Sandeces sobre la vacuna en Europa

Pese a las deficiencias de ejecución, los principios de la política de vacunación adoptada son impecables

Comienza la vacunación con AstraZeneca para el grupo de edad de 60 a 65 años en España.GOBIERNO RIOJANO (Europa Press)

El ritmo de la vacunación contra la covid 19 es insatisfactorio en la UE. Por su escasa experiencia en política sanitaria, a diferencia de la económica, o la agrícola. Por sus escasas competencias en la materia: no son ni exclusivas ni siquiera compartidas con los gobiernos, sino de “acompañamiento” y apenas se desarrollan en dos artículos —168 y 169— de los 358 del Tratado TFUE. Por un exceso de confianza al contratar con las farma...

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El ritmo de la vacunación contra la covid 19 es insatisfactorio en la UE. Por su escasa experiencia en política sanitaria, a diferencia de la económica, o la agrícola. Por sus escasas competencias en la materia: no son ni exclusivas ni siquiera compartidas con los gobiernos, sino de “acompañamiento” y apenas se desarrollan en dos artículos —168 y 169— de los 358 del Tratado TFUE. Por un exceso de confianza al contratar con las farmacéuticas, en el capítulo de responsabilidades por incumplimiento. Por cierta ingenuidad a la hora de exigir reciprocidad liberal/solidaria a los demás países fabricantes. Y por la débil densidad de su política industrial.

Es decir, no por exceso de Unión como arguyen los euroescépticos —achacándole gigantismo, burocratismo y pesadez procesal—, sino al revés, por defecto. No por mucha UE, sino por demasiado poca Europa.

Pese a las deficiencias de ejecución, los principios de la política de vacunación adoptada son impecables: nadie estará seguro hasta que todos lo estén (solidaridad interna); tampoco si olvidamos a los vecinos (externa); tienen más fuerza para abastecerse (no solo para mejorar precio) 27 juntos que cada uno por separado; la dispersión daña más que los costes de la coordinación.

Hay motivos para la crítica. No para la sandez. La mayor es comparar a la UE (446 millones de ciudadanos) con Israel (8,8 millones). El secreto diferencial de este país es que por su tamaño ha podido obtener prioridad de compra con los fabricantes de vacunas a cambio de convertirse en prueba piloto de su efectividad: algo imposible para un continente entero.

Otra es medirse sin más con EE UU. La UE ha aplicado 88 millones de dosis a sus ciudadanos y exportado 77 millones, muchas a la iniciativa solidaria Covax. EE UU se ha desentendido del mundo. Trump dictó (8/12/20) una orden presidencial dando “acceso prioritario” (de hecho, exclusivo) a los suyos, y residual al resto: Biden la ha mantenido. O medirse en bruto con Reino Unido. Con o sin órdenes expresas, sus dos factorías de AstraZeneca no han enviado una sola dosis al continente; pero la isla-y-media ha recibido de las fábricas europeas 21 millones.

Hay que combatir estas discriminaciones: no imitarlas. Y en todo caso, comparar de forma homogénea. Gran Bretaña había inmunizado ayer completamente (dos dosis) al 5,3% de su población. Exactamente igual que la UE: al 5,3%. Pero menos que España (al 6,1%), o Italia (al 5,4%).

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