‘Filomena’, pésima gestión
El caos de Madrid una semana después del temporal es un fracaso inaceptable
Estábamos acostumbrados a que los desastres meteorológicos aislaran zonas montañosas, difíciles, áreas de la España vaciada en las que el tiempo es más inclemente y los medios, insuficientes. Lo que es nuevo es que ese aislamiento, la parálisis, la movilidad inexistente o peligrosa, el cierre de colegios, de centros de salud o de comercios se produzca y se prolongue tantos días en la capital de España.
La previsión fue exacta y contundente: ...
Estábamos acostumbrados a que los desastres meteorológicos aislaran zonas montañosas, difíciles, áreas de la España vaciada en las que el tiempo es más inclemente y los medios, insuficientes. Lo que es nuevo es que ese aislamiento, la parálisis, la movilidad inexistente o peligrosa, el cierre de colegios, de centros de salud o de comercios se produzca y se prolongue tantos días en la capital de España.
La previsión fue exacta y contundente: la Aemet informó con tiempo de la dimensión de la nevada y las temperaturas. Que las tres administraciones implicadas no hicieron lo suficiente con antelación es un hecho indiscutible, a la luz de los resultados. Y que la reacción posterior en la gestión de daños ha sido corta, miope, divisiva e ineficiente es la segunda penalización que afrontamos los ciudadanos más allá del fenómeno climático extremo que ha supuesto Filomena. La autogestión que han exhibido los ciudadanos solícitos en brigadas solidarias es encomiable, pero no es suficiente.
El Ayuntamiento de Madrid no ha logrado limpiar calles, despejar aceras, restablecer la recogida de basuras, facilitar el acceso a los colegios o instalaciones públicas ni retirar ramas a un ritmo suficiente para mantener los mínimos necesarios y esenciales de la asistencia a la educación, la circulación o el fluir de productos frescos por todos los barrios. Apenas ayer contrató a una empresa para realizar ese trabajo en los colegios de la capital, decisión correcta, pero tardía.
La Comunidad de Madrid no solo no ha conseguido convertirse en dinamizadora de las ayudas y operaciones que precisan sus grandes ciudades afectadas (de la que Madrid es la principal, pero no la única), sus carreteras, sus pueblos y sus colegios (ayer se anunció un nuevo retraso en la apertura), sino que además su presidenta, de la mano del presidente del PP, Pablo Casado, se ha lanzado a practicar su deporte favorito de crear una realidad alternativa negando que se conociera el fenómeno que se avecinaba y culpando en lo posible al Gobierno central, tan responsable a sus ojos de lo que considera escasas dosis de vacunación (que sin embargo no pone a buen ritmo) como de la situación en Barajas.
Y el Gobierno central, que ha actuado con rapidez en la recuperación de las carreteras de la red principal y en la movilización del Ejército, ha fallado en la acción necesaria para mantener abierto el aeropuerto y a sus viajeros bien atendidos; sus figuras más prominentes podrían haber tenido un papel más activo en la alerta ciudadana anterior a la nevada, como ocurre en otros países.
Madrid es clave para las comunicaciones y abastecimiento de un país estructurado radialmente, y es la puerta europea de embarque hacia América Latina. Las trifulcas en las que se han embarcado PP y PSOE a raíz de la petición de la declaración de la zona catastrófica, la reticencia inicial del Gobierno, la desorbitada e imprecisa factura que presenta Martínez Almeida, las acusaciones cruzadas por si un político se ha hecho la foto con la pala y otro no se la hace a tiempo reflejan una política de vuelo gallináceo que la sociedad no merece. Contabilícense los daños, declárese lo que proceda pero, sobre todo, hay que sumar fuerzas para recuperar la normalidad con urgencia. Después, hágase un estudio compartido de los fallos: los fenómenos climáticos extremos solo se van a multiplicar, conviene prepararse mejor.