Vive como quiero

Las chapuzas políticas, las concentraciones empresariales y los abusos de poder se transforman en cuestiones de estilo de vida: nos brindan la oportunidad de ser mejores

Niños y familias en el paseo marítimo de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

“Lo que me atormenta es que no sé vivir”, escribió Joseph Roth. Si somos sinceros, muchas veces podemos tener esa sensación. Pero eso no impide que aconsejemos a los demás. La pandemia ha hecho que esa tendencia sea más evidente: la salud era una excusa para corregir las malas costumbres de los demás.

Se ha producido una nueva moralización de la vida privada. Durante mucho tiempo la izquierda era más permisiva con las elecciones vitales...

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“Lo que me atormenta es que no sé vivir”, escribió Joseph Roth. Si somos sinceros, muchas veces podemos tener esa sensación. Pero eso no impide que aconsejemos a los demás. La pandemia ha hecho que esa tendencia sea más evidente: la salud era una excusa para corregir las malas costumbres de los demás.

Se ha producido una nueva moralización de la vida privada. Durante mucho tiempo la izquierda era más permisiva con las elecciones vitales de cada uno. Era un aspecto esencial de la emancipación. Pero también hay sectores que tienen otra actitud: pretenden educarnos. En parte, porque se arranca de la premisa de que lo personal es político; en parte, porque se reinterpretan muchas relaciones en términos de poder. Es tan estéril ignorar el poder como pensar que es lo único que actúa. Con buenas intenciones, algunos quieren hacernos mejores y sus palabras adquieren el tono aterrador y tedioso de una canción de campamento con letra de estudios culturales.

La fiscalización de la vida privada era habitual en la derecha, aunque operaba de otra manera. En vez de entender el liberalismo como una forma de articular la pluralidad de valores y visiones, algunos defienden ahora que hay unas formas de vida mejores que otras, o caricaturizan el liberalismo como una forma de individualismo radical y de rechazo a los vínculos afectivos y sociales. Una desventaja de las guerras culturales es que, como en todas las batallas, acabas pareciéndote a tu adversario; otra es que, a diferencia de lo que ocurre en el resto de contiendas, da la sensación de que no hay posguerra. Como, siguiendo a Woody Allen, los intelectuales son como la mafia y solo matan a los suyos, algunos ensayistas vinculan la baja natalidad con la filosofía posmoderna y al hedonismo consumista. Por supuesto, el paro juvenil tiene mucho que ver. La precariedad hace que sea difícil formar una familia; hace que separarse sea imposible para muchos.

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Cada vez más, los problemas materiales y estructurales se disfrazan de elecciones personales, en una combinación de marketing y autoayuda. Eso puede hacer que nos sintamos mejor. Pero es una ilusión: las decisiones de consumo individual no detendrán el cambio climático; las medidas para contenerlo generarán perdedores. Las chapuzas políticas, las concentraciones empresariales y los abusos de poder se transforman en cuestiones de estilo de vida: nos brindan la oportunidad de ser mejores. Solo hay que esforzarse un poco. @gascondaniel

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