¿Cómo viven los niños la muerte? La pérdida, el tanatorio y el duelo en la infancia

Si ya de por sí a los adultos nos resulta difícil hablar de ella y de nuestra existencia, cuando los niños entran en escena, el panorama se complica mucho más

Un niño llora en un cementerio.TATYANA TOMSICKOVA (Getty Images/iStockphoto)

Decía el filósofo y poeta francés François de la Rochefoucauld que ni el sol ni la muerte se pueden mirar de frente. No le faltaba razón porque al ser humano le cuesta mucho hablar de la muerte. Si ya de por sí a los adultos nos resulta difícil hablar de la muerte y de nuestra existencia, cuando los niños entran en escena, el panorama se complica mucho más. Lo cierto es que el miedo a la muerte es universal. En ocasiones, los niños manifiestan una serie de síntomas que no son más qu...

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Decía el filósofo y poeta francés François de la Rochefoucauld que ni el sol ni la muerte se pueden mirar de frente. No le faltaba razón porque al ser humano le cuesta mucho hablar de la muerte. Si ya de por sí a los adultos nos resulta difícil hablar de la muerte y de nuestra existencia, cuando los niños entran en escena, el panorama se complica mucho más. Lo cierto es que el miedo a la muerte es universal. En ocasiones, los niños manifiestan una serie de síntomas que no son más que expresiones de su miedo a la muerte. Sí que es cierto que en torno a los 6 años y hasta la etapa adolescente, el tema de la muerte suele quedar inhibido, algo que Sigmund Freud llamó etapa de latencia. ¿Cuántas veces los adultos hemos tenido pesadillas en donde hacía acto de presencia el miedo a la muerte sin que hayamos sido conscientes? Esto lo refleja muy bien la genial cita de Woody Allen: “No le temo a la muerte, pero no quiero estar ahí cuando llegue”.

¿Cómo viven los niños la muerte? Desde luego que no existe una única manera de enfrentarse a la muerte, ya que cada niño lo vive de una manera diferente. Me gustaría reflexionar sobre cómo podemos gestionar los padres la muerte de un ser querido. Recientemente, mis hijos sufrieron la muerte de su bisabuela. Que sea natural que las personas mayores mueran, no hace que sea menos doloroso. El fallecimiento de un ser querido siempre entristece y moviliza los cimientos de nuestras vidas. ¿Qué hacemos y cómo procedemos con nuestros hijos ante la muerte de un ser querido? ¿Debemos llevar a nuestros hijos al tanatorio o al cementerio? No me atrevo a dar una respuesta que deje tranquilos y conformes a todas las personas, pues es una decisión muy personal. Pero ojo, cuando digo que es una decisión muy personal, no me refiero a que deban tomarla los padres, sino los niños. ¿Por qué no les preguntamos si quieren ir al tanatorio a despedirse de la persona fallecida?

El motivo es que nos da tanto miedo la muerte que cómo vamos a llevar a nuestros hijos al tanatorio. Los niños, como personas que son, tienen derecho a decidir de qué manera se quieren despedir de sus seres queridos. ¿Por qué es tan infrecuente ver niños en los tanatorios y en los cementerios? La mayoría de nosotros lo hacemos con buena intención, sin embargo, no caemos en la cuenta de que no contamos con ellos, decidimos por ellos. No les estamos integrando en la familia ni en los rituales de despedida. ¿Acaso no llevamos a nuestros hijos a bodas, fiestas de cumpleaños y vacaciones en la playa? ¿Por qué no les dejamos decidir si quieren conocer lo que no es tan placentero?

