto sobre los precios de la energía —España depende del gas argelino— lo estamos sufriendo ya.
El frente ruso parecía más tranquilo después de la gran escalada de la primavera pasada, con un intenso movimiento de tropas rusas en el Donbás. Pero Vladímir Putin acaba de publicar un ensayo recordando la “unidad histórica” de rusos y ucranios, dejando claro que no cree en la existencia de una Ucrania independiente y que esta es un elemento central en su lucha geopolítica con Occidente. La reciente Plataforma Crimea, una cumbre en la que participaron representantes de 46 países para mantener en la agenda internacional la ilegalidad de la anexión, ha enfurecido al Kremlin. Hace poco más de un mes el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, afirmaba que, aunque sería lo peor que podría ocurrir, no descartaba una guerra abierta entre los dos países. Mientras, los temores a un menor suministro de gas ruso este invierno ya están levantando todas las alarmas en el resto de Europa.
La de China y Taiwán es la madre de todas las escaladas. La exhibición de fuerza aérea china sobre el espacio aéreo taiwanés los días pasados son solo un recordatorio más del compromiso de Xi Jinping de lograr la reunificación. Junto a ello, la señal a Estados Unidos y al mundo de quién será la verdadera potencia del siglo XXI. Ante la posibilidad, todavía remota, de una posible invasión de la isla, la gran cuestión es si la Comunidad Internacional estaría en disposición de hacer algo para impedirlo (la respuesta más bien parece ser no). Pero el miedo de momento está en un error o accidente que puedan desencadenar un conflicto abierto.
La historia está llena de accidentes de ese tipo y de nuestra incapacidad para atender a varios acontecimientos a un mismo tiempo. Hay que seguir muy de cerca cualquier signo de escalada que puedan llevar a un otoño de verdad caliente.