La pelea literaria por abrirse paso en una lengua indígena
Las literaturas indígenas se abren camino gracias al esfuerzo de los propios autores. Pero algunos dicen que todavía hay discriminación en el mercado de los libros
La escritora quechua Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman recibió tres soplos el día en nació: la brisa que hace que las jóvenes sean viajeras, la que hace que sean tejedoras y la que hace que sean poetas. La narradora, que migró de Perú a Francia hace 10 años, cuenta que sus referentes literarios de pequeña fueron sus padres, que le recitaban versos como estos: “Mariposa de alas dibujadas / en tus alas llevas los paisajes, las quebradas, las montañas / tu libro parpadea de par en par”. Cuando empezó a escribir impregnada de ese lenguaje cotidiano y lírico, le resultó difícil publicar sus poemarios ...
La escritora quechua Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman recibió tres soplos el día en nació: la brisa que hace que las jóvenes sean viajeras, la que hace que sean tejedoras y la que hace que sean poetas. La narradora, que migró de Perú a Francia hace 10 años, cuenta que sus referentes literarios de pequeña fueron sus padres, que le recitaban versos como estos: “Mariposa de alas dibujadas / en tus alas llevas los paisajes, las quebradas, las montañas / tu libro parpadea de par en par”. Cuando empezó a escribir impregnada de ese lenguaje cotidiano y lírico, le resultó difícil publicar sus poemarios en quechua. “Si yo publico es, sobre todo, por un esfuerzo propio”, cuenta.
El espacio de las lenguas originarias en la industria editorial es, aún, incipiente en América Latina. Pero no lo son sus autores, poetas o novelistas que han sabido dar la batalla para ser visibles en el mundo de las letras y promover la literatura bilingüe entre los lectores.
Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman, que participa esta semana en el VI Encuentro de Literaturas en Lenguas Originarias de América, en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara, tiene hasta ahora siete libros publicados. Los tres primeros los lanzó en Ecuador gracias a una pequeña editorial especializada. El cuarto lo sacó en Perú con el apoyo del Ministerio de Cultura. Solo en Francia, donde ya ha publicado dos libros de cuentos en edición trilingüe —quechua, español y francés—, está respaldada por un grupo editorial grande, aunque también especializado, L’Harmattan. “En el Perú no hubiera podido publicar estos libros”, dice y continúa: “[El país] arrastra un pasado colonial y se piensa que las comunidades están en un estado no civilizado”.
“Yo hago libros para niños y los hago sola, a mano, porque no he encontrado que haya interés en en el mundo editorial peruano por ellos”, dice Yesenia Montes Ñaupa, cuentista de la región de Ayacucho, Perú, donde las pocas bibliotecas disponibles no incluían literatura quechua para los más pequeños. En los últimos años Montes hizo entonces, con cartón, cuatro libros para sus escuelas. “Me dolía que nuestros niños no podían leer en su lengua materna, el quechua, y ahora no solo tenemos los libros en físico sino que los hemos digitalizado o transmitimos la lectura de estos por Youtube. Lo increíble es que luego no solo los querían los niños, sino también los adultos que no hablan quechua y quieren aprender”.
En América Latina y el Caribe, donde el 26% de las lenguas originarias está en riesgo de desaparecer, según el Banco Mundial, la falta de espacios para las literaturas indígenas persiste a lo largo del continente. La poeta y traductora zapoteca Irma Pineda, en México, coincide con las autoras peruanas. “No tenemos acceso a las grandes firmas editoriales porque hay un criterio comercial. No tenemos un público tan amplio, o estas grandes editoriales consideran que no lo tenemos”, señala. La escritora cree que se sigue mirando a obras como las suyas “como una literatura menor frente a la literatura en otros idiomas más reconocidos”.
“Hay un contenido estético y literario sobre los temas que estamos abarcando”, añade Pineda. La traductora destaca que los escritores contemporáneos apuestan por nuevas temáticas. En su caso, sus últimas creaciones hablan sobre la sexualidad y el erotismo: “Ya superamos esta etapa de recuperación de la tradición oral, cuando hacíamos referencia a muchos elementos que nos rodeaban en la comunidad, a la naturaleza”. Y eso ha estado propiciado, dice, por el acceso a otras literaturas: “No solamente escribimos a partir de lo que vemos en la comunidad. Yo leo mucha literatura maya o tzotzil, pero también autores rusos, españoles, portugueses, muchos mexicanos…”.
