Negativismo polarizador

En las elecciones de Madrid ha terminado por imponerse el encuadre del tablero entre blancas y negras, dejando fuera de juego la diversa gama de grises

Los candidatos a la Comunidad de Madrid Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, y Rocío Monasterio, de Vox, en el debate de la Cadena SER.Foto: CADENA SER

Al final, tras reventar la campaña en el debate de la SER, Monasterio e Iglesias (tanto monta monta tanto, pues los extremos se tocan), han logrado al alimón lo que pretendían con su faena: polarizar el debate todavía más con su negativismo maniqueo, reduciéndolo a un plebiscito antagónico mutuamente excluyente entre antifascismo y anticomunismo que expulsa fuera del ágora a ecuánimes y moderados. Así ha terminado por imponerse el encuadre del tablero entre blancas y negras al qu...

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Al final, tras reventar la campaña en el debate de la SER, Monasterio e Iglesias (tanto monta monta tanto, pues los extremos se tocan), han logrado al alimón lo que pretendían con su faena: polarizar el debate todavía más con su negativismo maniqueo, reduciéndolo a un plebiscito antagónico mutuamente excluyente entre antifascismo y anticomunismo que expulsa fuera del ágora a ecuánimes y moderados. Así ha terminado por imponerse el encuadre del tablero entre blancas y negras al que me referí hace 15 días (De tableros y escenarios, 20-04-21), dejando fuera de juego la diversa gama de grises.

Por entonces, el reparto de papeles estaba más equilibrado, pues otorgaba mayor protagonismo al candidato de centro izquierda, el socialista Ángel Gabilondo, en detrimento de los extremos radicales a izquierda y derecha. Pero después del reventón, tras verse obligado Gabilondo a sumarse al bando antifascista, sus opciones empezaron a declinar, alzándose Podemos y Vox con el liderazgo del combate schmittiano entre el amigo y el enemigo, lo que les permitió acaparar los focos del protagonismo mediático como comparsas de Díaz Ayuso.

Así se cumple la ley de Iyengar, que predice una reducción del voto moderado y un incremento del voto radical por efecto del negativismo polarizador. Al encresparse la batalla extremista, hasta los más escépticos de cada bando radical se lanzan a votar mientras los no alineados se desmovilizan optando por quedarse en casa o pasarse al rival, con lo que la distribución del voto deja de formar una campana en “U” invertida para acercarse a la “V” del valle bipolar. Es lo que parece que ocurrirá este martes, a juzgar por el consenso de las encuestas.

De cumplirse los pronósticos, los dos extremos radicales, Vox y Podemos, que se arriesgaban a quedar por debajo del umbral del 5%, incremen­tarán su chance por un alza de la participación de sus bases. Las dos alas no tan extremas, PP y Más Madrid, crecerán más al radicalizarse, pues sus pérdidas hacia ambos polos se compensarán con los préstamos del centro. Y las posiciones más centradas, Ciudadanos y PSOE, verán hundirse sus expectativas por la fuga de sus bases hacia la abstención y hacia la toma de partido para votar a derecha (PP) o izquierda (MM). Con lo cual, a juzgar por las encuestas, Iglesias logrará por primera vez su ansiado sorpasso de los socialistas, pues la suma de votos y escaños de la progenie de Podemos, MM + UP, desbordará a Gabilondo.

Y no se sabe qué efecto resulta más dramático y desolador, si la práctica desaparición de Cs, un partido antes respetable cuando fue fundado por intelectuales catalanes unionistas de corte socioliberal, o el hundimiento de las expectativas del PSOE tras el papelón que le ha tocado jugar a Gabilondo, todo un catedrático de metafísica fungiendo de tribuno antifascista. Dejo para más adelante debatir por qué cae el PSOE, cuando ya se conozca la magnitud de su caída, si es que al final se produce. Pues este martes solo queda desearle mucha suerte, como principal depositario de la tradición cívica española, que todavía existe.

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