Nos enteramos de que la bisabuela de mis hijos había fallecido de madrugada. A la mañana siguiente, al levantarlos para ir al colegio, les dimos la triste noticia. Habían tenido mucho trato con ella y pudieron ver como en las últimas semanas la bisabuela se deterioraba a pasos agigantados. Se pusieron el uniforme para ir al colegio sabiendo que nosotros estaríamos el día entero en el tanatorio. Les preguntamos si a ellos también les gustaría ir por la tarde para despedirse de ella. No lo dudaron un instante. Querían ir. Les dijimos que los llevaríamos al colegio y por la tarde irían al tanatorio para poder despedirse de ella. Recuerdo perfectamente el momento en que llegamos al tanatorio. Estábamos tristes pero tranquilos. La presencia de menores en un tanatorio es algo que chocaba e incomoda a los adultos.

La sociedad y las instituciones tienden a invisibilizar a los niños. En pocas situaciones me he sentido tan juzgado y criticado por los demás por el hecho de llevar a mis hijos al tanatorio para que se despidieran de su bisabuela. Al contar en nuestro entorno familiar y de amigos que nuestros hijos querían ir al tanatorio y que nosotros los íbamos a llevar, nos encontramos con alguna cara de desaprobación y alguna que otra persona que nos dijo “qué necesidad”. Y yo pensaba “toda la del mundo, sin embargo, no es mi necesidad, es su necesidad y ellos están en su derecho”. Reitero la idea de que las madres, los padres y el resto de los adultos que rodeamos a los niños deberíamos limitarnos a acompañar, permitir y legitimar las decisiones que tomen. Algunos niños no querrán acudir. Otros sí querrán estar, bien por curiosidad o bien por dar el último adiós. Sea uno u otro caso, es comprensible y están en su derecho.

A continuación, desarrollo una serie de ideas de manera esquemática que nos inviten a reflexionar sobre la muerte, los tanatorios y los niños:

  • Hablar de la muerte con naturalidad: la muerte suele ser un tema tabú y los mandatos sociales y familiares nos impiden hablar y reflexionar sobre ella.
  • No mentir: en ocasiones, con muy buena intención, mentimos a nuestros hijos para que no sufran.
  • Explicaciones completas: dar una narrativa coherente y completa de lo que implica la muerte es necesaria para el menor, por supuesto, adaptada a su edad y personalidad.
  • Irreversible: cuando hablamos de la muerte es importante que hagamos explícita que es irreversible. Es curioso como en el lenguaje coloquial decimos “el móvil se ha muerto” cuando no se ha muerto, solo se ha quedado sin batería y, por el contrario, decimos “el abuelo está durmiendo”, cuando en realidad ha fallecido.
  • Emociones: el hecho de que muera alguien no implica que el niño vaya a manifestar emociones como la tristeza. En ocasiones se muestran rabiosos o incluso curiosos y alegres.
  • Pena y tristeza: si aparece en el menor la tristeza debemos permitirla siempre. Acompañar y normalizar la tristeza cuando un ser querido fallece es fundamental para nuestros menores.
  • ¿Y si nosotros lloramos? Es normal que los adultos lloremos ante un acontecimiento triste y, de hecho, es muy sano y positivo que nuestros hijos nos vean llorar. El único caso en que no deben estar presentes los niños es cuando la emoción es desgarradora y sin control.
  • No esperemos a que alguien muera para hablar de la muerte: incorporemos conceptos como muerte, fallecimiento, tanatorio, cementerio, incineración y entierro en nuestro vocabulario del día a día.
  • Leer cuentos a nuestros hijos relacionados con la muerte: algunos cuentos que os recomiendo son “La balada del rey y la muerte”, “El pato y la muerte” y “El árbol de los recuerdos”. Además, en la Fundación Mario Losantos del Campo son expertos en duelo y muerte, siendo sus profesionales expertos en esta área. Asimismo, en su página web tienen una guía que os podéis descargar de manera gratuita y que estoy seguro de que os ayudará mucho.

*Rafa Guerrero es psicólogo y doctor en Educación. Director de Darwin Psicólogos. Autor de los libros Los 4 cerebros de Arantxa (2021) y El cerebro infantil y adolescente (2021).

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