Fernando Alberca, pedagogo: “Hemos alimentado a los hijos con la idea de que si la vida es cómoda es feliz. Y esto es mentira”

El también autor y profesor universitario ofrece en su último libro consejos a madres y padres para ayudar a desarrollar en sus hijos la fuerza de voluntad. Un título que es también una reivindicación del esfuerzo: “Hay que enseñar a no preocuparse por los resultados: que inicien, persistan y acaben las cosas”

El pedagogo Fernando Alberca sostiene que, desde 1980 hacia la actualidad, se ha focalizado el atractivo en el resultado más que en el esfuerzo.delafuentefoto.es

Hay una corriente de pensamiento muy crítica con los adolescentes y jóvenes actuales: que si se han criado entre algodones, que si solo piensan en ellos, que si ni estudian ni trabajan, que si no se implican en nada, que si se frustran enseguida, que si son apáticos y conformistas… Por todo ello se les ha bautizado como la generación de cristal. Pero Fernando Alberca (Córdoba, 58 años), pedagogo y profesor del Máster en Neuropedagogía en la Universidad de Córdoba, rechaza el concepto: “Es una generación de hierro, fuerte, pero le falta capacidad para empezar una cosa, persistir y acabarla. Pero es porque no se les ha acostumbrado a eso. Tienen el músculo perfecto, pero no está ejercitado”. En todo caso, según sostiene, “el problema no es de ellos, sino de las generaciones anteriores, que somos los que les hemos educado y no hemos sabido hacerles ver lo bonito que puede ser esforzarse, más allá del resultado final”.

Una reivindicación del esfuerzo es precisamente el tema central del último libro de Alberca —tiene una veintena de títulos publicados―, La magia del esfuerzo: claves para dar a tu hijo el impulso que necesita (Editorial Toromítico, 2024). En este volumen, el asesor de instituciones educativas nacionales e internacionales, ofrece a madres y padres consejos para ayudar a desarrollar en sus hijos la fuerza de voluntad. “Sin fuerza de voluntad vivir es insoportable, por eso es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos, es ofrecerles un salvavidas en un océano de dificultades”, asegura.

PREGUNTA. Escribe que “el esfuerzo en verdad hace atractivo a quien lo realiza”. ¿Diría que el esfuerzo ha perdido atractivo?

RESPUESTA. Totalmente. Hace ya mucho tiempo. Sobre todo desde 1980 hacia la actualidad se ha focalizado demasiado el atractivo en el resultado más que en el esfuerzo. También antes, pero ahora es más visible y tiene más consecuencias. El esfuerzo ha perdido atractivo porque lo importante ya no es aprender inglés, sino tener el B2. Pero se nos olvida que hay un disfrute y una satisfacción en el aprendizaje del idioma y que eso debería ser el centro.

P. ¿No cree que tampoco ayuda toda la mitología que hay alrededor del esfuerzo? Como esos mensajes presentes en camisetas, tazas o mochilas de “si te esfuerzas conseguirás tus metas” o “con esfuerzo se alcanzan todos los objetivos”. El error del voluntarismo, que dice usted.

R. Desde luego que nos han hecho mucho daño Disney y esa idea norteamericana de autoayuda de “si lo sueñas, es posible”. No, no y no. Es verdad que el esfuerzo puede conseguir que algo imposible pase a ser posible, pero porque ese algo ya era posible de por sí. Solo hacía falta poner esfuerzo. Pero yo no me cansaré de reivindicar que el esfuerzo en sí mismo da satisfacción, es un tesoro que tiene el ser humano y que le empuja a mejorar. Lo contrario es la resignación, la inactividad, la no implicación.

P. Precisamente escribe: “Esforzarse es algo siempre positivo, no solo un medio para lograr lo que se desea y muchas veces no se consigue”. Esta frase sí es de camiseta…

R. Es que lo que se consigue depende muchas veces de otros. Por eso reivindico que tenemos que recuperar y hacer recuperar a nuestros hijos el protagonismo de lo que les pasa. Pongamos por ejemplo, la nota de un examen: depende demasiado del profesor. Así que uno tiene que encargarse solo de esforzarse en asimilar los contenidos, aprovechar aquello que le pueda servir para mañana, y hacerlo lo mejor posible en el examen. A partir de ahí ya puede celebrarlo. Nuestra satisfacción por nuestros esfuerzos no puede depender tanto de los resultados decididos por otros.

