El irrepetible viaje en diligencia

Los jóvenes españoles son los que menos avanzan de Europa en comprensión lectora, un aprendizaje imprescindible para la vida

Hombre leyendo, fotografía de André Kertész.

Malas noticias. Hace unos días se publicó un informe de la OCDE que analiza las competencias de los jóvenes referidas al año 2021 y apunta que España es el país de la Unión Europea que menos avanza en comprensión lectora. El trabajo se subtitula, significativamente, aprendizaje para la vida, que es una manera de subrayar que si no te enteras de lo que lees es que no te enteras de lo que te está pasando. Los...

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Malas noticias. Hace unos días se publicó un informe de la OCDE que analiza las competencias de los jóvenes referidas al año 2021 y apunta que España es el país de la Unión Europea que menos avanza en comprensión lectora. El trabajo se subtitula, significativamente, aprendizaje para la vida, que es una manera de subrayar que si no te enteras de lo que lees es que no te enteras de lo que te está pasando. Los responsables del estudio analizaron los resultados que obtuvieron el año 2000 los alumnos de 15 años de 26 países de la OCDE en las pruebas PISA, que evalúan las competencias en matemáticas, ciencias y comprensión lectora, y los compararon con los que consiguieron los jóvenes de esa misma generación con 25, 26 y 27 años en la PIAAC, que se ocupa de medir esas variables en la edad adulta.

La puntuación media de los países de la OCDE y de la UE muestra un avance de 14 puntos en comprensión lectora (268 puntos en PISA y 282 en PIAAC). España obtuvo 263 puntos en ambas pruebas, pero incluso fue a peor con una variación de 0,006 entre una y otra. Mal asunto, sobre todo porque lo que están midiendo estas pruebas es la capacidad de comprender lo que lees en una época decisiva en la vida: cuando empiezas a socializar y te enamoras, cuando vas afinando tu manera de ver las cosas, esbozas un posible futuro, exploras en zonas de altísimo voltaje, experimentas, te lanzas al ruedo, te tiras a la piscina. Por lo que se ve, una gran parte de los jóvenes en España lo están haciendo sin comprender gran cosa. Algo va mal.

Hace ya unos cuantos años el escritor Alberto Manguel publicó Una historia de la lectura y, en las primeras páginas, señalaba una verdad como un templo: “Todos nos leemos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos”. Pero ese proceso de comprensión no se produce por arte de magia, exige ir formándose a lo largo de los años: parece que en España las familias con menos recursos lo tienen francamente difícil. De ahí la importancia que tiene la enseñanza de la lectura en los colegios públicos. Y no se trata tanto de atiborrar a los que están empezando con un intragable menú de pesadas lecturas sino de trasladar una pasión: la de servirse de las palabras para cobrar distancia y asombrase de lo que hay, y buscar la manera de convivir en el mundo con las gentes y con las cosas.

Manguel recoge en su libro una observación que toma de La casa del silencio, de Orham Pamuk: “No es posible treparse de nuevo a la vida, ese irrepetible viaje en diligencia, una vez llegada a su fin, pero si uno tiene un libro en la mano, por complicado y difícil de entender que sea, cuando uno lo ha terminado de leer puede, si lo desea, volver al principio, leerlo de nuevo y entender así lo que es difícil y, al mismo tiempo, entender también la vida”. Menuda tarea. Pero en esas andamos todo el tiempo, y resulta doloroso que sean tantos jóvenes los que tengan en este país averiado el instrumento de la comprensión, que lean sin enterarse. Otra cápsula que toma Manguel de Virginia Woolf: “Anotar nuestras impresiones sobre Hamlet cuando volvemos a leerlo año tras año sería casi como redactar nuestra autobiografía, porque a medida que sabemos más sobre la vida descubrimos que Shakespeare también habla de lo que acabamos de aprender”. No hay otra: sin capacidad de comprender, de leer, la vida se vuelve angosta y triste.


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