La unidad del precrimen de la covid-19
A ver si no sólo hay que aguantar que el virus nos mate o nos confine, sino que nos convierta en asesinos
Es posible que unos días antes de Nochebuena hagas una fiesta con tus amigos, el 24 cenes con tu familia y a los pocos días tu abuelo sea ingresado por coronavirus y muera. Eso no significa que lo hayas contagiado tú, ni que se haya contagiado durante la cena. Eso significa que, en la ruleta rusa de cualquier cena navideña, tú has aparecido con más balas que los demás, pero no se podrá saber nunca si fuiste tú o fue tu tía, una señora que no va a ninguna fiesta, que toma todas las precaucione...
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Es posible que unos días antes de Nochebuena hagas una fiesta con tus amigos, el 24 cenes con tu familia y a los pocos días tu abuelo sea ingresado por coronavirus y muera. Eso no significa que lo hayas contagiado tú, ni que se haya contagiado durante la cena. Eso significa que, en la ruleta rusa de cualquier cena navideña, tú has aparecido con más balas que los demás, pero no se podrá saber nunca si fuiste tú o fue tu tía, una señora que no va a ninguna fiesta, que toma todas las precauciones y que se contagió sin saberlo en su trabajo. Tampoco significa que hayas hecho bien en montar una fiesta antes de ver a tus abuelos, pero, en cualquier caso, no mereces cargar con la responsabilidad de esa muerte, ni que una campaña te llame “asesino”, ni que los carteles en las calles y en el metro digan que tu conducta ha sido la causa del entierro de tu abuela o de que tu padre esté intubado. Sobre todo porque tu conducta es imprudente, pero es humana. Y, además, es legal. A ver si no solo hay que aguantar que el virus nos mate o nos confine, sino que nos convierta en asesinos.
Una de las características de este virus es su perversidad. Provoca, por ejemplo, que la Comunidad de Madrid realice una campaña diciendo que una “ronda de chupitos tumba a tu abuelo”, o “si sales de fiesta, la próxima parada puede ser el tanatorio”, actividades todas ellas no solo permitidas sino alentadas, con acierto, por la propia Comunidad: activar la hostelería, dinamizar la economía. Se confió en la gente y ha funcionado, porque la gente ha pedido su ronda de chupitos en mesas de seis y porque “salir de fiesta” en Madrid y en cualquier lado, hoy, es echar la tarde con cinco amigos consumiendo en los bares y sus terrazas caribeñas. Madrid tiene razón al advertir de las consecuencias de eso, pero igual razón tendría en colgar carteles diciendo que otra ronda de cafés tumbaría a tu padre con la imagen de un señor de 57 años levantando una cucharilla con cara de no saber por dónde le está viniendo la hostia. Yo entiendo que lo fácil siempre es señalar a la juventud, pero hombre, no hasta el punto de endosarle el crimen. Salva a tu abuelo. Salva el bar. Y, pase lo que pase, será culpa tuya.
En las primeras semanas, llamando a pueblos recónditos durante el confinamiento y hablando con familiares de ancianos que habían estado recluidos desde días antes del estado de alarma, una de las frases que más escuchaba era “no entendemos cómo se ha podido contagiar”. Ocho meses después se entiende mucho mejor, pero no del todo, y eso debe afectar a la conciencia, no al hostigamiento público. De hecho, la búsqueda de culpables, en la que también he participado, es uno de los errores de esta crisis. Se puede y se debe concienciar, pero no se puede ni se debe juzgar, mucho menos para dictar sentencia de homicidio involuntario.
Cada poco tiempo se hacen virales vídeos en los que se trata de concienciar a los jóvenes cuando lo que se hace, en realidad, es avisarlos del crimen que van a cometer a lo Minority Report. “El asesino puedes ser tú” es el lema de un cortometraje realizado por un instituto de Málaga que se ha difundido en medios nacionales. Entiendo la licencia artística, pero como no todos podemos contagiar sólo a una persona, sería más exacto llamarnos “asesinos en serie”. De ir, ir con todo.