Lingotes
Si alguna predicción brinda el ‘affaire’ del oro de Londres ella es la de una agónica prolongación indefinida de la dualidad de poderes enfrentados en Venezuela
La Corte Superior de Apelaciones de Inglaterra y Gales ha desestimado el veredicto de un tribunal menor británico que, en julio pasado, reconoció “inequívocamente” como legítimo Gobierno de Venezuela el presidido por el diputado Juan Guaidó.
La sentencia, más que relevante, es crucial para el cada día más evanescente Gobierno interino encabezado por quien, dejémonos de vainas, no es más que un subrogado de Leopoldo López, el errático y arrogante líder opositor alojado desde el año pasado en la Embajada de España en Caracas bajo un estatuto indefinido: técnicamente hablando, López no se ...
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La Corte Superior de Apelaciones de Inglaterra y Gales ha desestimado el veredicto de un tribunal menor británico que, en julio pasado, reconoció “inequívocamente” como legítimo Gobierno de Venezuela el presidido por el diputado Juan Guaidó.
La sentencia, más que relevante, es crucial para el cada día más evanescente Gobierno interino encabezado por quien, dejémonos de vainas, no es más que un subrogado de Leopoldo López, el errático y arrogante líder opositor alojado desde el año pasado en la Embajada de España en Caracas bajo un estatuto indefinido: técnicamente hablando, López no se ha asilado sino, más bien, flota en un ingrávido limbo migratorio brindado amistosamente por Madrid y desde el que imparte sus directrices.
La decisión de la Corte de Apelaciones tendrá muy pronto consecuencias pues de su progresión depende en lo jurídico el destino de 1.000 millones de dólares ( 850 millones de libras) tangibles en unas 31 toneladas de lingotes actualmente custodiados por el legendario Banco de Inglaterra.
Es la clase de dinero que se juega en cada recodo de la tortuosa marcha de Venezuela hacia su disolución definitiva como nación hispanoamericana, luego de pasarse justo un siglo bombeando petróleo a los mercados del mundo.
La nunca antes registrada implosión vertiginosa de un petroestado populista latinoamericano va dejando una miríada de colosales fortunas mal habidas y apátridas. No será su única heredad, es cierto, pero sí la más desoladora.
De uno solo de los caimacanes chavistas, hoy ilustre huésped de la Toscana, se afirma, con verosímil asidero, que en el curso de poco más de una década se hizo con 15 mil millones de dólares. ¡Ni hablar de la “boliburguesía” y sus peces piloto, siempre nadando junto a las fauces de la tiburonera chavista!
El fallo de la Corte de Apelaciones viene a decir, según lo reseña el Financial Times, que si bien el Ministerio de Exteriores británico reconoció la autoridad de Guaidó como jefe del Estado venezolano no es menos cierto que, en la práctica, ha sostenido y aún sostiene trato con el desgobierno de Maduro.
A diferencia de otras muchas naciones europeas que desde el año pasado tienen a Guaidó como legítimo presidente de Venezuela, la pérfida Albión sigue al mismo tiempo reconociendo al embajador de Nicky Maduro ante la Corte de Saint James y avala la ocupación por éste de la embajada y la residencia del embajador en Londres.
Más aún, la embajada del Reino Unido en Venezuela lo es ante la Cancillería del aparentemente insumergible capo, entre otros cárteles criminales, de todo el oro ensangrentado del sur del Orinoco.
Según las leyes británicas, corresponde ahora a un tribunal mercantil decidir, en un lapso razonable, quién es el legítimo consignador de todo ese oro: ¿el gobierno del ectoplasmático Guaidó, señalado seriamente por la opacidad con que maneja los recursos que, de diversas maneras, le allega Washington o la mortífera familia de mafias narcomilitares que asuela mi país?
Quienquiera resulte beneficiado por la corte comercial británica tendrá el oro. Descontando la comisión que seguramente cobra el Banco de Inglaterra por la custodia y otras letras chiquitas del contrato, no tendrá más que reclamarlo; los magistrados de peluca blanca no podrán negárselo.
Maduro busca echar mano al oro depositado en Londres dizque para afrontar eficazmente la pandemia, la escasez de alimentos y la crisis de servicios públicos, noble propósito que, según él, se ha visto embarazado hasta ahora por las sanciones estadounidenses.
Treinta toneladas de oro no se comparan, ni con mucho, con el saqueo de centenas de miles de dólares de que ha sido objeto Venezuela en la era chavista pero, sin duda, oxigenarían a Maduro y sus cortagargantas en vísperas de la fraudulenta convocatoria a elecciones parlamentarias.
Por su parte, es claro ya que la coalición de partidos y siglas que apoya a Guaidó, renuente a participar en el tongo, se propone en cambio prolongar indefinidamente un debatible interinato como presidente de Venezuela más allá del cese de sus funciones constitucionales previsto para enero del año que viene.
Si alguna predicción brinda el affaire del oro de Londres ella es la de una agónica prolongación indefinida de la dualidad de poderes enfrentados en mi país. Maduro se encastilla resueltamente, asesinando como siempre lo ha hecho, y con aliados como Rusia, China, Irán y Turquía cuyo apoyo no es en modo alguno simbólico.
Tampoco es inconcebible la revitalización de una modalidad de gobierno en el exilio, ya bastante ensayada por Guaidó y su funcionariado de ultramar, sostenida tortuosamente con los recursos petroquímicos que Washington alcahuetea y, ¿quién quita?, también con el oro de Londres.
Es lo que, dicho con dolor, está a la vista, gane quien gane las elecciones de noviembre en los EE UU.