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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El páramo de la pandemia

Los datos de mortalidad y quebranto económico por el coronavirus en México son muy graves y aún no se han resuelto los problemas de vacunación y saturación hospitalaria

Un médico voluntario revisa a una enferma de covid, en febrero en Jalisco.
Un médico voluntario revisa a una enferma de covid, en febrero en Jalisco.ULISES RUIZ (AFP)

La pandemia de covid-19 está teniendo un coste terrible para México. Los registros muestran que en 2020 hubo unos 300.000 fallecimientos más de lo previsto. La cifra, como ha ocurrido en otros países, desmonta las estadísticas oficiales y anula cualquier intento de maquillar el impacto de la enfermedad. México es uno de los países con mayor tasa de mortalidad por coronavirus del planeta. A este hecho se suma el daño económico. No solo es que el PIB haya sufrido un desplome del 8,5% en un año, sino que el golpe es de tal magnitud que ensombrece la esperanza de una pronta recuperación.

Con estos datos en la mano, caben pocas dudas de que las estrategias desarrolladas por el Ejecutivo del presidente Andrés Manuel López Obrador se han revelado insuficientes. Y no se trata únicamente, como ha pasado en la mayoría de los países afectados, de que los ciudadanos hayan atravesado un páramo de muerte y quebranto económico. El problema radica ahora mismo en que aún no se han despejado las principales incógnitas: la saturación hospitalaria sigue siendo muy elevada, la vacunación llega a cuentagotas y el ejemplo del propio mandatario, que persiste en no llevar cubrebocas, resulta desalentador.

Es obvio que en una emergencia sanitaria de este calibre no todos los males son atribuibles al Gobierno. La debilidad del sistema sanitario mexicano responde a un fenómeno crónico, consecuencia de décadas de abulia inversora y políticos miopes. Y la carestía de vacunas, como ha clamado con razón el Ejecutivo, se debe en parte a su bochornosa distribución mundial, que ha favorecido de forma masiva a las naciones más ricas. Pero no es menos cierto que países con un grado de desarrollo similar al de México han tomado la delantera en el combate. Brasil o Argentina se han mostrado más ágiles en las vacunaciones. Y hay casos como Chile que están demostrando, en términos generales, una eficacia digna de elogio.

Ante estos diferenciales, rebajar la gravedad de la situación, blandir enemigos exteriores o anunciar remesas de vacunas dudosas puede proporcionar un alivio político momentáneo, pero no frenará el decurso de la realidad. López Obrador debe saber que su paso por la historia, ese factor que tanto le preocupa, tendrá como medida su lucha contra la pandemia. Qué ejemplo dio, cómo protegió a su pueblo y de qué modo logró la recuperación económica serán el hierro que marcará su legado. Se equivoca quien desde una orilla u otra crea que ya está todo dicho. Aún queda camino por recorrer. Y no serán los discursos mañaneros ni el nihilismo de cierta oposición quienes emitan el veredicto. Será el peso de los hechos. Y estos, de momento, son poco alentadores.

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