Intrusismo

Vi por la tele la ceremonia de la inauguración del nuevo curso judicial y quedé fascinado por la exhibición del vestuario de los participantes

Carlos Lesmes y Felipe VI durante la apertura del año judicial en el Tribunal Supremo.J.J. Guillén (EFE)

Vi por la tele la ceremonia de la inauguración del nuevo curso judicial, pero no me enteré de nada fascinado como me hallaba por la exhibición del vestuario de los participantes. Aquella indumentaria se aproximaba más a la de las altas jerarquías de la Iglesia que a la utilizada por las instituciones civiles. No veo al presidente de colegio de médicos, ni siquiera al del colegio de psiquiatras, mostrándose ante el público con semejantes sotanas salpicadas de abundantes y pe...

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Vi por la tele la ceremonia de la inauguración del nuevo curso judicial, pero no me enteré de nada fascinado como me hallaba por la exhibición del vestuario de los participantes. Aquella indumentaria se aproximaba más a la de las altas jerarquías de la Iglesia que a la utilizada por las instituciones civiles. No veo al presidente de colegio de médicos, ni siquiera al del colegio de psiquiatras, mostrándose ante el público con semejantes sotanas salpicadas de abundantes y pesadísimas piezas de oro de cuyo significado ningún telediario nos informó, quizá porque carecían de él.

La ceremonia resultaba tan vaticanista que me ocurrió lo mismo que de niño cuando asistía a los oficios de Semana Santa: que me quedaba en el atrezo, tal vez porque no había otra cosa que atrezo. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Luego, al escuchar, atónito, en la radio, el currículo político de Lesmes me vino a la memoria aquella frase de Groucho Marx acerca del mérito de salir de la nada para alcanzar, a base de trabajar y trabajar, la más profunda de las miserias. Había, en fin, una falta escandalosa de correspondencia entre lo que se pretendía promocionar en aquella ceremonia y las maneras de hacerlo. ¿Quién confiaría la resolución de un problema legal a personas tan preocupadas por la alta costura y la bisutería?

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Algunos argumentarán que el objeto de toda esta solemnidad hueca no es otro que el de impresionar al contribuyente. Ignoran que la otra cara del terror es la risa y que los telediarios de esa jornada produjeron menos pánico que carcajadas. Alguien, sin embargo, dijo algo sensato: que los jueces elijan a los jueces. Y que los escritores, añadiría yo, elijan a los escritores: hay mucho intrusismo en la novela.

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