Por qué las notas de tu hijo adolescente no son tan importantes como crees

Presionarles demasiado es contraproducente, pero deben saber que un suspenso es un mal resultado

Una estudiante hace en su casa los deberes encargados por el colegio para el día siguiente.Jaime Villanueva

Junto con la Navidad, por estas fechas llegan de manera irremisible las calificaciones de la primera evaluación del curso de nuestros adolescentes. Unas primeras notas que nos ayudan a hacernos a la idea de cómo ha ido este primer trimestre. Algo que, incluso tratándose del alumno o alumna más responsable y aplicado del centro de estudios, puede suponer alguna que otra sorpresa, sobre todo desde que inician la ESO.

Aunque es evidente que las notas nos sirven a los padres de orientación sobre cómo les va a nuestros hijos, los expertos no aconsejan que nos ciñamos a estos resultados para ...

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Junto con la Navidad, por estas fechas llegan de manera irremisible las calificaciones de la primera evaluación del curso de nuestros adolescentes. Unas primeras notas que nos ayudan a hacernos a la idea de cómo ha ido este primer trimestre. Algo que, incluso tratándose del alumno o alumna más responsable y aplicado del centro de estudios, puede suponer alguna que otra sorpresa, sobre todo desde que inician la ESO.

Aunque es evidente que las notas nos sirven a los padres de orientación sobre cómo les va a nuestros hijos, los expertos no aconsejan que nos ciñamos a estos resultados para valorar su trabajo. Ni sus capacidades. Sería demasiado simple y si por algo se caracterizan la educación y la crianza no es precisamente la simplicidad. Lo explica Ana Couto, pedagoga y creadora del programa Estudiar con sentido: “Las notas rara vez reflejan realmente el proceso de cada alumno. A veces hay notas muy buenas sin ningún tipo de esfuerzo; y otras veces hay notas muy malas con muchísimo esfuerzo. Si nos centramos solo en el resultado no podemos ver lo que le pasa a cada estudiante, qué dificultad tiene, si la tiene; o qué ayuda puede necesitar”.

La clave es el proceso, no el resultado

Couto hace una analogía entre las calificaciones y una foto, “son una valoración puntual, pero el proceso de estudio es más bien como un video. Debemos fijarnos en sus esfuerzos, en su interés y el empeño que ponen, sin embargo, por encima de las notas están las habilidades de vida: cómo son como personas”. Y pone un ejemplo muy claro: “Si tenemos un alumno de nota media de 7 que puede dar más no obstante tiene una vida social muy saludable, le gusta pasar tiempo practicando su deporte, tiene intereses artísticos y actividades para desarrollarlos y no se agobia con los estudios, es mucho más saludable que un alumno que se centre en el sobresaliente, incluso con agobios, y no desarrolle otros aspectos de su vida”, afirma la pedagoga.

La idea de enfadarnos o castigarles ante una mala nota tampoco es lo más educativo. Bien al contrario, puede ser contraproducente, como indica Ana Isabel Manzanal, docente del Máster de Formación del Profesorado de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR): “Es clave evitar que una nota baja o un suspenso se viva como una tragedia y el alumno sienta que, de alguna manera, está fracasando”. Y continúa: “Las notas escolares nos ofrecen información sobre nuestros hijos y representan un punto de partida para conversar con el adolescente para indagar sobre sus gustos, sus capacidades y sus planes de futuro, pero no deben bloquear nuestra comunicación con ellos. El futuro académico no puede significar una sensación de fracaso constante, sino un pretexto para hacerles entender el porqué y para qué de lo que estudian”. Y añade: “Es preciso erradicar la idea de que los hijos obtendrán un mejor rendimiento académico si los padres ejercen una gran presión por hacer las tareas bien. Una actitud muy exigente genera ansiedad ante los exámenes y obsesión por las notas”, asegura Manzanal.

Lo que se aprende de un suspenso

La dificultad está en encontrar ese punto medio en el que no le demos demasiada importancia a las notas, sin embargo, que tampoco parezca que no sirven de nada, porque sí sirven, como afirma Aitor Álvarez Bardón, director del Máster en Neuropsicología y Educación de la Universidad Internacional de La Rioja, “a pesar de que hay una tendencia de algunas grandes empresas de virar hacia un modelo en el que la contratación y el acceso al mundo laboral se basa, no tanto en el expediente académico sino por las competencias que demuestras, en la sociedad el expediente académico sigue teniendo mucha relevancia”. Es decir, que dar importancia a las notas sí está justificado. Entonces, ¿cómo lo hacemos?

Para empezar, hay que dejarles claro que un suspenso debe corregirse. Lo cuenta Ana Couto: “Un 4 nunca es buen resultado y no debemos estar satisfechos con él. Pero detrás de un suspenso siempre hay algo que lo explica. No es lo mismo que se haya bloqueado en el examen por los nervios que ni siquiera haya leído el tema. Es más importante que sean conscientes de lo que ha pasado y ellos mismos puedan decidir cómo solucionarlo o cómo verificarlo”. Es decir, si deben aprender a relajarse o sencillamente dedicarle más esfuerzo a esa asignatura o, en caso de que sea posible, ponerles un refuerzo.

Es importante dejarles hablar

Como siempre, la clave está en la comunicación. Por eso, la profesora del Máster de Formación del Profesorado aconseja “conversar tranquilamente con nuestro hijo sobre su trabajo para identificar los motivos de sus malas notas sin hacerles sentir fracasados. Por eso, es imprescindible primero escuchar atentamente las dificultades que ha encontrado”. Couto añade: “Debemos preguntarles cuál es su objetivo, con qué nota se sentirían orgullosos, algunos con un 5 tienen bastante; otros se desmoronan con un 8. Pero es interesante que desarrollen su propio criterio”.

Esa es una clave fundamental que la pedagoga pone en práctica con los estudiantes que acompaña: “Les pido que no estudien para satisfacer a nadie, sino que trabajen para ellos mismos, para crear su conocimiento, su cultura general. Veo en mis sesiones que el estudio está totalmente desvinculado del aprendizaje. Estudian para los exámenes y no para aprender. Y así se desvirtúa todo, pierden toda motivación y dejan de implicarse”. Recuperar la ilusión es posible si la razón de su esfuerzo es encontrarse satisfechos con lo que consiguen independiente de la valoración que obtengan desde fuera. “Cuando lo hacen para ellos se esfuerzan mucho más y buscan con más eficacia esos buenos resultados”. No hay nada que motive más que entender de lo que son capaces de hacer.

Adolescentes con ansiedad a las notas

La presión de los padres o la suya propia a menudo acarrea ansiedad. Un problema muy grave a juicio de Ana Couto porque “normalizan la ansiedad como estrategia para afrontar la vida. Está bien que quieran mejorar, pero cuando está presente la ansiedad hay que pedir ayuda por las consecuencias que tiene, en el presente, pero sobre todo hacia el futuro”. Tanto es así que afirma que profesionalmente es más difícil acompañar a estudiantes con altas calificaciones y mucha ansiedad que a aquellos que suspenden porque carecen de hábitos de estudio.
En cualquier caso, lo adecuado es ofrecerles alternativas más acordes con su estilo de aprendizaje: “Cada persona aprende de una forma diferente y por eso necesitan técnicas de estudio en sintonía con su forma de aprender”. Encontrar la técnica adecuada ahorra tiempo y esfuerzo y les facilita seguridad y confianza en sí mismos.


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