Mitos y verdades sobre el nacimiento de un nuevo volcán en Ciudad de México

Hugo Delgado Granados, investigador y especialista en vulcanología de la UNAM, despeja las principales inquietudes sobre la supuesta formación de un volcán al sur de la capital

El volcán Popocatépetl visto desde San Nicolás de los Ranchos (Puebla) en 2023.Cesar Guzman (Getty Images)

El suelo de Ciudad de México funciona como un recordatorio permanente de que habitamos un planeta geológicamente activo. Fundada sobre la cuenca de un antiguo lago, donde el piso blando multiplica las sacudidas de los terremotos que se generan en la costa del Pacífico como en ningún otro lugar del mundo, la capital también coincide con el Eje Neovolcánico, una franja que atraviesa el país del Pacífico al Golfo y concentra ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El suelo de Ciudad de México funciona como un recordatorio permanente de que habitamos un planeta geológicamente activo. Fundada sobre la cuenca de un antiguo lago, donde el piso blando multiplica las sacudidas de los terremotos que se generan en la costa del Pacífico como en ningún otro lugar del mundo, la capital también coincide con el Eje Neovolcánico, una franja que atraviesa el país del Pacífico al Golfo y concentra la mayoría de volcanes activos y las montañas más altas del territorio nacional. De ahí que, la semana pasada, la noticia de que un grupo de expertos de la UNAM preveían la formación de un nuevo volcán al sur de Ciudad de México inundara las redes sociales con reacciones de todo tipo. Entre memes y distintas versiones sobre dónde y cuándo surgirá el nuevo volcán, la Universidad lanzó un comunicado para tratar de frenar la vorágine especulativa al respecto.

“Es un hecho que algún día nacerá un nuevo volcán en el sur de la Ciudad de México, pero depende de cómo lo digamos si generamos incertidumbre, miedo, o bien, tranquilidad”, explica a EL PAÍS Hugo Delgado Granados, Investigador del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM. Junto a otros colegas, Delgado ha dedicado buena parte de su quehacer científico a estudiar el Campo Volcánico Chichinautzin, una región ubicada al extremo sur de la capital donde las condiciones tectónicas han favorecido el surgimiento de al menos 220 volcanes monogenéticos, una clase de volcanes de menor altura que nacen y hacen erupción una sola vez antes de apagarse definitivamente.

“Por un lado, tenemos volcanes centrales bien ubicados como el Popocatépetl o el Pico de Orizaba, pero por el otro hay regiones amplias conocidas como campos volcánicos monogenéticos activos, que han tenido erupciones en los últimos 10.000 años”, explica. “En el sur de la Ciudad hay un campo volcánico monogenético que conocemos como Chichinautzin. Si vemos imágenes de satélite notaremos que en esta zona hay muchos volcanes pequeños y el origen de cada uno de ellos respondió a eventos independientes de ascenso de magma que los formó”, asegura el experto.

¿Dónde podría nacer el nuevo volcán?

A diferencia de los grandes volcanes con sistemas de conductos y cráteres bien definidos, el suelo que forma el Campo Volcánico Chichinautzin hace de toda el área un auténtico campo minado: en su camino hacia la superficie, los magmas y gases se abren paso a través de las fallas y fracturas de la zona, encontrando nuevos conductos con cada evento eruptivo. Como las zonas de fallas suelen estar cubiertas de cenizas o restos de lava que las hacen imposibles de identificar a simple vista, uno de los grandes retos de los expertos está en predecir el lugar en el que podría nacer el siguiente volcán. “En los campos volcánicos monogenéticos como Chichinautzin tenemos las tres preguntas: dónde, cómo y cuándo [surgirá un nuevo volcán], porque en los grandes volcanes el dónde ya lo sabemos”, explica Delgado.

El área, que atraviesa zonas densamente pobladas en Ciudad de México, Morelos y el Estado de México, se extiende desde el extremo sur de la capital, en el límite de las alcaldías Xochimilco, Tlalpan y Milpa Alta, hasta el Valle de Cuernavaca, en Morelos. De este a oeste, abarca desde los pies del Popocatépetl hasta la periferia de Toluca. La referencia geográfica clave para entender el alcance del Campo Volcánico respecto a Ciudad de México es el Xitle, el último volcán que nació en Chichinautzin hace aproximadamente 2.000 años. Su erupción, el antecedente más directo en el estudio de la actividad del Campo Volcánico, provocó flujos de lava que se extendieron por más de 300 kilómetros cuadrados que sepultaron la antigua ciudad prehispánica de Cuicuilco, el centro urbano más importante del Valle de México en la época.

