Desconfinar el futuro
Ahora mismo hay un Gobierno de coalición suficientemente cohesionado, con capacidad de ampliación de la mayoría a un lado y a otro, frente una oposición que no conoce otro discurso que la confrontación
Nada afecta tanto a la ciudadanía como el miedo a perder la salud. Y, por muy polarizado que esté el país es difícil creer que ir a la guerrilla parlamentaria contra el Gobierno en este tema pueda dar dividendos electorales. Tengo la sensación que en la derecha empiezan a cundir las dudas. Cuando Aznar, gran valedor de Casado, dice que “el acierto y ganarse los galones es cosa de cada uno”, el que quiera entender, que entienda.
No nos columpiemos en la fácil caricatura de una clase política que a veces da la sensación de no saber el terreno que pisa porque vive en la melancolía de un ré...
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Nada afecta tanto a la ciudadanía como el miedo a perder la salud. Y, por muy polarizado que esté el país es difícil creer que ir a la guerrilla parlamentaria contra el Gobierno en este tema pueda dar dividendos electorales. Tengo la sensación que en la derecha empiezan a cundir las dudas. Cuando Aznar, gran valedor de Casado, dice que “el acierto y ganarse los galones es cosa de cada uno”, el que quiera entender, que entienda.
No nos columpiemos en la fácil caricatura de una clase política que a veces da la sensación de no saber el terreno que pisa porque vive en la melancolía de un régimen que sigue vigente pero que en muchas cosas ya no existe. Estamos en un momento de extrema gravedad porque a los efectos de la pandemia —crisis económica, crisis social, crisis educativa— hay que sumar los muchos desajustes acumulados estos años. Y porque es imprescindible reconstruir una esfera pública en la que sea posible afrontar decisiones políticas de calado: aquellas que distinguen al estadista del político.
Por más que la derecha y parte del viejo socialismo sigan con la paranoia de Unidas Podemos, lo cierto es que el Gobierno aguanta y Pablo Iglesias y los suyos han demostrado una capacidad de cesión e integración que no se daba por supuesta en un partido surgido de las afueras del sistema. Lo que debería ser una señal de que a pesar de todo el régimen tiene hechuras amplias es visto como insoportable por aquellos que todavía piensan en los estrechos márgenes del bipartidismo corporativista. Hay que afrontar unos Presupuestos de recuperación que no pueden ser excluyentes, hay que acabar con el dumping fiscal entre comunidades autónomas, hay que recuperar derechos amenazados, hay que dar pasos para devolver la cuestión catalana a la política que pasan inevitablemente por alguna forma de indulto o amnistía, hay que volver al equilibrio de poderes después de que se haya cargado al Poder Judicial de responsabilidades que no le corresponden, y todo ello con la emergencia sanitaria en primer plano. Una reactualización que requeriría un pacto de amplio espectro.
Hay amantes de la simetría que necesitan poner ejemplos de cada lado a la hora de hablar del descrédito de la política. Pero lo cierto es que ahora mismo hay un Gobierno de coalición suficientemente cohesionado, con capacidad de ampliación de la mayoría a un lado y a otro, frente una oposición que no conoce otro discurso que la confrontación, alentada por Vox, y con Casado atrapado en un partido encogido que ha perdido el sitio. A pesar de ello hay que desconfinar el futuro: el presidente Sánchez está obligado a tomar decisiones de calado —que ya son ineludibles— que requerirían consenso y que serán obstaculizadas —en el Parlamento y en la calle— por una derecha que confirma la sospecha de Martín Caparrós de que “la patria es una idea paranoica”.