Mikel Izal: “Ya lo he vivido todo en España varias veces. México es la cuenta pendiente”
El antiguo líder de Izal regresa a América para grabar un videoclip con una artista mexicana y, de paso, promocionar su actuación en el festival Vive Latino, en marzo
Mikel Izal está algo cansado. Es la hora de la siesta y está digiriendo una comida corrida de uno de esos restaurantes para oficinistas del Paseo de la Reforma. El enero cálido de la Ciudad de México tampoco ayuda. Ha llegado a la redacción de EL PAÍS a eso de las 16.00 del jueves 23 de enero arrastrando sus casi dos metros de altura y custodiado por un equipo de mujeres que no se separarán de él durante la entrevista. Por la mañana, ha rodado de acá para allá por varias televisiones. Por la tarde, todavía le quedará alguna más. ...
Mikel Izal está algo cansado. Es la hora de la siesta y está digiriendo una comida corrida de uno de esos restaurantes para oficinistas del Paseo de la Reforma. El enero cálido de la Ciudad de México tampoco ayuda. Ha llegado a la redacción de EL PAÍS a eso de las 16.00 del jueves 23 de enero arrastrando sus casi dos metros de altura y custodiado por un equipo de mujeres que no se separarán de él durante la entrevista. Por la mañana, ha rodado de acá para allá por varias televisiones. Por la tarde, todavía le quedará alguna más. El antiguo líder de Izal, la banda que bautizó con su apellido, uno de los grupos indie con más éxito comercial de la última década en España, está intentando cortejar a México.
El año pasado por estas fechas ya pasó por aquí para presentar su primer disco en solitario, El miedo y el paraíso. En marzo, sin nuevo álbum bajo el brazo, regresa al festival Vive Latino. Pero antes ha venido para grabar un videoclip con una cantante mexicana que prefiere no revelar —“una artista muy conocida aquí, muy querida, una tipaza”— y de paso hacer algo de promo. Ha sido una visita exprés: el lunes aterrizó; el martes, “a saco de prensa”; el miércoles grabó el videoclip; el jueves, “a saco de prensa” con fiestón de despedida como guinda; el viernes, resaca y de vuelta a Madrid.
“Las giras ya duran dos años mínimo, este es el segundo round”, justifica. “El año pasado hice la primera parte de la gira y la empecé en México también, quería mandar un mensaje claro de que México es importante para mí, que me apetece mucho vivir cosas en México”. El primer round pasó por teatros y auditorios algo más pequeños a los que acostumbraba Izal, “sitios superespeciales donde presenté el disco de una forma íntima, casi teatral”. Después vinieron los festivales de verano, parada obligatoria en el circuito indie, que serán también la tónica general este año.
¿Por qué un tipo que nació en Pamplona, creció en Vitoria, estudió en Bilbao y dio a parar con 24 años a Madrid para trabajar como ingeniero de telecomunicaciones antes de dar el salto a la música, tiene tanto interés en México? “Creo que ya lo he vivido todo en España varias veces en los 12 años con Izal y en solitario. México, sin embargo, es la cuenta pendiente desde siempre, realmente nunca hemos llegado a tener una exposición muy grande y siempre ha sido muy agradable y siempre se ha trabajado mucho. Me da la sensación de que podría vivir muchas cosas en México que no he vivido. En España lucho por mantenerme y seguir haciendo lo que llevo haciendo muchos años”.
Lo de ingeniero de telecomunicaciones no duró mucho. En 2010, con 28 años, puso un anuncio en una página web para formar una banda. Salió bien. En tres o cuatro meses el grupo ya estaba consolidado y empezaba a ensayar. Ese mismo año sacaron un EP con seis canciones. El primer disco llegaría en 2012. El éxito no se hizo esperar mucho más. “Pocos cambios tan drásticos se me ocurren, pero notaba que la ingeniería no era lo que me apasionaba y mira, intenté dedicarme a lo que sí me apasionaba y salió bien”.
