Diez lecciones de la covid-19

Un año y tres oleadas después del primer caso de covid en España, es momento de echar la vista atrás y hacer balance de lo que hemos aprendido, así como de lo que mucho que aún nos queda por aprender

Unidad de Cuidados Intensivos para pacientes covid-19 del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, en Barcelona.Albert Garcia

Un año y tres oleadas después del primer caso de coronavirus en España, es momento de echar la vista atrás y hacer balance de lo que hemos aprendido a lo largo de esta pandemia, así como de lo que mucho que aún nos queda por aprender. Es necesario reconocer que esta crisis sanitaria sin precedentes nos ha dejado lecciones...

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Un año y tres oleadas después del primer caso de coronavirus en España, es momento de echar la vista atrás y hacer balance de lo que hemos aprendido a lo largo de esta pandemia, así como de lo que mucho que aún nos queda por aprender. Es necesario reconocer que esta crisis sanitaria sin precedentes nos ha dejado lecciones muy claras. Y también que nos ha traído cambios y nuevas formas de hacer que quizás ya se venían intuyendo, pero que ahora están aquí y además parece que han llegado para quedarse. Todo ello analizaremos con detenimiento en el II Congreso Nacional Covid-19, con las aportaciones de 80 sociedades científicas que agrupan a más de 200.000 profesionales sanitarios. A continuación, anticipo algunas cuestiones que con toda probabilidad surgirán en el debate.

1. Salud Pública. Si algo nos ha enseñado esta crisis es que las políticas de salud pública son prioritarias y no pueden demorarse, y que, si actuar cuesta, la inacción cuesta más. Hay que promover un concepto mucho más proactivo de la salud, al tiempo que más transversal, y hacerlo de forma efectiva, sin quedarnos en planteamientos teóricos y abstractos. Y esto implica un compromiso frente al que los profesionales sanitarios no podemos volver la cara. Es necesario salir de nuestros entornos sanitarios, de nuestros hospitales y centros de salud, y comprender que nuestro trabajo está también de puertas afuera, influyendo sobre los hábitos de la población, sobre la regulación de las administraciones, haciendo en realidad en suma eso de que “la salud es lo más importante en nuestras vidas”. Si lo es, debemos todos actuar de forma coherente con esa convicción.

2. Atención Primaria. Ha quedado claro igualmente que debemos reforzar los primeros niveles de atención, así como la coordinación dentro del sistema. El papel de la Atención Primaria ha sido, es y será fundamental para evitar el colapso del sistema. No podemos seguir midiendo la calidad del sistema por la atención que logremos brindar en el entorno hospitalario. Recurriendo a una metáfora deportiva, podríamos decir que el sistema debe robustecer sus defensas en los primeros niveles, para que el rival no nos genere tantas ocasiones, porque cuando defendemos tan cerca del área, lo normal es que acabemos encajando goles.

3. Atención sociosanitaria. Del mismo modo, ha quedado muy evidenciada la importancia de volver a unir lo social con lo sanitario. Hubo un momento en que pareció que las políticas públicas fueron en España en esa dirección, pero de pronto ralentizamos y retrocedimos. El dramático impacto de la primera oleada en las personas mayores de 70 años fue un revulsivo que hizo tomar conciencia a todos de que algo así no podía volver a suceder. Sería deseable que el aprendizaje se extendiera al día después de la pandemia y nos hiciera más conscientes del contexto social de envejecimiento progresivo de la población, aumento de la prevalencia de las enfermedades crónicas e incremento de la dependencia. No podemos atender las necesidades sociales con recursos sanitarios, pero tampoco ignorar que la desatención social tiene severas consecuencias sanitarias. Es necesario un enfoque integrador e inversión pública que lo apoye.

4. Coordinación territorial. Debemos hacer posible la pluralidad de las competencias sanitarias con la necesaria coordinación entre administraciones para garantizar una atención única en todo el territorio nacional, con los mismos criterios y los mismos derechos y oportunidades para todos los pacientes, preservándose en todo momento el principio de equidad en el acceso a los recursos sanitarios para la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.

5. Multidisciplinariedad. La flexibilidad no puede ser un mero desiderátum. Esta crisis ha traído mucho más trabajo colaborativo y es estimulante comprobar cómo el conocimiento científico ha surgido de equipos multidisciplinares. Como ha ocurrido con la pandemia, solo podremos dar respuesta a los grandes retos y desafíos del futuro desde el trabajo en equipo, el conocimiento compartido y la colaboración de todas las especialidades y sociedades científicas.

6. Telemedicina. La pandemia ha demostrado que es posible otra forma de pasar consulta, y que en muchas ocasiones la atención telemática deviene en un beneficio para el propio paciente, al que se le evitan desplazamientos, incomodidades, permisos de trabajo y posibilidades de contagio. Esta crisis nos ha mostrado que es oportuno y necesario avanzar en la telemedicina y el uso de otros canales digitales de atención y consulta para actos médicos que no exijan la exploración física, incorporando incluso el uso de la inteligencia artificial y los sistemas conversacionales inteligentes para todas aquellas funciones en que el componente humano no aporte ningún valor adicional. La telemedicina nos permitirá liberar espacios para una atención más personalizada y de mayor calidad para aquellos pacientes que requieren una valoración más física y unos cuidados más estrechos.

7. Empatía. Hemos vivido situaciones dramáticas en las que los pacientes no han podido siquiera despedirse de sus seres queridos y en las que hemos comprendido o recordado que el humanismo y valores como la empatía o la compasión no pueden desaparecer del equipaje de los profesionales sanitarios. Antes bien, los tiempos demandan de nosotros una mayor preparación en estas nuevas habilidades emocionales que no solo son necesarias de cara a los pacientes, sino a la propia motivación, dirección y liderazgo de los equipos.

8. Empoderamiento y responsabilidad individual. Esta crisis también ha hecho más fuertes y autónomos a los pacientes, a todos los usuarios del sistema, y en esa dirección tendría también que seguir avanzándose. El empoderamiento pasa por informar y otorgar responsabilidades, haciendo al enfermo más consciente de la importancia de su compromiso individual, no solo para su propia salud sino para la de todos.

9. Información veraz. Esta pandemia ha sido también infodemia, resultando evidente que debemos adaptarnos a un escenario en el que el criterio de autoridad del científico o profesional no siempre ejerce la misma influencia y relevancia pública que los mensajes de fuentes poco solventes. No podemos aspirar a estar en todos sitios, pero tampoco podemos desaparecer de esos espacios públicos en los que sabemos que se genera y se crea información o desinformación. Tenemos que dar a los ciudadanos, y especialmente a los jóvenes, la oportunidad de contrastar las informaciones que les llegan con fuentes acreditadas, para que ellos mismos comprendan los riesgos de no hacerlo.

10. Ciencia y más ciencia. Y por último, pero no por ello lo menos importante, sino quizás lo primero, la ciencia. Desde el primer momento, supimos que solo la ciencia podría ayudarnos en esta pandemia y solo la ciencia nos está ayudando. Si tras esta situación no dotamos adecuadamente de recursos humanos y materiales nuestras estructuras de investigación, es que no hemos aprendido nada. España debe ponerse a la altura de los países de su entorno en apuesta por la investigación.

Dr. Juan Antonio Riesco

Presidente del Comité Organizador del II Congreso Nacional COVID-19

Dr. David de la Rosa

Presidente del Comité Científico del II Congreso Nacional COVID-1

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