Columna

Malas noches

No es por aguarle las fiestas a nadie, pero, en vísperas de noches de paz y amor, no sobra recordar que hay más gente que nunca pasando malas noches

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Otra vez son las 4.08 a.m., como un clavo. Y eso con suerte, porque otras veces son las 2.47, y es mejor, porque queda más para que tengas que salir de la cama, pero también peor, exactamente por lo mismo. El caso es que abres los ojos de repente, como en las películas de miedo, y te quedas mirando el reloj con el alivio de salir de un mal sueño y la angustia de tener que estar despierto hasta la noche siguiente, porque no volverás a dormirte. No del todo, no de veras. Si acaso, algún rato grogui en ese duermevela que en las épocas luminosas aviva a las musas y en las lóbregas, a los monstruos...

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Otra vez son las 4.08 a.m., como un clavo. Y eso con suerte, porque otras veces son las 2.47, y es mejor, porque queda más para que tengas que salir de la cama, pero también peor, exactamente por lo mismo. El caso es que abres los ojos de repente, como en las películas de miedo, y te quedas mirando el reloj con el alivio de salir de un mal sueño y la angustia de tener que estar despierto hasta la noche siguiente, porque no volverás a dormirte. No del todo, no de veras. Si acaso, algún rato grogui en ese duermevela que en las épocas luminosas aviva a las musas y en las lóbregas, a los monstruos. La cosa es que son las 4.08, o las 2.47 y ya has dormido bastante. El engañabobos que tomaste, llámese Orfidal o melatonina, ha hecho su trabajo noqueándote cuatro horas del puro cansancio, y no debes tomarte el siguiente hasta volver a meterte en la cama con la esperanza de que, esta noche sí, la historia de terror que se te antoja a días tu vida, empiece más tarde. O de no despertarte nunca.

No es por aguarle las fiestas a nadie, pero, en vísperas de noches de paz y amor, no sobra recordar que hay más gente que nunca pasando malas noches. Que los psicólogos y psiquiatras están desbordados, que hacen precios familiares y que rechazan pacientes porque no tienen huecos para liberar tu madeja, liadísimos como andan desliando las de otros. El año de la pandemia ha desarbolado muchos buques acorazados y ha acabado de hacer zozobrar a otros que ya andaban escorándose. Cuentan algunos que ven la inminente vacuna del virus a la vez como alivio y amenaza. Alivio por el prójimo, amenaza porque saben que ciertos virus del alma no los evita ni los cura Moderna, ni Pfizer, ni Johnson and Johnson juntos y ya no van a tener excusa ni para estar tristes. La mascarilla camufla ojeras, pucheros y lágrimas. Pero todos conocemos a alguien pasando este calvario. Y, si no, somos nosotros.

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