En 2008, Delgado propuso un nuevo método para tratar de pronosticar las zonas de fallas donde podría nacer el próximo volcán. A partir de la medición del dióxido de carbono presente en el subsuelo, un indicador de las fallas más activas de la región, el especialista pretende estimar las zonas que “podrían ser utilizadas por los magmas ascendentes como camino para llegar a la superficie” y por lo tanto, los lugares más propensos a alojar la próxima erupción. A pesar de la dificultad para pronosticar el sitio, Delgado es enfático en que únicamente el extremo sur de la capital forma parte del Campo Volcánico y por lo tanto, no existen las condiciones para que un volcán nazca en el resto de la Ciudad: “Si bien en el centro del Valle de México hay sismos, es prácticamente imposible que surja un volcán. ¿Podría surgir uno en el Zócalo? No, porque los antecedentes geológicos que permiten el ascenso de magma y favorecen la creación de nuevos volcanes no existen en la zona central del Valle de México. Las condiciones existen hacia el sur del Xitle”, afirma el especialista.

¿Cuándo podría surgir el nuevo volcán?

A partir del nacimiento y la erupción del Xitle, Delgado y sus colegas han tratado de estimar un periodo de reposo para el Campo Volcánico, es decir, el lapso entre el final de una erupción y el inicio de la siguiente. En 1988, el vulcanólogo analizó la información histórica del Popocatépetl, uno de los volcanes mejor monitoreados del planeta, para pronosticar el momento en que volvería a despertar de su largo sueño. Delgado estimó que el periodo de reposo del volcán era de aproximadamente 70 años y, por lo tanto, la actividad explosiva debería reanudarse cerca de 1997. El pronóstico no falló. En diciembre de 1994, el Popo comenzó una nueva fase eruptiva, provocando la primera evacuación de los pueblos aledaños en la era moderna.

“Los cálculos no estuvieron mal, pero había mucha y muy buena información al respecto”, explica para contrastar la situación con la del Campo Volcánico Chichinautzin, cuya última erupción, la del Xitle, arroja información a cuentagotas que dificulta predecir cuándo brotará un nuevo volcán de la tierra. “Lo que nosotros necesitamos es conocer la edad en la que ocurrió cada una de las erupciones de los casi 300 volcanes que hay en el sur de la Ciudad. Sabemos la edad de varios de ellos, pero la información resulta todavía muy escasa”. Con los datos disponibles hasta ahora, el consenso científico estima que el nacimiento de un nuevo volcán en Chichinautzin oscila entre 800 y 1.200 años, un rango que se eleva hasta los 1.500 años si se utiliza otro conjunto de datos. Tomando en cuenta que la erupción del Xitle sucedió entre 1.700 y 2.000 años atrás, Delgado concluye que es necesaria más información para arrojar un pronóstico más preciso.

Una serie de avisos

Sin embargo, si en este momento comenzara a surgir un nuevo volcán monogenético, las señales previas a su aparición no pasarían desapercibidas. Las primeras manifestaciones, los sismos ligeros y cada vez más frecuentes, serían detectadas por las estaciones del Servicio Sismológico Nacional. Los geólogos mexicanos conocen los pormenores del nacimiento de un volcán de primera mano. En 1943, el Estado de Michoacán fue testigo del nacimiento del Paricutín, un volcán monogenético que surgió en el Campo Volcánico Michoacán - Guanajuato, cuyos flujos de lava, lentos pero implacables, sepultaron a los pueblos de Paricutín y San Juan Parangaricutiro. “Estos fenómenos [el nacimiento de volcanes] presentan eventos premonitorios, es decir, sismos y emisiones de gases que nos permiten identificar que un nuevo cuerpo de magma está queriendo ascender”, asegura el experto. “La historia de la erupción del Paricutín fue muy bien documentada y al menos un año antes comenzaron los sismos en la región. Conforme fue avanzando el tiempo, la frecuencia y la recurrencia de los sismos aumentó de manera gradual hasta que se hicieron muy evidentes, todo antes de que comenzara la erupción”.

Antes de concluir, el investigador hace un nuevo llamado a la calma. “Ahora hay gente alarmada de que les surja de la noche a la mañana un volcán, y eso no es posible”, asegura tras disipar las dudas y antes de enumerar las certezas científicas: “Por el momento, no tenemos ninguna evidencia de que esté sucediendo. Lo que sabemos es que en el sur de la Ciudad hay un campo volcánico monogenético activo y que existe la probabilidad de que en el futuro, que no sabemos cuando, pueda generarse un nuevo volcán”, finaliza.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Sobre la firma

Más información

Archivado En