La trampa del mes más violento: tres formas de contar (y enredar) la muerte en México
El baile de las cifras en los homicidios entre dependencias de Gobierno provoca una confusión sobre el problema real: la espiral violenta en la que lleva envuelto el país más de una década
En un ejercicio de transparencia, el Gobierno de México difunde de forma diaria la cantidad de asesinatos por Estado que se cometen. Con la misma intención, las mismas autoridades difunden cada mes la cifra de homicidios estatales. Y cada año, el Instituto Nacional de Estadística hace lo mismo. El problema: ninguna cifra cuadra. El baile no es de una decena de muertos. A veces es de más de un millar. Ni siquiera coinciden las muertes diarias con el conteo mensual, pese a que la institución que las recaba depende de la misma jefa, la Secretaría de Seguridad Pública. Y ahí, en ese limbo de, a ve...
En un ejercicio de transparencia, el Gobierno de México difunde de forma diaria la cantidad de asesinatos por Estado que se cometen. Con la misma intención, las mismas autoridades difunden cada mes la cifra de homicidios estatales. Y cada año, el Instituto Nacional de Estadística hace lo mismo. El problema: ninguna cifra cuadra. El baile no es de una decena de muertos. A veces es de más de un millar. Ni siquiera coinciden las muertes diarias con el conteo mensual, pese a que la institución que las recaba depende de la misma jefa, la Secretaría de Seguridad Pública. Y ahí, en ese limbo de, a veces 80, y otras, 120 homicidios diarios, navega el país hacia la confusión sobre el problema real: la espiral violenta que no da tregua en México desde hace una década. ¿Cuál será la estrategia de seguridad entonces si ni siquiera el diagnóstico está claro?
A esta pregunta, se suman otras. ¿Cómo es posible que los cadáveres por muerte violenta se traspapelen?, ¿si ya es difícil que en México, el país de más de 100.000 desaparecidos, aparezca un cuerpo, cómo es que el Gobierno no es capaz de contarlo bien?, ¿cuál es la cifra real? No hay una respuesta oficial a ninguna de estas cuestiones. Los asesinatos en México tienen un costo político alto, el combate a la violencia y el narco es la gran deuda pendiente. La transparencia se confunde con desinformación. Y la desinformación con incredulidad. Es entonces cuando se hace presente la falacia tan conveniente para todas las Administraciones: si no se sabe cuántos muertos hay, quizá no hay tantos muertos.
México alcanzó cifras históricas de asesinatos en 2017. Peores que cualquier saldo durante la guerra contra el narcotráfico, la etapa más violenta de la que se tenía recuerdo. La lógica hacía pensar que al detenerse la batalla, tal y como había prometido Andrés Manuel López Obrador en 2018, se frenaría la sangría. No ha sido así. Nunca se ha matado a este ritmo de unos 100 homicidios al día, ni en los peores años de la cruzada contra los cárteles de la droga que emprendiera Felipe Calderón en 2006 y continuara Enrique Peña Nieto hasta 2018. Y la impunidad de más del 90% manda un claro mensaje: si no se mata más, es porque los criminales no quieren.
Este miércoles se cerró el conteo de mayo de los asesinatos diarios por Estado que lleva el Gobierno federal a través de la Comisión Nacional de Seguridad, un órgano que depende de la Secretaría de Seguridad. Conclusión: mayo fue el mes más violento con 2.472 homicidios. Unos 80 al día. La cifra choca con el cálculo de otro órgano, el Secretariado Ejecutivo, que depende también de la Secretaría de Seguridad: marzo se mantiene ahí como el mes más violento, con 3.629 homicidios. Este último dato incluye los dolosos y los culposos, porque para la primera categoría se necesita que al menos se abra una carpeta de investigación, una quimera para muchos rincones del país. Entonces, ¿cuál es el mes más violento del año? Depende de a quién le pregunte.
Las cifras que presenta el Instituto Nacional de Estadística (Inegi) son las más completas, pues además de contemplar —como las anteriores— las carpetas de las fiscalías estatales y los reportes de las fuerzas de seguridad (tanto militares como civiles), agrega otros datos de certificados de defunción en el Registro Civil y de los Servicios Médicos Forenses. Pero la información de esta institución es anual, de manera que no hay forma de compararla con el conteo contradictorio que lleva el Gobierno. Las cifras de 2021 se darán a conocer el 27 de julio.
En marzo se mató, según una dependencia, a un ritmo de 120 personas al día; en mayo, según otra institución, a 80 al día. Para finalizar el año y teniendo en cuenta la cifra más baja, habrán perdido la vida unas 29.200 personas. Imagínese el tamaño de una fosa que albergue a tantos cuerpos. En 2011, el peor año de la guerra, cuando las ejecuciones de pueblos completos —como la matanza de Allende—, las batallas entre cárteles y los colgados de puentes acaparaban las portadas de la prensa nacional, los muertos fueron 27.213 (según el Inegi). En 2020, el último año del que tiene registro esa institución, los asesinatos llegaron a 36.773.
Hay otros datos relevantes, pero que a menudo no se mencionan cuando se habla de homicidios, que son los de personas desaparecidas. En el país hay información de al menos 100.500 personas en paradero desconocido desde hace décadas, la inmensa mayoría desde 2006, cuando comenzó la guerra contra el narco. Si con los cadáveres no hay acuerdo para un número, con la ausencia de estos, la cifra negra puede engrosar exponencialmente la estadística. Desde que tomó el poder López Obrador en 2018 han desaparecido —y no han sido localizadas todavía— alrededor de 32.000 personas, según las denuncias registradas.
Tampoco están claras las cifras que apuntan a otro de los peores males del país: la violencia machista. En México mueren asesinadas 11 mujeres al día, según el último reporte del Inegi de 2020. Pero no hay un estudio real de esta problemática. Para conocer los datos de feminicidios es necesario recurrir a las muertes por homicidio de mujeres, ya que la cifra específica de feminicidio desploma la estadística: 948 en 2020, menos de tres al día, según los datos del Secretariado Ejecutivo. Pues para que una muerte violenta de una mujer se registre como feminicidio es necesario que la fiscalía de cada Estado, al ser un delito estatal, investigue su caso como tal y algunos ni siquiera lo contemplan en su Código Penal estatal. No hay, por tanto, una apuesta federal para llevar a cabo un diagnóstico del terror de la violencia de género.
El baile de cifras de la violencia provoca confusión y el descrédito a cualquier información oficial, un resultado que conviene a los gobernantes, pero que hace un flaco favor a resolver esta tragedia. Más allá de los números, en México es prácticamente imposible dar con una familia a la que no le hayan arrebatado un ser querido, un primo lejano, si hay suerte. Hay Estados donde más del 90% de su población señala sentirse insegura, como Zacatecas. Pocos se espantan cuando desde la tarima presidencial se apunta a 80 asesinatos al día, o 120. Las cotas de muerte son tan elevadas que cuando el Gobierno celebra una “contención” de la violencia, solo celebran ellos.
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