Ventajas de que tu hijo viaje al extranjero (más allá de que aprenda inglés)
Además de mejorar el idioma, los adolescentes que se apuntan a un programa de inmersión lingüística conocen mundo, aprenden sobre otras culturas y diversidad y ganan en independencia
Entrados ya en la primavera, apenas quedan dos meses para que den comienzo las deseadas vacaciones de verano. Ansiadas especialmente para los alumnos, pero no tanto para los padres que ven cómo la conciliación se vuelve muy complicada esas semanas. Para conseguir alcanzarla, muchos buscan alternativas en las que sus hijos puedan disfrutar y a la vez, por qué no, aprender: ¿Tal vez un idioma? Eso no p...
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Entrados ya en la primavera, apenas quedan dos meses para que den comienzo las deseadas vacaciones de verano. Ansiadas especialmente para los alumnos, pero no tanto para los padres que ven cómo la conciliación se vuelve muy complicada esas semanas. Para conseguir alcanzarla, muchos buscan alternativas en las que sus hijos puedan disfrutar y a la vez, por qué no, aprender: ¿Tal vez un idioma? Eso no parece mala idea. En España, el nivel de inglés entre los jóvenes sigue por debajo de la media europea, tal y como concluyen diversos estudios, especialmente el último informe PISA de diciembre de 2023, que determinó que España ocupa la posición 35 de 113 países del mundo en cuanto a dominio de esta lengua y la número 25 de 34 países en Europa.
“A lo largo de estos años hemos observado como, poco a poco, ha habido una mayor concienciación sobre la importancia del inglés y las medidas que se han ido tomando desde un punto de vista educativo. Y aunque es verdad que el nivel de los españoles ha mejorado en los últimos años, no es suficiente”, sostiene la filóloga e intérprete Alison Funell. Otro aspecto muy importante, en opinión de Funell, es que en los centros educativos se sigue dando más importancia a la gramática que al uso del lenguaje: “Y los alumnos no tienen la agilidad, fluidez y confianza para expresarse de forma oral en conversaciones cotidianas. Resulta chocante que sean capaces de escribir cualquier frase en pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo, pero luego no sepan hablar con soltura pese al conocimiento gramatical que poseen”. Además, la experta recuerda que el aprendizaje de un idioma tiene que ser, como mínimo, un 50% teórico y otro 50% el uso del lenguaje. Para conseguir este objetivo, cuando son adolescentes, lo mejor, asegura, es viajar al extranjero. Con el fin de mejorar el nivel de inglés de los hijos, hay padres que, efectivamente, optan por enviarles al final de curso o unas semanas en verano a países de habla inglesa, como el Reino Unido, Irlanda o Estados Unidos. ¿En qué consisten estos viajes y, sobre todo, cómo ayudan a los chavales?
Bluestone Languages, asentada en Baza (Granada), es una de las muchas academias en España que organizan viajes de inmersión lingüística a países como el Reino Unido e Irlanda para jóvenes entre 12 y 20 años —con niños más pequeños de 12 años no se organizan viajes, porque consideran que es muy pronto—. A pesar de ser una empresa pequeña, desde 2019 llevan embarcados en estos viajes para que los menores de pequeñas poblaciones como la suya también tengan la oportunidad de vivir la experiencia.
Los participantes en estos programas suelen comenzar con un nivel básico o intermedio de inglés. Emma Clarkson, su directora, señala que con estos viajes los estudiantes logran afianzar sus habilidades lingüísticas y aumentar significativamente su fluidez y confianza al interactuar en un entorno angloparlante. Además, Clarkson enfatiza la importancia de la inmersión cultural total: “Más allá del aprendizaje del idioma, es fundamental que los estudiantes se sumerjan en la cultura local, lo que les permite expandir sus horizontes y adaptarse mejor a diversas realidades culturales”.
“Nosotros trabajamos con institutos a los que les ofrecemos programas para que lleven a un grupo de alumnos —a partir de 3ª de la ESO, de 14 y 15 años— al Reino Unido, Francia o Malta, entre otros destinos”, explica Fernando Ávila, director comercial de Azur Education, una empresa de Sevilla que lleva más de una década organizando este tipo de viajes con centros públicos de toda la geografía española. Según informa, el precio medio por semana ronda los 700-800 euros e incluye los traslados, estancias y clases.
Virginia Bersabe es profesora de uno de los centros públicos que viajaron con Azur Education, el Luis Vélez de Guevara de Écija, y explica que los alumnos de Primero de Bachillerato disfrutaron de una experiencia increíble en Dublín el pasado mes de marzo: “En el viaje se primó el bienestar del alumnado y que tuvieran una experiencia de relacionarse entre ellos fuera de España”. Y asegura que piensan repetir. Por su parte, Rosa Sánchez, profesora del IES Nazarí de Salobreña, en Granada, explica que este 2024 será el tercer año consecutivo que su centro educativo apuesta por la inmersión lingüística: “La primera vez fuimos a Salisbury, al sur de Inglaterra. Un total de 86 alumnos aprendieron disfrutando y pasándolo bien. Estuvieron alojados con familias e iban a una academia a perfeccionar el idioma. También se hicieron visitas culturales a Londres, Stonehenge y Southampton”. La segunda vez, según relata, se decidieron por la capital de Irlanda, Dublín: “En esa ocasión íbamos con 116 alumnos y visitamos también Irlanda del Norte —Belfast, la Calzada del Gigante y Glendalough—. Además, conocimos también muchos rincones poco conocidos, visitamos museos e hicimos un gran equipo”, recuerda Sánchez.
“Estos viajes no solo son para aprender un idioma, también es una experiencia vital muy relevante”, explica la psicóloga Tamara Arroyo. “Lejos de ser una simple elección educativa, marca un punto de inflexión en el desarrollo de los adolescentes, es un romper simbólico del cordón umbilical con los padres, un paso crucial en el camino hacia la autonomía y la madurez”, sostiene. “Además, estos viajes ofrecen una oportunidad única para que desarrollen el sentido de independencia y autoconfianza, porque al enfrentarse a desafíos en un entorno desconocido, lejos de la comodidad y seguridad del hogar, aprenden a confiar en sus propias habilidades y juicio, algo fundamental para la construcción de una identidad propia, distinta de la de sus padres o de la que se esperaba de ellos en su entorno familiar”, añade Arroyo. Los 12 años es la mejor edad para empezar a viajar fuera de casa porque estos menores ya entienden las diferencias de la cultura en los distintos países y son más autónomos. “La inmersión en una cultura diferente amplía horizontes y fomenta la apertura mental”, prosigue Arroyo, “y enseña a los jóvenes a valorar y respetar la diversidad”.
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