¿Hijos manipuladores o estrategas? Cómo son y cómo actúan

Los niños utilizan la ira, el rechazo o la vulnerabilidad de los padres para conseguir lo que quieren, herramientas que acaban detectando como una táctica para alcanzar su objetivo

La crianza sobreprotectora, por ejemplo el otorgar un exceso de atención, suele favorecer el aprendizaje de patrones manipulativos.Ekaterina Goncharova (Getty Images)

Berrinches, pataletas y gritos constantes. Estos y otros suelen ser los síntomas comunes de un niño que quiere llamar la atención. A priori, se trata de una actitud mucho más frecuente de lo que parece, ya que los pequeños, a medida que crecen, intentan conocer su impacto en el entorno y poco a p...

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Berrinches, pataletas y gritos constantes. Estos y otros suelen ser los síntomas comunes de un niño que quiere llamar la atención. A priori, se trata de una actitud mucho más frecuente de lo que parece, ya que los pequeños, a medida que crecen, intentan conocer su impacto en el entorno y poco a poco desean descubrir su influencia en quienes les rodean. Sin embargo, si no se controlan estas inocentes actitudes podrían desencadenar en un comportamiento manipulador. Pero ¿cómo detectarlo?

“La manipulación apela a las emociones, y cuando un niño manipula utiliza la ira, el rechazo o la vulnerabilidad para inducir en el otro cambios que favorezcan sus pretensiones”, explica Carlos Muñoz, director del Instituto Europeo de Psicología Positiva de Valdemoro (IEPP). Como puede que la palabra manipulador suene demasiado fuerte, la tendencia de los padres es preguntarse si no son sus hijos muy pequeños para serlo. “Pero manipulamos desde que nacemos, el bebé llora para que su mamá lo atienda”, apunta este experto. Tal y como describe un informe publicado por expertos en salud mental en Newport Academy, un centro de tratamientos en salud mental de Estados Unidos, los rasgos que perfilan a estos menores pueden comenzar ya a partir de los 10 años. Estos son: ignorar a los progenitores y las reglas que se les impone, castigar a los padres con trato silencioso, actuar de forma hiriente, cruel o irrespetuosa, hacer chantaje emocional, decir mentiras o, incluso, actuar de manera demasiado encantadora y obediente, entre otros.

En contraposición a los niños que manipulan, el psicólogo advierte que los menores que no lo hacen son capaces de exponer sus necesidades con claridad y asertividad. “Los pequeños que no usan tácticas manipuladoras aceptan los límites y las decisiones de sus progenitores y de los demás, en general, con armonía, pero esto puede cambiar. La crianza sobreprotectora, por ejemplo, el otorgar un exceso de atención, suele favorecer el aprendizaje de patrones manipulativos que se refuerzan si los niños obtienen el resultado esperado, pero también se debe tener en cuenta que, en muchos casos, es la propia conducta de los adultos la que favorece su desarrollo”, aclara Muñoz.

La Asociación Americana de Psicología (APA) define la manipulación como el ejercicio de influencia nociva sobre otros. Las personas (ya sean niños o adultos) que manipulan a otras atacan sus lados mental y emocional para conseguir lo que quieren, buscan crear un desequilibrio de poder y se aprovechan para obtener poder, control, beneficios y/o privilegios. “Muchos menores no manipulan por crueldad, sino porque simplemente ven que algunas estrategias funcionan para satisfacer sus necesidades”, incide Muñoz.

Según Newport Academy, los niños que manipulan suelen ignorar a los progenitores y las reglas que se les imponen. Elva Etienne (Getty Images)

Por su parte, Claire Lerner, psicoterapeuta experta en desarrollo infantil y autora del libro Why Is My Child in Charge? (¿Por qué mi hijo está al cargo?, en su traducción al castellano), asegura que durante la crianza la manipulación no existe como tal, sino que se trata de una estrategia. “Los niños siempre se motivan en conseguir lo que quieren y van a usar todas las herramientas que tengan a su disposición que les ayuden a alcanzar su objetivo, pero, en principio, no intentan volver locos a sus padres a propósito”, enfatiza. Para esta experta, si un berrinche hace que puedan pasar más tiempo con un iPad, puedan acostarse más tarde o consigan más atención, y no se ponen límites, simplemente, se trata de una buena estrategia.

Así, y tal y como asegura Lerner, el primer paso para no etiquetar de manipulador a un hijo es hacer un cambio de mentalidad: “En vez de decir que el niño manipula lo más conveniente sería decir que el pequeño ha encontrado una manera de conseguir lo que quiere, lo que le hace muy inteligente y estratega”. Por lo tanto, no se trataría de una manipulación, sino de un niño inteligente y competente, según la experta. “Solo están observando situaciones y descubriendo formas buenas de conseguir lo que quieren, una habilidad que les será de gran utilidad en la vida”, añade. Hacer este cambio de mentalidad, según la psicoterapeuta, resulta ser un punto de inflexión: “Cuando los padres ven que sus hijos encuentran formas de ejercer control sobre su entorno y utilizan cualquier táctica que funciona para lograr sus objetivos pasan de imponer límites muy estrictos o tener reacciones muy duras hacia ellos a poner simplemente los límites justos y necesarios que sus hijos necesitan”. Muñoz puntualiza que los límites han de ser claros, precisos y equilibrados: “Además, podemos negociarlos con una actitud abierta al acuerdo y generando la sensación de que todos ganamos”.

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