Redes y salud mental

El daño potencial que las plataformas pueden causar a los adolescentes muestra ángulos oscuros contra los que aún no hay mecanismos de control

Aplicación de Instagram en un teléfono inteligente.

Las redes sociales han ofrecido a millones de ciudadanos un acceso inmediato a una oferta informativa y cultural inimaginable hasta hace nada, pero en esa extraordinaria multiplicación también anidan nuevos problemas. La reciente filtración de una investigación interna realizada por Facebook delata problemas relacionados con la salud mental entre alguno...

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Las redes sociales han ofrecido a millones de ciudadanos un acceso inmediato a una oferta informativa y cultural inimaginable hasta hace nada, pero en esa extraordinaria multiplicación también anidan nuevos problemas. La reciente filtración de una investigación interna realizada por Facebook delata problemas relacionados con la salud mental entre algunos jóvenes. De ella se desprende que Instagram —propiedad de la compañía liderada por Mark Zuckerberg— es tóxica para una parte de sus usuarios, y especialmente para las adolescentes. Según informa The Wall Street Journal, el 32% de las chicas que se sienten mal con su cuerpo afirman que Instagram les hace sentir peor. Y lo mismo sucede con el 14% de los adolescentes varones encuestados. Parece, pues, que la red social es especialmente perjudicial para una parte de los adolescentes, proclives a cuadros depresivos e incluso, en los casos más graves, a la idea del suicidio. Según los expertos, Instagram tiene efectos sistémicos emergentes que coloca a las adolescentes en una economía de prestigio basada en su apariencia. El efecto indeseado es una clara distorsión sobre el presunto modelo ideal del cuerpo femenino. Lo más llamativo del caso no es solo la ocultación por parte de la compañía de estos resultados. También lo es el contraste entre esas conclusiones y las declaraciones de Mark Zuckerberg, quien llegó a afirmar en una audiencia ante el Congreso de Estados Unidos en marzo de 2021 que “el uso de aplicaciones sociales para conectarse con otras personas puede tener beneficios positivos para la salud mental”.

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El problema apunta al corazón del modelo de negocio de Facebook. El Brexit y la elección presidencial de Donald Trump mostraron la cara oculta de las redes como coladero para la propaganda política gracias a las cámaras de eco selladas por algoritmos. Si los algoritmos de estas redes están diseñados para captar la atención y procurar que pasemos el mayor tiempo posible dentro, ¿cómo esperar sinceridad de compañías que dicen tomar medidas que podrían perjudicar su propio negocio? El debate ahora versa sobre el daño potencial que estas plataformas provocan entre algunos adolescentes. La investigación interna de Facebook muestra que empieza a ser creíble la hipótesis de que el aumento de la depresión y ansiedad entre las chicas de la generación Z encuentra en las redes sociales un acelerador difícil de controlar y más difícil aun de gestionar. Facebook tenía constancia de los efectos nocivos de Instagram y decidió no solo ignorarlos sino mentir a las autoridades sobre su impacto en la salud mental. Con independencia de las medidas políticas que puedan tomarse, especialmente en términos de transparencia, este informe empuja hacia la luz pública un debate todavía marginal en torno a la regulación de unas plataformas invasivas, cada vez más presentes en la vida de las personas y contra cuyos ángulos oscuros todavía no hay mecanismos eficientes de prevención ni de control.

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