Cómo jugar con la Barbie negra en silla de ruedas puede mejorar la autoestima de los niños

La ausencia total de referentes en juguetes, cuentos o películas repercute negativamente en el sentimiento de valía de los más pequeños. El autoconcepto, es decir, el cómo se perciben, se forma en comparación con las personas a las que consideran como iguales, similares o diferentes

Es necesario proporcionar a los niños referentes racializados y diversos porque la presencia de todo tipo de cuerpos es indispensable.Marco VDM (Getty Images)

Es el cumpleaños de Clara (cuatro años) y se dispone a abrir sus regalos. Los amigos la miran atentos y ella, fascinada, enseña su nuevo tesoro: “¡Es una Barbie negra en silla de ruedas!”. Las madres y los padres intercambian miradas y sonríen. Su amigo Juan (también de cuatro años) acerca el muñeco de Hulk, le estira las manos hasta la parte trasera de la silla y dice: “Venga, Barbie, que te acerco al parque”. Nunca habían visto una muñeca paralítica: ni los pequeños ni los mayores, pero más allá de fascinarles el mecanismo de la silla y, cabe añadir, el pelo afro, en la entrada del colegio a...

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Es el cumpleaños de Clara (cuatro años) y se dispone a abrir sus regalos. Los amigos la miran atentos y ella, fascinada, enseña su nuevo tesoro: “¡Es una Barbie negra en silla de ruedas!”. Las madres y los padres intercambian miradas y sonríen. Su amigo Juan (también de cuatro años) acerca el muñeco de Hulk, le estira las manos hasta la parte trasera de la silla y dice: “Venga, Barbie, que te acerco al parque”. Nunca habían visto una muñeca paralítica: ni los pequeños ni los mayores, pero más allá de fascinarles el mecanismo de la silla y, cabe añadir, el pelo afro, en la entrada del colegio al día siguiente se da la siguiente escena: una niña cinco años mayor entra al cole en silla de ruedas, y Clara y Juan se miran cómplices, sin mediar palabra, pero entendiendo totalmente lo que pasa. Este es un ejemplo real que escenifica la importancia de que los niños tengan referentes diversos en su día a día, y así apostar por la diversidad en la educación y en la vida.

Laura Marcilla es psicóloga y sexóloga. Forma parte de la asociación Almería Con Orgullo, una asociación LGBTI que trabaja también sobre la representación del colectivo en la cultura. Afirma que todas las personas necesitan verse reflejadas porque buscan puntos de similitud con otras, y que “el sentimiento de pertenencia, de percibir que formamos parte de una comunidad, es importante principalmente para la construcción de la autoestima”. Si esto es aplicable a cualquier persona, cobra aún más importancia cuando se refiere a la infancia y, especialmente, a menores que pertenezcan a algún colectivo minoritario o infrarrepresentado, asegura Marcilla. El autoconcepto, es decir, el cómo los niños y niñas se perciben, se forma en comparación con las personas a las que consideran como iguales, similares o diferentes. “Por lo tanto, si una niña racializada, por ejemplo, no tiene ejemplos a su alrededor en dibujos o en cuentos puede dar lugar a sentimientos de soledad o de inferioridad”, afirma la psicóloga. “Y si hay representaciones, pero son estereotipadas o exageradas y siempre reproducen los mismos prejuicios, el resultado tampoco es positivo”, añade.

La ausencia total de referentes, de espejos en los que mirarse, puede repercutir negativamente en el sentimiento de valía. Rocío Quillahuaman nació en Perú y de pequeña llegó a Barcelona. Era una crack en el colegio y hacía las tareas mientras su madre limpiaba pisos en el Eixample. Ahora es muy conocida en redes sociales —solo en su Instagram tiene casi 200.000 seguidores— por sus animaciones divertidas y hace unos meses publicó Marrón (Blackie Books, 2023), un libro perfecto para adolescentes en el que cuenta cómo de diferente (de marrón) se sintió cuando era joven. Quillahuaman asegura que verse reflejada en referentes sirve para sentirse válida, tener esperanza y la capacidad de aspirar a algo: “Me habría ayudado a aceptar mi identidad desde entonces”. “No verme representada en ningún producto cultural que consumía”, prosigue, “me hacía sentir que no valía nada para esta sociedad. Estar invisibilizada te hace sentir que no existes para el resto. Que no eres parte de aquí. Es una forma más de apartarnos, de marginarnos”.

