Cultura vial para todos: educar, respetar y convivir en las calles
Promover una cultura vial requiere más que infraestructura: implica educación, empatía y responsabilidad al compartir las calles

En las ciudades mexicanas, peatones, automovilistas, ciclistas y motociclistas comparten el mismo espacio urbano. Más allá de las señales de tránsito, la verdadera convivencia vial depende de la actitud: respetar al otro, anticipar los movimientos y circular con conciencia.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2024 se registraron 374.949 accidentes de tránsito terrestre en zonas urbanas y suburbanas del país. Más del 90% tuvo como causa principal al conductor. Estas cifras confirman que la seguridad vial no depende solo de la infraestructura o de las leyes, sino también de las decisiones cotidianas que cada persona toma al desplazarse.
La preparación de quienes conducen es esencial para construir calles más seguras. Obtener una licencia de manejo no debería entenderse como un simple trámite, sino como una acreditación de habilidades y responsabilidad. En ese sentido, el Centro Evaluador ITALIKA contribuye al fortalecimiento de una movilidad responsable mediante evaluaciones teóricas y prácticas basadas en estándares oficiales. Su labor se centra en promover la conducción segura, el uso del casco y del equipo de protección, así como la revisión técnica de las motocicletas.
Cada acción responsable tiene un impacto directo en la seguridad colectiva: respetar los límites de velocidad, mantener las luces encendidas, usar casco certificado, ceder el paso y evitar distracciones. Al repetirse diariamente, estas prácticas generan una transformación positiva en la convivencia urbana.
Fomentar una cultura vial no consiste en señalar errores, sino en construir hábitos compartidos. Este aprendizaje comienza en el hogar, se refuerza en los centros de evaluación y se consolida en la práctica diaria. Una ciudad más segura surge cuando todas las personas que la habitan comprenden que la movilidad no se trata de quién tiene prioridad, sino de cómo se convive en las calles.
En un entorno urbano acelerado, detenerse un momento para pensar en la seguridad colectiva puede marcar la diferencia entre un trayecto cualquiera y una vida a salvo. La cultura vial no se impone: se aprende, se practica y, con el tiempo, se convierte en una forma de respeto común.