Pineda expone entonces una paradoja: “Un autor ruso no es conocido entre la gente [que habla otro idioma] hasta que lo difundes y lo promueves”. Y en ese sentido, apunta la relevancia de publicar libros en lenguas originarias con ediciones, por lo menos, bilingües. “Si queremos trascender como escritores, necesariamente tenemos que publicar en las otras lenguas”, indica. Autoras como ella o como Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman hacen sus propias traducciones. “Quienes escribimos en lenguas indígenas no tenemos lectores en nuestra propia lengua porque en nuestros pueblos no están alfabetizados en nuestras lenguas, aunque en México la Constitución lo diga”. “Con ellos”, explica, “la apuesta es al audio y al oral”.
Desde el punto de vista de las editoriales independientes, en Perú, el dilema es el mismo: los lectores en lenguas originarias son muy pocos y la traducción se hace necesaria. “De acuerdo a cifras que tenemos del 2019, los libros que se publican en lenguas originarias no son ni el 1% de los libros que se publican al año: en quechua quizás son 0,68% y el resto en otras lenguas como el aymara o el wampis”, dice Dante Gonzalez, poeta quechua y director de Pakarina, una editorial que publica libros en varias lenguas originarias. Los premios que varios gobiernos o ferias de literatura han creado en las últimas décadas para promover literatura en lenguas originarias, explica, pueden volverse claves entonces para atraer a los que hablan solo castellano (u otra lengua europea). Gonzalez cuenta que los ejemplares de dos libros que publicó Pakarina se agotaron solo después de que ganaron el premio Nacional de Literatura en la categoría de Lenguas Originarias: Aqupampa de Pablo Landeo Muñoz, en 2018, y Parawayraq Chawpinpi de Washington Córdova Huamán, en 2020.
La poeta peruana Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman también ve un “bum del quechua” entre los jóvenes peruanos, que han empezado a usar internet para “reconocerse a sí mismos a través de la poesía”. Un impulso, dice, propiciado por los “cambios culturales y políticos” en el país. La escritora apunta que existe una nueva generación de personas de su comunidad que son científicos, ingenieros, filósofos o escritores que “retoman lo que han hecho sus abuelos”. “Eso hace que el quechua actualmente pueda tener una cierta acogida”, valora.
Pero Perú tiene más lenguas originarias, y si bien el quechua ha logrado con mucho esfuerzo ganarse un puesto en las librerías, otros autores indígenas siguen siendo eclipsados. “Ahora se mira a la literatura andina o cosmovisión andina, pero aún hay una ausencia de la literatura amazónica en la historia literaria peruana”, dice Dina Ananco Ahuananchi, originaria de la región amazónica de Bagua y quien recientemente publicó con Pakarina Sanchiu, el primer poemario del país en la lengua wampis. “El verde de la Amazonía es nuestra esperanza/ ¿el verde de nuestros bosques es también nuestra perdición?”, dice uno de sus poemas escrito durante la pandemia, cuando la suya era una de las zonas del país con más muertes por contagios de coronavirus. “Perú es un país diverso en su cultura, en su diversidad lingüística, ¿pero qué sucede con esos pueblos?”, pregunta Ananco. “Según el Ministerio de Cultura hay acá 55 pueblos originarios, y 51 son amazónicos. Entonces ¿qué sucede con esa rica diversidad cultural?”
“La literatura indígena no existe”, se titula un ensayo de la lingüística mixe Yásnaya Elena Aguilar, originaria de Oaxaca en México y columnista de El PAÍS, con lo que no quiso decir que no existan novelistas o poetas indígenas, sino señalar la paradoja que hay para promoverse como un solo grupo: un riesgo en leerlas a todas bajo un mismo lente para esas ferias o premios literarios. “¿Cuál es el rasgo literario en común entre la poética tarahumara y el zoque que permite que se las adscriba a una misma categoría? ¿Por qué habría de otorgar un premio literario único a la producción en lenguas tan disímiles?”, escribe Aguilar en su libro ä: Manifiestos sobre la diversidad lingüística.
La traductora mexicana Irma Pineda también es precavida y advierte de que “sigue habiendo cierto clasismo en las literaturas”. En la feria de Guadalajara, critica, a los autores en lenguas originarias les “dejan en las últimas fechas o espacios menos importantes, pequeños o alejados del centro”. “No sé si se hace por cumplir una cuota de inclusión, pero no hay un verdadero interés por promover la literatura en lenguas indígenas. No se nos otorga el mismo aparato de promoción y difusión”.
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