Autocracia frente a democracia
Algo debemos estar haciendo mal desde Occidente cuando tenemos que demostrar que nuestros valores, el orden liberal, son superiores a los totalitarios
Algo debemos estar haciendo mal desde Occidente cuando tenemos que demostrar que nuestros valores, el orden liberal, son superiores a las cualidades de las autocracias totalitarias. Y probar que las sociedades abiertas son más que una táctica para preservar la hegemonía de EE UU, conteniendo el ascenso de China. Este es hoy el gran reto al que se enfrenta el viejo orden internacional de matriz estadounidense, ya agotado, y que ha producido —con todas sus contradicciones y errores— décadas de libertad y prosperidad. En pocas tacadas, como en una partida de billar, ...
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Algo debemos estar haciendo mal desde Occidente cuando tenemos que demostrar que nuestros valores, el orden liberal, son superiores a las cualidades de las autocracias totalitarias. Y probar que las sociedades abiertas son más que una táctica para preservar la hegemonía de EE UU, conteniendo el ascenso de China. Este es hoy el gran reto al que se enfrenta el viejo orden internacional de matriz estadounidense, ya agotado, y que ha producido —con todas sus contradicciones y errores— décadas de libertad y prosperidad. En pocas tacadas, como en una partida de billar, China ha realizado una serie de movimientos diplomáticos que aumentan la incertidumbre global. Coincide con el primer aniversario del mundo en pandemia, con la salida de Trump de la Casa Blanca tras su labor de zapa de la democracia estadounidense, y la llegada de Biden a la presidencia. El último sondeo de Pew Research revela que la ciudadanía estadounidense está descontenta con su democracia. El 65% cree que debe ser sometida a una completa revisión.
Todo comenzó en Alaska, cuando el secretario de Estado y el consejero de Seguridad Nacional de Biden celebraron un encuentro con los dos máximos representantes de la política exterior de China. La delegación de Pekín escuchó la admonición de los diplomáticos estadounidenses sobre la represión de los derechos humanos en Xinjiang y de las libertades en Hong Kong. La impetuosa respuesta de los chinos sorprendió: EE UU no tiene los títulos requeridos para hablar a China desde una posición de fuerza, la opinión de Washington no representa la mundial. Xi parece haberle perdido el respeto a Washington, niega que China quiera exportar sus valores, pero diseña una visión del multilateralismo por mayoría, que no concede especial legitimidad a las normas liberales.
Días después, el ministro de Exteriores ruso, Lavrov, acudió a la ciudad de Guilin para entrevistarse con su homólogo chino y reforzar la alianza estratégica entre los dos países. Rápido alineamiento que Washington trataba de evitar. Biden había afirmado que Putin es “un asesino”. Decretó sanciones contra Rusia, por el fallido intento de asesinato de Navalni, y contra China. Comienza su presidencia con un doble enfrentamiento con dos adversarios nucleares. Biden responde al ascenso chino con una ambiciosa medida doméstica: un plan de reconstrucción de las infraestructuras para competir mejor con China.
Irán y China firman en Teherán un tratado de cooperación para 25 años. Pekín, como gran potencia, no puede dejar de estar presente en Oriente Próximo. Un acuerdo estratégico que permite a China continuar su expansión como poder global. Europa, emparedada, se ve obligada a elegir entre EE UU, China o Rusia. Peligra el tratado de inversiones acordado entre la UE y Pekín. La batalla entre la utilidad de las democracias y las autocracias en este siglo ya está planteada. ¿La autocracia como ola del futuro? La Historia no ha terminado. fgbasterra@gmail.com