Análisis

Populismo regionalista

Ya no solo basta con la acentuación de la fragmentación partidista en el Congreso, ahora debe ser también territorial. Que el fuego se expanda

Isabel Díaz Ayuso, tras la rueda de prensa en la que este miércoles ha anunciado el adelanto electoral en Madrid.Jaime García (GTRES)

Esta columna iba a haber llevado el título de Guerra abierta en la derecha, pero después de ver la nueva moción de censura en Castilla y León he tenido que cambiarlo. Nos desayunamos con lo de Murcia, pasamos ...

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Esta columna iba a haber llevado el título de Guerra abierta en la derecha, pero después de ver la nueva moción de censura en Castilla y León he tenido que cambiarlo. Nos desayunamos con lo de Murcia, pasamos por lo de Madrid, y ahora aquella otra comunidad. Para cuando lean esto puede que el estallido político regional se extienda por toda la piel de toro. Con todo, y que me perdonen los que claman contra el Madrid-centrismo, no hay más remedio que empezar por la capital del reino. Y ponerle un nombre propio, Isabel Díaz Ayuso. Lo cierto es que la perplejidad inicial, a medida que se van asentando los hechos, va dando paso poco a poco a la hilaridad. Lo que motiva a nuestra presidenta regional, según su propia confesión, es que siente la obligación moral de preservar la “libertad” de sus administrados. Loable empeño, si no supiéramos la empanada ideológica y el oportunismo táctico que esconde. Para colmo, parece que no va a ser legalmente factible por su coincidencia con la moción de censura de Más Madrid y PSOE. Pero ella está allí, ensayando una de las opciones que se abren a esta derecha desnortada que padecemos, reconstruirla a partir de un liderazgo que cimiente al sector más extremo del PP con Vox. El camino más directo para que deje de ser una alternativa viable a la izquierda.

Madrid contraprograma mediáticamente a Murcia, y el PSOE contraataca contraprogramando a Madrid a través de sus fieles de Castilla y León. Es decir, los partidos empiezan a mover sus piezas como si España fuera una especie de cubo de Rubik al que hay que retorcer hasta que a los partidos les empiecen a casar los colores. Como ya está bien lubricado gracias al ensayo de autodeterminación sanitaria, el inicio del salto al populismo regionalista, todo es cuestión de llevarlo un paso más allá. En nuestro momento más delicado de las últimas décadas, con la pantocrisis, es la acción más frívola imaginable. Arde Cataluña. Da igual, hay que llevar la hoguera también a Madrid y a donde sea menester. Ya no solo basta con la acentuación de la fragmentación partidista en el Congreso, ahora debe ser también territorial. Que el fuego se expanda.

Si ya es una tragedia que no tengamos un Gobierno cohesionado y sin norte claro, ahora verificamos una vez más que también carecemos de una alternativa. La guerra en la derecha es ya un hecho. Se ha certificado en Murcia y Madrid será la batalla capaz de anular toda posibilidad para que aquella acabe teniendo un liderazgo mínimamente viable. Casado se arrepentirá de su permisibilidad con Ayuso cuando ya sea tarde. Pero eso no debería importarnos, lo que nos importa a todos es lo que es de todos, no de este o aquel líder político. No nos lo merecemos después de tanto sufrimiento y ante tanta incertidumbre. No, así no nos representan.

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