Las eléctricas, ¿un monopolio?

Los lectores escriben de las empresas de energía, la parálisis en la política y el populismo, la gratuidad de la Universidad y el término subsahariano

Un usuario comprueba la factura con el contador de Luz en su domicilio en Madrid.Víctor Sainz

La mayor mentira es que estamos en un mercado de competencia. El de las eléctricas es un mercado no ya oligopolista, sino marcada y enteramente monopolista. ¿En qué manual básico de economía aparece que, en un mercado no monopolista, los costes bajos de una parte de la industria no fuerzan a la baja los precios, echando fuera del mercado a la parte de la industria menos eficiente? Y si eso no ocu...

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La mayor mentira es que estamos en un mercado de competencia. El de las eléctricas es un mercado no ya oligopolista, sino marcada y enteramente monopolista. ¿En qué manual básico de economía aparece que, en un mercado no monopolista, los costes bajos de una parte de la industria no fuerzan a la baja los precios, echando fuera del mercado a la parte de la industria menos eficiente? Y si eso no ocurre, si los bajos costes no empujan a la baja los precios y no echan fuera a las empresas menos eficientes, es que no estamos en un mercado basado en la competencia, sino en uno, no ya oligopolista, sino directamente pseudomonopolista al satisfacer a todos con el coste más alto. En un mercado monopolista la industria no se preocupa de los costes, pues pone el precio que le interesa en cada momento. Por eso es pseudomonopolista, porque aunque sean varias las empresas que conforman la industria, el precio se impone como si solo fueran una: monopolio.

Rafael Granero Chulbi. Barcelona

Mienten, y lo sabemos

Hace tiempo escuché que la política es el noble arte de mejorar la vida de las personas. Alcen la mirada y comprueben, por citar dos altas instituciones del Estado, la situación insostenible del Tribunal Constitucional y del CGPJ. Observen la visión cortoplacista de los partidos políticos y su obsesión con los resultados electorales y no con el bienestar de los ciudadanos. La jefatura del Estado tiene al Rey emérito desplazado lejos del continente y sin explicación oficial. “Mienten, lo sabemos y ellos saben que lo sabemos” (A. Solzhenitsin). Este país merece una profunda reflexión. De lo contrario, no nos escandalicemos cuando el populismo tome cuerpo.

Borja Ibáñez Cárcamo. Logroño

Orgullo africano

Hoy que la diversidad es una de las claves de nuestro mundo, habría que replantearse el uso de la indefinida palabra “subsahariano” para referirse a ciudadanos de tantos países, tan desconocidos para nosotros. ¿Es lo mismo ser de Nigeria, que de Etiopía o de Botsuana? No lo creo, puesto que son países distintos y alejados entre sí. El generalizador término más bien parece un resabio colonialista —literalmente, “los de debajo del Sáhara”— y sería bueno concienciarse de lo políticamente incorrecto que es. Aunque no todo deba quedarse en las palabras, ellas son los cimientos del respeto.

María Taibo Gómez. Madrid

Sobre la gratuidad de la Universidad

El ministro Manuel Castells insiste en la gratuidad de la Universidad porque la enseñanza universitaria “no es un lujo” y porque la formación universitaria abre “posibilidades serias” al mercado de trabajo. Y el transporte público ¿es un lujo? ¿Lo son las residencias de mayores? ¿Y los polideportivos municipales? Mientras llega la gratuidad ¿debería empezarse por abaratar las carreras que más oportunidades laborales ofrecen, como las ingenierías, y encarecer las humanísticas? Es exigible a un ministro más rigor en un asunto tan trascendente como la financiación de los servicios y bienes públicos, absolutamente vinculado a la fiscalidad.

Carmen Sanz Pardo. Boadilla del Monte (Madrid)


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