Pegasus: semillas totalitarias

Nuevamente, una empresa privada exhibe un poder que escapa a todo control y permite a Israel, el Estado que la protege, utilizarla como arma diplomática

Una mujer investiga la web de Pegasus desde una oficina de Nicosia, en Chipre.MARIO GOLDMAN (AFP)

La guerra global contra el terrorismo ha dado mucho de sí. Lo saben los disidentes y lo que queda de las minorías perseguidas en países como Rusia, China o Arabia Saudí tras la declaración de guerra entre los imperios del bien y del mal, cuando los amigos y aliados más o menos circunstanciales de Washington pudieron incluir en el eje del terror a quienes les convenía.

Lo saben también quienes están en el próspero negocio de la venta de armas y de la seguridad, como es el caso de NSO Group, la empresa israelí que ha creado Pegasus, el sofisticado software de espionaje telefónico, ahora d...

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La guerra global contra el terrorismo ha dado mucho de sí. Lo saben los disidentes y lo que queda de las minorías perseguidas en países como Rusia, China o Arabia Saudí tras la declaración de guerra entre los imperios del bien y del mal, cuando los amigos y aliados más o menos circunstanciales de Washington pudieron incluir en el eje del terror a quienes les convenía.

Lo saben también quienes están en el próspero negocio de la venta de armas y de la seguridad, como es el caso de NSO Group, la empresa israelí que ha creado Pegasus, el sofisticado software de espionaje telefónico, ahora denunciado por un consorcio liderado por Amnistía Internacional y Forbidden Stories. Gracias a su tecnología, han quedado al alcance de los espías al menos catorce mandatarios de máximo nivel: tres presidentes (Macron entre ellos), diez primeros ministros e incluso un rey, el de Marruecos, sometido a la escucha por sus propios colaboradores. Según NSO Group, sus actividades “ayudan a las agencias de los Gobiernos a la prevención y la investigación del terrorismo y el crimen organizado para salvar millares de vidas en todo el planeta”.

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Las revelaciones han conmocionado a la diplomacia internacional. Nuevamente, una empresa privada exhibe un poder que escapa a todo control y para postre permite a Israel, el Estado que la protege, utilizarla como arma diplomática. El diario israelí Haaretz ha levantado el mapa de los países privilegiados por Pegasus y resulta que corresponde exactamente a los viajes de Netanyahu. Entre los árabes destacan Marruecos, Emiratos, Bahréin y Arabia Saudí, los implicados en los famosos Pactos Abraham, patrocinados por Trump en los últimos meses de su presidencia. En Europa destaca Hungría, México en América, Azerbaiyán en Asia central e India en Asia meridional.

El eurodiputado liberal y exprimer ministro belga Guy Verhofstadt, preocupado por la Hungría iliberal y autoritaria, no tiene dudas sobre el asunto: “Hay una dictadura que está creciendo en el seno de la Unión Europea y necesitamos una investigación completa por parte del Parlamento”. Siendo grave el caso húngaro, más grave es allí donde el despotismo es consustancial, como sucede en Arabia Saudí, donde las escuchas con tecnología israelí se relacionan con el asesinato del periodista Jamal Khashoggi por orden del príncipe heredero, Mohamed bin Salman.

El escándalo obligará a muchas explicaciones. Se las debe Hungría a la Unión Europea. También Marruecos a Francia. Pero el Gobierno con mayores responsabilidades es el de Israel. Es una pesada ironía de la historia que sean sus empresas de seguridad, generadas por su próspero complejo de espionaje militar y protegidas por sus Gobiernos, las que vayan sembrando por el mundo las semillas con las que los totalitarios quieren destruir las democracias.

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