Marcilla explica que en Europa prima la representación blanca, con cuerpos normativos y sin ningún tipo de discapacidad. “Y, a menudo, las excepciones, cuando aparecen, quedan relegadas a un rol secundario o incluso asociadas al villano o la villana de la historia. Por ejemplo, Úrsula, que es gorda y, ¿casualidad?, la mala de La Sirenita”. Las películas infantiles y juveniles con las que han crecido madres y padres no siempre lo hicieron bien: “Los felinos con características asiáticas de La Dama y El Vagabundo son malvados. Aladdín se va volviendo más blanco a lo largo de la película, de manera que se puede asociar la blanquitud con el éxito”, analiza.

Es cierto que Mattel y Disney se han puesto las pilas: ya hay princesas racializadas e incluso solteras, pero aún está por inventar una protagonista con sobrepeso o lesbiana. La película Mundo extraño (de las últimas de Disney) tiene como protagonista a un adolescente racializado y gay, y la trama no tiene que ver con su color de piel o la sexualidad, sino que, igual que podría ser blanco y tener novia, está normalizado cómo es este adolescente con espíritu aventurero. Por otra parte, Mattel ha sacado una línea de Barbies alejadas a la estereotípica, unas muñecas inclusivas: curvy, estatura baja, con audífono, con síndrome de Down o con vitíligo.

Mattel lanzó en 2019 su Barbie negra en silla de ruedas.

La escritora y formadora Desirée Bela - Lobedde tiene dos hijas, de 14 y 16 años. También imparte talleres antiracismo, y dice que, como madre, es necesario proporcionarles a los niños referentes racializados y diversos porque la presencia de todo tipo de cuerpos es indispensable. “Si se trata de criaturas con cuerpos normativos, les ayuda a ver a esos otros cuerpos; si son criaturas con cuerpos no normativos, les ayuda a reconocerse en esos referentes y a ver una representación positiva de cuerpos como el suyo”, afirma. Y añade: “Si a los menores se les está inoculando la idea de que su cuerpo no es adecuado, impedir que vean cuerpos como el suyo refuerza la sensación de que, efectivamente, hay algo malo en su cuerpo y que por eso no debe ser mostrado”. Lo que refuerza la vergüenza corporal, lo que se conoce como el body shaming.

Nuestra imaginación tiene ciertos límites, en contra de lo que pueda parecer. Es más sencillo imaginar sobre aquello que se conoce o con lo que se está familiarizado. “De la misma manera en la que no podemos imaginar un color nuevo que nunca hayamos visto, resultará mucho más difícil imaginar realidades que nunca hayamos observado”, asegura Marcilla. Para esta psicóloga, los referentes blancos, delgados, capacitistas —discriminación o prejuicio social contra las personas con discapacidad— y varones perpetúan estereotipos y fomentan las formas de discriminación interiorizadas, es decir, las que una persona ejerce sobre sí misma sin ser plenamente consciente de ello porque ha absorbido ciertas creencias al respecto. Es por eso, para abrir mundos y normalizar existencias, que la psicóloga recomienda cuentos como Malena Ballena (antigordofobia), Mariama (antiracista), Ahora me llamo Luisa (infancia trans) y Princesa Li (homosexualidad). También Los cuentos que nunca nos contaron o los cómics de Valerosas (mujeres empoderadas). Para un público adolescente: la serie Sex Education y Euphoria, ya que ambas tienen una trama entretenida y una excelente representación de la diversidad.

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