Cómo entrenar la paciencia de tus hijos en la era de la inmediatez

Potenciar la capacidad de esfuerzo, constancia y perseverancia lleva al menor a ser una persona más agradecida con los demás y orgullosa de sí misma, ya que es consciente del trabajo que conlleva alcanzar una meta

La paciencia es la facultad de saber esperar cuando algo se desea altamente.Tatyana Tomsickova Photography (Getty Images)

Para poder entrenar la paciencia habría que empezar por definirla. La paciencia es la facultad de saber esperar cuando algo se desea altamente, además de la capacidad de realizar algo de manera minuciosa, sin alterarse, con serenidad y calma. También es uno de los valores básicos y esenciales del ser humano, tanto para sí mismo como para vivir en comunidad. Y una de las cualidades que más necesita trabajar la sociedad, ya que a menudo no se valora como debiese. En los últimos años, la era digital en la que la sociedad se ve inmersa y debido a los avances que han ido apareciendo (la facilidad para comprar online e incluso recibir aquello que se adquiere en el mismo día, entre otros), lejos de beneficiar algunos aspectos y valores personales y sociales, han empeorado capacidades básicas del ser humano como la paciencia, la perseverancia, la tolerancia a la frustración y la memoria, entre otras. Y todo esto propicia una generación dominada por la inmediatez.

Tampoco se trata de demonizar los avances, sino de conseguir el tándem perfecto donde coexistan el equilibrio entre emplear herramientas novedosas que permitan llevar a cabo una vida más sencilla y práctica y a su vez que se sigan potenciando valores necesarios y de gran importancia para el ser humano, como es la paciencia.

Pero, ¿por qué es importante la paciencia? Esta cualidad permite adquirir múltiples valores que van de la mano unos de otros. La perseverancia que nos aporta la paciencia permite al niño ser creativo, adquirir nuevos métodos y razonar hasta lograr los objetivos que se marque. Además, ello le ofrece la posibilidad de ser más resiliente, es decir, de afrontar cada obstáculo como una oportunidad de aprendizaje. El mero hecho de potenciar la capacidad de esfuerzo, constancia y perseverancia lleva al niño o a la niña a ser una persona más agradecida con los demás y orgullosa de sí misma, ya que es consciente del trabajo que conlleva alcanzar una meta y el proceso que ha realizado para conseguirla. Las personas pacientes se desenvuelven mejor a nivel social, porque son capaces de dialogar, escuchando al otro, intervenir esperando su turno y disfrutar de los momentos en grupo sin sentir estrés.

La perseverancia que nos aporta la paciencia permite al niño ser creativo y razonar hasta lograr los objetivos que se marque.Petko Ninov (Getty Images)

¿Cuáles son las claves para entrenar la paciencia en los niños?

Existen múltiples modos de favorecer esta virtud, porque es un valor que no solo se puede trabajar a lo largo de la infancia, sino que con entrenamiento, constancia y perseverancia puede potenciarse a lo largo de toda la vida. ¿Cómo?

  • Siendo ejemplo. Los niños necesitan un reflejo en el que mirarse cuando se les solicita que realicen algo. Es decir, es más importante el ejemplo que reciben que la orden verbal que escuchan.
  • Es clave aprender a adquirir vocabulario emocional, integrando las emociones en el día a día, expresando cómo se sienten, tanto adultos como niños y niñas. Hay que darle normalidad a la demostración de emociones, tanto de aquellas que son agradables de sentir, compartir y expresar, como pueden ser la alegría o la ilusión, como de aquellas que son menos cómodas o placenteras, tales como la frustración, el miedo o la envidia.
  • Integrar la paciencia como un valor más de la vida, entendiendo que los turnos y la espera son parte del día a día. No todo puede ser inmediato e incluso se debe explicar que no es beneficioso ni conveniente que lo sea, ya que muchas situaciones están fuera del alcance de uno mismo. Hay que aprender a acompañar las emociones que nos genera la espera, como pueden ser la frustración, la inseguridad, la incertidumbre al no obtener respuesta de otro y, en definitiva, no poder tener bajo control el mundo.
  • Ofrecer disponibilidad, escucha y validación de las emociones para acompañar al niño de manera incondicional. Es decir, este tiene que poder expresar su enfado y frustración ante su falta de paciencia, siendo el adulto el ejemplo de una conducta adecuada en dicha situación. Además, si se es consciente de cuál es la clave del acompañamiento de estas emociones, en gran parte el valor fundamental para ello es el de la paciencia del adulto que sostiene y guía al niño. Hay que confiar en el proceso, entendiendo que se necesita práctica, repetición, toma de conciencia y aprendizaje para integrarlo como un valor más en el día a día.
  • Uno de los ejercicios más importantes es poner en práctica la paciencia en la rutina diaria. Se puede hacer que participen en juegos de turnos, ir a la compra y esperar en una fila, programar un plan deseado para pasados unos días, emplear un calendario para aprender a situarse en el tiempo y ser conscientes del momento en el que viven o enseñar a respetar los turnos de palabra y escucha en una conversación.

Indudablemente, la sociedad está evolucionando a pasos agigantados en los últimos años y el estilo de vida actual es rápido y acelerado. Esto implica que los niños y las niñas se vean envueltos en rutinas llenas de actividades, con horarios repletos de planes, en los que la carrera, las prisas y la impaciencia están presentes en su rutina. Es importante que exista una coherencia entre el mensaje que se lanza a los menores sobre el valor de la paciencia y el que observan y viven para que puedan integrarlo de manera adecuada y funcional.

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