Los pobres no hablan alemán

Si los países occidentales ricos no cambian su política nacionalista con las vacunas, perderán influencia mundial y la pandemia no terminará

Vacunación en Colombo (Sri Lanka) con la vacuna de AstraZeneca.CHAMILA KARUNARATHNE (EFE)

La noticia de que hay alemanes, incluso entre el personal sanitario, que se han negado a ponerse la vacuna de Oxford y AstraZeneca ha sentado muy mal a los países que no tienen vacunas o que no tienen suficientes. Tras un reportaje erróneo y varias dosis de ignorancia por parte de las autoridades, los alemanes entendieron que la vacuna del Reino Unido era de “segunda clase”. Mientras, en países como Brasil, donde ...

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La noticia de que hay alemanes, incluso entre el personal sanitario, que se han negado a ponerse la vacuna de Oxford y AstraZeneca ha sentado muy mal a los países que no tienen vacunas o que no tienen suficientes. Tras un reportaje erróneo y varias dosis de ignorancia por parte de las autoridades, los alemanes entendieron que la vacuna del Reino Unido era de “segunda clase”. Mientras, en países como Brasil, donde el Gobierno de Jair Bolsonaro juega en contra de la vacunación, los ancianos rezan para que se la pongan. En países de África y en todo el vasto mundo más allá del ombligo de los ricos del globo, no hay ninguna vacuna y hay demasiados muertos. Habría que advertir a los alemanes que elegir vacuna cuando la pandemia está fuera de control es vergonzoso e inmoral.

El comportamiento de una parte de los alemanes, sin embargo, solo refleja el de los Gobiernos de los países ricos. En un artículo publicado en la revista Nature, Gavin Yamey, director del Centro para el Impacto de las Políticas en la Salud Global de la Universidad de Duke, advierte que más de tres cuartas partes de las vacunas se han administrado en los 10 países que representan el 60% del producto interior bruto mundial. En unos 130 países, que suman 2.500 millones de personas, ni una sola dosis. “Los países ricos solo representan el 16% de la población mundial, pero han comprado más de la mitad de las dosis”, afirma.

Autoridades de África han destacado la desigualdad y el cinismo del discurso de la Unión Europea: “¿Quién tiene una vacuna para vender? Europa lo ha comprado todo”, se quejó Mutahi Kagwe, ministro de Sanidad de Kenia. Agnes Binagwaho, exministra de Ruanda, fue aún más contundente: “Sean francos y digan: ‘Mi gente primero’. No me mientan y digan que seremos iguales”.

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Ante la postura de la mayoría de las naciones europeas y de Estados Unidos, tres gigantes han avanzado algunas casillas en el tablero de la geopolítica mundial. China, la India y Rusia aumentan su influencia ofreciendo vacunas a países que no tienen. Cuando la pandemia termine, el (des)equilibrio de fuerzas en el planeta será distinto. En este movimiento, también las viejas rivalidades se recrudecen y la vacuna se convierte en un arma, como en la disputa entre la India y Pakistán o Rusia y Ucrania.

Si la Unión Europea quiere fortalecer la democracia, severamente golpeada por los populistas de ultraderecha, dentro y fuera del bloque, necesita dar ejemplo. No solo para demostrar coherencia con su discurso supuestamente humanista, sino porque, sin vacuna para todos, surgirán nuevas cepas. Y, entonces, adviertan a los alemanes que elegir la vacuna no servirá de nada.

Traducción de Meritxell Almarza

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