“Sin fuerza de voluntad vivir es insoportable, por eso es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos", sostiene Fernando Alberca, pedagogo, profesor universitario y asesor educativo.Westend61 (Getty Images)

P. En el libro dice que la fuerza de voluntad es uno de los regalos más valiosos que pueden entregar los padres a sus hijos.

R. Es que sin fuerza de voluntad vivir es insoportable, por eso es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos. Es como un salvavidas en un océano de dificultades. Hay que enseñarles a esforzarse y a no preocuparse demasiado por los resultados: que inicien, persistan y acaben las cosas. Dejarles esto como herencia, lo que facilita que ante los obstáculos que van a tener en la vida, que van a ser muchos, puedan ser felices. La felicidad conlleva problemas, porque la vida está llena de problemas, y esto no cuestiona para nada la idea de felicidad. Hay gente que cree que para ser feliz tiene que eliminar problemas y buscar comodidad. Y ni la comodidad ni la falta de problemas dan felicidad. La prueba es que hay mucha gente que tiene muy pocos problemas y es muy infeliz; y gente que, sin embargo, con muchos problemas es capaz de ser feliz.

P. ¿Hay algo de genética en la fuerza de voluntad o su desarrollo depende de cuánto se entrene?

R. Yo aprendí de mi padre, psiquiatra y pediatra, que el optimismo no era genético. Se aprende. Y la fuerza de voluntad también se aprende. La genética en un ser humano apenas pesa un 3%, lo demás es educación. Yo lo he ido comprobando a lo largo de mi vida. La fuerza de voluntad se adquiere, es una cuestión de músculo.

P. El ejemplo de los padres, entiendo, es básico a la hora de generar ese músculo.

R. Es fundamental enseñarles que tampoco buscamos resultados con nuestros propios esfuerzos, sino que lo que buscamos es poner de nuestra parte para que las cosas mejoren. Y si no mejoran, por lo menos habremos hecho todo lo que hemos podido.

P. ¿Qué otras cosas pueden hacer madres y padres para ayudar a sus hijos a desarrollar la fuerza de voluntad?

R. Lo primero es reconocerles y recompensarles mucho cada esfuerzo, con independencia de los resultados externos. Si los pequeños esfuerzos satisfacen y recompensan al niño, este se acostumbra a hacer esfuerzos porque le gusta la sensación. Y cuando hablo de recompensar, no hablo de cosas materiales. Muchas veces la simple cara de satisfacción de un padre ya es una recompensa. Y considero que también es importante facilitarles ocasiones para entrenar el músculo de la fuerza de voluntad, ejemplos en los que un poquito más de esfuerzo conlleva una mayor satisfacción: ser puntual, colocar cosas que están fuera de su lugar, andar un poco más cuando se está cansado…

P. ¿Cuáles diría que son los errores más habituales que suelen cometer madres y padres en este sentido?

R. Por un lado, les hemos alimentado con la idea de que los modelos más apetecibles son los más cómodos, que si la vida es cómoda es feliz. Y esto es mentira. También les hemos sobreprotegido, solucionándoles nosotros los pequeños esfuerzos que les correspondían a ellos. Les abrochamos el abrigo cuando son pequeños, pero también les hacemos la matrícula cuando van a la Universidad, no nos fiamos de ellos. Esa sobreprotección los hace cada vez más incapaces. Y, por último, diría que no apoyarles cuando las cosas no salen, pero el esfuerzo se ha puesto. Tenemos que transmitir que el esfuerzo vale más que el resultado, pero para eso hay que demostrar que no nos importa la nota realmente, porque la cara de satisfacción que ponemos es mayor con la nota que con el esfuerzo. Demasiado a menudo toda una tarde de estudio genera menos recompensa en la cara de un padre que el sobresaliente cuando llega la nota.


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