Noelia Extremera, psicóloga perinatal: “Cuando las madres se sienten seguras para expresarse sin miedo al juicio cuentan que la experiencia no es como imaginaban”
La experta recoge en ‘Las emociones de mamá’ testimonios de mujeres y reflexiones que ayudan a comprender la complejidad emocional de la maternidad. Un libro en el que no hay consejos o un manual de instrucciones, pero sí un espacio de comprensión y validación
Noelia Extremera (38 años, Madrid) lleva casi una década acompañando como psicóloga a mujeres en diferentes etapas de su maternidad. Fue su propia experiencia la que la llevó a especializarse en psicología perinatal —rama que abarca todos los aspectos psicoafectivos relacionados con la concepción, el embarazo, parto, postparto y crianza temprana—, al percibir la necesidad real de un acompañamiento experto y actualizado en este momento vital. Una etapa en la que afirma que al “desconocimiento por parte de muchos profesionales” se suma la ausencia de relatos, tanto científicos como personales, de las protagonistas: las madres. Para dar voz a las mujeres que atraviesan la maternidad, y poder hacer visible el enorme abanico de emociones que la atraviesan según la etapa o el proceso, Extremera acaba de publicar su primer libro Las emociones de mamá (Grijalbo, 2025), un libro en el que no hay consejos o un manual de instrucciones, pero sí un espacio de comprensión y validación.
A través de testimonios reales y reflexiones, la psicóloga perinatal propone un recorrido emocional por distintos momentos, desde el deseo de concebir hasta los primeros años de crianza. “El objetivo del libro no es explicar a las mujeres cómo deben sentirse, sino ayudarlas a reconocer lo que sienten, ponerle nombre y entender que cada vivencia es única y legítima”, sostiene. En Las emociones de mamá, aborda de forma honesta temas como la ambivalencia emocional durante el embarazo, la culpa y la exigencia en el posparto o el impacto de la transformación de la identidad. Y lo hace dándoles voz a ellas porque, dice, “la realidad de las madres solo pueden contarla las propias madres”.
PREGUNTA. ¿Cuántas mujeres se ha encontrado estos años en consulta con lo que llama en su libro “el duelo por las expectativas”?
RESPUESTA. Prácticamente todas. Cuando las madres se sienten seguras para poder expresarse sin miedo al juicio, cuentan que la experiencia no es como imaginaban. Y esto tiene mucho que ver con el mensaje cultural, social y educacional que hemos recibido a lo largo de nuestra vida. Te dibujan una maternidad que se aleja mucho de la experimentada. Es razonable que no sea idéntica, lo que es sorprendente es que sea tan diferente.
P. ¿Se puede escapar de esas expectativas?
R. Creo que hay una parte de la expectativa que tiene la función motivadora hacia la maternidad, lo que ya le va bien a la supervivencia de la especie. De lo que seguramente queramos escapar las madres es de la diferencia excesivamente grande que hay entre la expectativa y la realidad. Además, muchas veces las madres lo expresan claro: “No me supone ninguna dificultad cuidar a mi bebé más allá del cansancio natural, lo que siento desbordante es hacerlo en entornos tan hostiles”.
P. ¿Por qué le parecía importante dar voz a las madres en su libro a través de sus propios relatos?
R. Era una cuestión de justicia. La realidad de las madres solo pueden contarla las propias madres. La psicología perinatal como especialidad científica se construye a través de la observación de procesos naturales. Para eso necesitamos que sean las madres las que nos relaten su experiencia, y a las compañeras en investigación como Susana Carmona, al frente del equipo Neuromaternal [un equipo de investigación en neurociencia que estudia los cambios cerebrales asociados al embarazo, la maternidad y la paternidad], para que analicen los datos y podamos disponer de una evidencia que aumente los recursos y mejore los acompañamientos.
P. ¿De qué depende la forma en la que se vive la maternidad?
R. Desde mi punto de vista, en cualquier circunstancia humana, especialmente en la maternidad, separar a una persona del contexto en el que se vive esa circunstancia suele ser injusto y violento. Estamos muy acostumbrados a poner el foco sobre la madre y señalarla. Sin embargo, cuando abrimos la mirada al contexto en el que vive su maternidad se explican muchas cosas. Hay una frase que incluyo en el libro que muestra muy bien esta situación: “Todas podemos estar en el mismo mar, pero no todas vamos en el mismo barco”.
P. En el contexto actual, ¿cree que el deseo de ser madre, que define como “personal e intransferible”, está en peligro de extinción?
R. No tengo claro que el deseo pueda extinguirse, lo que parece que se extinguen son las posibilidades de intentar cumplirlo. Parece que a las mujeres las formas de vida occidentales nos están lanzando con catapulta a tener que elegir constantemente, lo que es una fuente de estrés, teniendo en cuenta que también estamos sometidas a la responsabilidad y al juicio externo posterior. Se nos exige todo, lo que a la vez no deja espacio para nada.
P. ¿Por qué resulta especialmente contradictorio que se silencien las emociones en la maternidad, siendo un proceso tan ligado a lo cultural, pero también a lo biológico y a lo emocional?
R. En las sociedades en las que vivimos cualquier cosa que sea potencialmente catalogable como “emoción” tiende a silenciarse. Aunque cada vez tenemos más evidencia de que silenciar una emoción tiende a ser el proceso opuesto al natural. Además, hay una relación clara con el hecho de que la maternidad sea un espacio de mujeres. Las mujeres, silenciadas; las emociones, silenciadas.
P. Explica que decir embarazo de “alto riesgo” puede suponer un elevado estrés prolongado en el tiempo para la madre. ¿Ayudaría encontrar otra forma de referirse a estas gestaciones para no causar ese malestar?
R. El tema no es tanto encontrar otras formas de referirnos como encontrar lo que sirve de ayuda a nivel individualizado. Para mí, lo importante es que nos demos cuenta de la falta de coherencia que reciben las madres que experimentan estas situaciones. Por un lado, están en una consulta con un cartel que indica “alto riesgo” y, al entrar, el profesional le dice que debe estar tranquila porque el estrés puede afectar al bienestar de su bebé. A mí se me hace complicado pretender que todas las madres en un embarazo de alto riesgo puedan estar sosteniendo emociones que le generan un elevado malestar. Quizás ayude más generar espacios donde puedan expresar su malestar y realizar todas las preguntas que necesiten con el objetivo de disminuir incertidumbres de cara a la siguiente revisión. En la mayoría de las ocasiones, el foco y la responsabilidad acaba en las madres, casi como únicas posibles generadoras de solución para sus problemas. Igual lo que hay que hacer es escuchar qué necesitan las madres.