Columna

Si no es ahora, cuándo

Peligra nuestro destino sin una respuesta global a los nuevos desafíos

Imagen de archivo de un encuentro entre Donald Trum y Xi Jinping, en abril de 2019.

La triple pandemia que golpea a Estados Unidos, sanitaria, económica y política, debilita al país todavía más poderoso del mundo, que postrado en el diván se pregunta qué hemos hecho para declinar tanto. A cuatro meses de la elección presidencial, con el mundo convulso ante el ascenso de China y las consecuencias del desorden geopolítico al que nos asomamos, emparedados entre el aislacionismo de EE UU y el modelo autoritario de capitalismo de partido único de China. Y la Unión Europea en medio del bocadillo.

América debe cambiar, pide la última portada de la revista Time. “Los bl...

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La triple pandemia que golpea a Estados Unidos, sanitaria, económica y política, debilita al país todavía más poderoso del mundo, que postrado en el diván se pregunta qué hemos hecho para declinar tanto. A cuatro meses de la elección presidencial, con el mundo convulso ante el ascenso de China y las consecuencias del desorden geopolítico al que nos asomamos, emparedados entre el aislacionismo de EE UU y el modelo autoritario de capitalismo de partido único de China. Y la Unión Europea en medio del bocadillo.

América debe cambiar, pide la última portada de la revista Time. “Los blancos están despertando a las fatales consecuencias de su supremacía”. La Administración de Trump niega que la discriminación contra los negros esté empotrada en la estructura política, social y económica del país. Hay, sin embargo, un reconocimiento nacional de que es insoportable.

EE UU y China chocan por la hegemonía económica y tecnológica. No es ideológico ni geopolítico, por el territorio, como ocurría en la Guerra Fría. China posee un arma que la URSS nunca tuvo para retar a la supremacía americana: la destrucción económica mutua asegurada (The Atlantic). Los medios chinos ironizan con que Trump es el hombre de Pekín en Washington, que agranda la imagen de China y debilita la de EE UU en el mundo. Trump ha quebrado la relación transatlántica con sus intentos de dividir a Europa, su desdén hacia Alemania, de donde ha prometido retirar tropas sin aviso previo a Merkel. El presidente, que cada vez se parece más a su guiñol, mantiene a Europa en un coma inducido. La UE define a China como un “rival sistémico”. Borrell, jefe de la política exterior europea, estima que Europa debe comportarse entre los dos grandes bloques como Frank Sinatra, a su manera. No nos obliguen a tomar partido en el conflicto entre las superpotencias, desarrollemos una posición independiente. Pero Europa no puede prescindir de la protección de EE UU, ni tampoco del empuje tractor de la economía estadounidense. No juguemos con las cosas de comer.

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75 años de la firma en San Francisco de la Carta fundacional de las Naciones Unidas. Una institución aún indispensable donde sus logros pesan más que sus sombras. Minusvalorada como gran burocracia, abducida por el veto de los cinco vencedores de la última contienda mundial en el Consejo de Seguridad, ha mantenido al mundo libre de una Tercera Guerra Mundial.

Peligra nuestro destino sin una respuesta global a los nuevos desafíos. ¿El viejo orden internacional levantado sobre los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial en 1945 sirve todavía o está superado? Si lo está, necesitamos una arquitectura global capaz de atenuar el desorden del nuevo mundo. Deberá incluir a la Rusia de Putin. Y una estrategia de compromiso de EE UU con China, de contención equitativa inteligente. La UE está capacitada para dar el salto estratégico y ocupar un lugar más contundente en el tablero mundial. Si no es ahora, cuándo. La derrota de Trump el 3 de noviembre, algo utópico hace solo cuatro meses que ahora se ve posible, ayudaría. fgbasterra@gmail.com

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