Mi hijo adolescente ha suspendido: ¿le pongo clases de refuerzo?
A veces es imprescindible apoyar a los menores porque no entienden al profesor, pero otras veces puede ser contraproducente. La solución está en la comunicación con los hijos y entender sus necesidades reales
Apenas hace unas semanas que los boletines académicos de los alumnos han llegado a casa. Y con ellos, quizás, los primeros suspensos, las primeras sorpresas desagradables y los primeros sustos. Más aún si el alumno está cursando la ESO o Bachillerato. Es muy habitual que ante una mala nota, lo primero en lo que piensen los padres sea en contratar a un profesor particular o en llevar a los estudiantes a una academia.
De hecho, según el estudio ...
Apenas hace unas semanas que los boletines académicos de los alumnos han llegado a casa. Y con ellos, quizás, los primeros suspensos, las primeras sorpresas desagradables y los primeros sustos. Más aún si el alumno está cursando la ESO o Bachillerato. Es muy habitual que ante una mala nota, lo primero en lo que piensen los padres sea en contratar a un profesor particular o en llevar a los estudiantes a una academia.
De hecho, según el estudio Educación en la sombra, realizado por Juan Manuel Moreno, profesor titular de la Facultad de Educación de la UNED para el Center for Economic Policy de Esade, el 23% de los hogares (y un 24% de los estudiantes) recibe clases particulares en España. Con un porcentaje tan alto, sería importante saber si es realmente necesario o, más bien, cuándo sí lo son y para qué.
Porque no todos los alumnos que suspenden necesitan refuerzo. Celia Llamas, profesora particular de matemáticas en la zona noroeste de Madrid desde hace 12 años, es rotunda: “Un suspenso no es una prueba irrefutable de que el chaval necesite refuerzo. Lo único que significa es que es necesaria una reflexión”. La pedagoga y creadora del programa Estudiar con sentido, Ana Couto, apunta a que, de hecho, tras un mal resultado académico puede haber mucho trabajo mal enfocado: “O un exceso de confianza que lleva a los chicos y chicas a dedicarle menos esfuerzo del necesario a la asignatura; o incluso la creencia de no ser capaces de sacarla adelante, pensamientos que pueden terminar convirtiéndose en verdad por lo de la profecía autocumplida”.
Hay que tener en cuenta, además, que la ratio por clase en la ESO está en torno a 30 alumnos y, a veces, la manera de explicar del profesor no se adecúa a todos ellos, como comenta Couto: “Puede que el profesor explique bien, pero con un estilo que algunos no entiendan. Pero no nos engañemos, también hay profes que no explican o que no tienen buena capacidad didáctica. En ese caso, sí, hay que reforzar. A veces solo con tener a una persona que lo explica es suficiente, porque además pueden corregir errores y verlos con más detenimiento que en clase”. Sobre todo en asignaturas como matemáticas, física y química: “Y más aún si se opta por clases particulares porque el profesor está centrado todo el tiempo en un solo alumno. Aunque claro, supone mayor esfuerzo económico que las academias”.
Enseñar al alumno a trabajar
En cualquier caso, y sabiendo que los factores que causan los malos resultados académicos pueden ser múltiples, es un punto adicional que el profesor vaya más allá de explicar la materia. Es lo que hace Celia Llamas, quien suele poner en marcha la misma metodología con sus alumnos: “Una vez que el profesor particular entra, lo adecuado es darle al estudiante herramientas para que lo entienda, pero también para que trabaje cada día. Aunque yo doy clase uno o dos días a la semana, a mis alumnos les pido que me envíen un ejercicio diario al WhatsApp y los tengo que corregir. No solo se trata de explicar la materia, también de enseñarles a trabajar”.
El objetivo último de este sistema es tratar de que el alumno, con el tiempo, se valga por sí mismo. “Cuando el niño empieza a despegar, es importante ir rebajando la intensidad de las clases muy poco a poco, para que finalmente el niño vuele solo”. De hecho, no cree que sea buena idea que los alumnos tengan profesor particular desde el momento en que empieza las clases: “Hay que dejar que primero se reten a sí mismos, sobre todo si el año anterior ya ha tenido un profesor que le ha enseñado a estudiar”.
Cuando es contraproducente
De hecho, puede llegar a ser contraproducente que se acostumbren a tener siempre ayuda porque “a veces dejan de esforzarse en clase, esperan directamente a que se lo explique el profesor o profesora el día que toca”, y, sencillamente, desconectan de la asignatura entre clase particular y clase particular. Así lo ha reconocido Gabriela Hernández, alumna brillante en todas las asignaturas menos las matemáticas, para las que necesitó profesor particular y academia durante toda la ESO: “No me gustaba la asignatura, así que no le dedicaba nada de tiempo. Hasta que en Bachillerato me lo tomé como un reto personal. Estudié, practiqué y practiqué y saqué 9 en la EVAU”.
Couto también es de la opinión de que no hay que poner refuerzo por sistema: “Sobre todo si se ven capaces y tienen margen para recalcular si lo necesitaran, de modo que puedan pedir ayuda a tiempo de conseguir sus objetivos”. “De hecho”, explica Couto, “poner un refuerzo no solicitado y no necesario puede tener el efecto de que el alumno o alumna sienta que le confirman que no vale, que no se confía en él”. Para la experta, esto puede suponer falta de interés en las clases o incluso falta de autoestima: “Algo fundamental para enfrentarse a los exámenes controlando los nervios”.
En efecto, a veces sucede que estudiantes con buena capacidad ven cómo su rendimiento acaba estando por debajo de sus posibilidades, lo que les supone un verdadero varapalo moral, según Vanessa Vicente Ribera, docente del Máster de Psicopedagogía de la UNIR. Por eso es importante conocer cuál es su método de estudio. “De qué herramientas dispone para acercarse al aprendizaje, debiendo atender y observar cuestiones como su organización y planificación, fundamentales en esta etapa”.
Pero como no siempre es fácil para los progenitores manejarse bien en el mundo académico de sus hijos, Vicente recomienda seguir las orientaciones del tutor o persona del departamento de orientación, ya que conocen el punto en el que está el adolescente en todas sus dimensiones y les pueden guiar para saber dónde priorizar el refuerzo educativo: “Todo ello dejando que ellos manifiesten sus intereses, sus preocupaciones y sus preferencias”.
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