La carrera fue meteórica, los llevó a contarse entre los cabezas de cártel habituales de la primera plana del indie español, a girar por medio mundo, ganar miles de fans, discos de oro. En 2018, una cuenta de Twitter difundió capturas de pantalla que presuntamente mostraban interacciones del músico con fans en las que les proponía actividades sexuales sin mucho preámbulo. Eran los años en los que el movimiento Me Too empezaba a andar y, con un personaje famoso como Mikel Izal involucrado, el debate sobre el acoso no tardó en inundar las redes sociales.
Izal lo calificó de “horrible campaña en su contra”, negó las acusaciones y amenazó con acciones legales. Poco después las imágenes de los mensajes desaparecieron. No hubo más denuncias, al menos públicamente. “Me hizo muy infeliz y me sigue haciendo infeliz aquella mierda porque me pareció extremadamente injusto, y lo es. Nadie se sale de rositas mentalmente de eso, pero bueno, creo que ya solo lo vivo yo”, dice ahora. “Es que cualquiera que viviera aquello vio que no había nada y que era una ida de olla que no tenía ningún sentido”.
—¿Aquella situación le llevó a reflexionar si su comportamiento hacia determinadas mujeres había podido ser incorrecto?
—Sé perfectamente quién soy y cómo soy y no tenía ningún sentido nada de aquello.
Aquello no llegó a más. Izal siguió girando al nivel de antes y todavía sacó un par más discos. En 2022, el grupo se separó con dos conciertos en Madrid ante 15.000 personas cada noche. Y él se lanzó a una carrera en solitario que, de momento, no va nada mal. “Yo creo que he vivido un segundo milagro, el primero fue con Izal y el segundo ha sido en solitario, porque no era tan fácil pensar que iba a seguir estando en la escena en la que estaba con Izal, eso era muy optimista, pero bueno, mira, al final la gente decide dónde tocas”.
Las cosas han cambiado más de lo que parece desde fuera, dice. “Para empezar el control creativo completo que necesitaba ya tener. Y a nivel compositivo no ha cambiado nada, eso es real, porque sigue siendo como lo hacía en Izal: las canciones en la soledad de mi casa”. “Son muchas pequeñas cosas”, considera: la exploración de un sonido más electrónico, tocar con una banda nueva como acompañantes, la escenografía, la grabación, darle más importancia a los coros, cosas de esas que “no sé si la gente se entera, pero yo sí”.
“La esencia puede que desde fuera, como la composición no cambia, la voz tampoco cambia y el universo musical sigue siendo el mío, quizá en ese sentido no se aprecie tanto, pero yo he vivido muchas cosas nuevas en el proceso detrás del escenario”. En concierto, toca las nuevas canciones y los viejos éxitos de Izal, pero con arreglos más acordes al nuevo sonido. “Eso es muy traumático para los oyentes que llevan una década escuchando la canción de la misma manera, yo sabía que eso iba a generar sensaciones, pero se trataba de eso. Creo que ha sido positivo en general, mucha gente me ha dicho que no las esperaba y les ha gustado. Es que las viejas versiones no reniego de ellas para nada, me siento orgullosísimo de lo que grabamos juntos, pero no tenía para mí coherencia tocarlas de la misma manera”.
Después de 15 años de carrera, dice que ha dejado de leer las críticas e intenta mantenerse alejado de las redes sociales lo máximo posible. Su vida, por lo demás, se divide en dos etapas: de gira o entre giras. Descansar en Madrid o pillar los instrumentos y agarrar la carretera. “Este trabajo no tiene rutina, tiene como fases”. Y sobre una vuelta de Izal en el futuro: “Por mi forma de ser, que siempre intento hacer cosas diferentes, volver a lo mismo sería lo contrario de lo que me pida el cuerpo. Que dentro de cuatro años te diga lo contrario por yo qué sé qué, pues puede pasar, pero ahora mismo no creo que ocurra”.