Valeria Alonso, escritora y actriz: “Recibimos el mensaje de que una embarazada está en estado de gracia y que todo debe ser precioso”
La también directora de cine acaba de ganar el premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid por un título que tiene como protagonista a la maternidad, de la que habla desde el riesgo, el humor y la corporalidad
Aunque atiende la videollamada de WhatsApp desde Buenos Aires (Argentina), donde prácticamente acaba de aterrizar, la actriz y directora argentina Valeria Alonso (Buenos Aires, 1979) lleva dos décadas viviendo en Madrid, lo que no le ha hecho perder ni un ápice de su acento porteño. “Perderlo es un acto de voluntad. Si no te lo proponés, hablás como hablaste toda la vida”, señala Alonso, que recientemente se alzó con el 69º Premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid por ...
Aunque atiende la videollamada de WhatsApp desde Buenos Aires (Argentina), donde prácticamente acaba de aterrizar, la actriz y directora argentina Valeria Alonso (Buenos Aires, 1979) lleva dos décadas viviendo en Madrid, lo que no le ha hecho perder ni un ápice de su acento porteño. “Perderlo es un acto de voluntad. Si no te lo proponés, hablás como hablaste toda la vida”, señala Alonso, que recientemente se alzó con el 69º Premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid por Las heroínas también tienen miedo (Menoscuarto ediciones), una novela sobre el proceso de embarazo y la maternidad que le ha valido a la autora ser considerada por el escritor Manuel Vilas, miembro del jurado, como “la Rigoberta Bandini de la literatura”.
“La verdad es que no me enganché al fenómeno Ay mamá porque no me engancho a nada más que a sobrevivir a la maternidad y a mis proyectos. Pero me alegró la frase. De hecho, hay gente que me felicita más por ella que por el premio”, concede entre risas, haciendo gala de un sentido del humor (entre woodyalleniano y de comedia gamberra) que, junto a lo escatológico, son dos de los ingredientes básicos de su novela. No en vano, el jurado del premio literario valoró especialmente en su fallo el tratamiento del tema de la maternidad que hace Alonso desde el riesgo, el humor y la corporalidad. “De algún modo estuve todo el tiempo andando en ese filo, en el límite entre lo asqueroso y ese humor que toma forma a partir de la neurosis de la protagonista, de esa manera suya, de dar vueltas a la misma idea, de repensarla una y mil veces. Esa mezcla para mí es como una identidad de la novela, un estilo provocador, porque yo sentía que el humor era la manera de entrar, de hablar de cosas que son casi tabú, como lo de cagarse en el parto”, argumenta la escritora.
“Empujo como una vaca africana, se me sale todo afuera, me cago. La matrona, su ayudante y Marcos sienten el olor, yo también siento el olor, me cagué. No pasa nada. Me limpian. ¡Cómo me cagué! Los sorrentinos italianos de la cena de anoche los cagué al completo”, puede leerse en un fragmento de Las heroínas también tienen miedo. “Es algo tan humano, tan natural, estás haciendo fuerza, te cagás, no hay mucha vuelta”, sostiene Alonso, que ha querido desmitificar el embarazo y el parto, ese “espejismo” del estado de gracia, esa tendencia a dejar afuera lo que duele, lo feo y lo oloroso. “Cuando yo me quedé embarazada empecé a sentirme fatal y me di cuenta de que casi estaba mal lo que me estaba pasando. Recibimos el mensaje de que una mujer embarazada está en estado de gracia y todo es precioso. Bajo esa premisa lo que a mí me estaba pasando era incorrecto. O al menos lo era contarlo. Es decir, te puede pasar, pero no lo cuentes”, señala la autora.
Una experiencia que lo atraviesa todo
No es habitual que una novela que tiene a la maternidad como protagonista reciba un premio literario. “Cuando me enteré de que tres de los cinco miembros del jurado eran hombres pensé que no iba a ganar. Yo misma también tenía un enfoque equivocado y prejuicioso. Ahora mismo me doy cuenta de que era una ingenuidad pensar así. El libro habla de algo absolutamente humano, hablar de la maternidad es hablar de la vida, de nuestras relaciones, del mundo en el que vivimos, de muchos temas importantes. Al final, la maternidad es un tema que nos atraviesa a todas y a todos”, sostiene Alonso.
Entre esos temas, algunos peliagudos, como la oposición al feminismo que “defiende los biberones y los suplementos alimenticios basándonos en teorías de independencia maternal”, un discurso que considera “antiguo y caduco”; o la normalización de la violencia obstétrica y la visión del embarazo y el parto como algo riesgoso. “Para empezar, vamos a parir a un hospital, donde van los enfermos, donde te tratan como a una paciente en vez de como a una mujer que va a traer vida. El contexto está equivocado de base”, argumenta la actriz argentina, cuya alter ego en la novela señala haber visto dos formas de afrontar el nacimiento de un bebé: una humanista y otra neoliberal “que promueve las cesáreas programadas en clínicas impolutas de última generación”.
“El mensaje que recibimos es que embarazarte y parir supone peligros. He hablado con conocidas que consideran que la cesárea es más segura para no tener riesgos. Y esto de programarse una cesárea por estas razones me parece un problema conceptual, una metáfora muy potente de la forma en que nos relacionamos con la vida y de una de nuestras grandes enfermedades como sociedad: sentir que todo lo podemos controlar, aunque eso signifique anular algo tan primitivo como un parto respetado y en libertad”, expone la autora, para quien hoy en día la mayoría de las parejas embarazadas están tomadas por un sistema lleno de protocolos que, de no seguirlos, “te deja un poco a la deriva a no ser que te informes, te prepares y hagas un camino un poco guerrillero”.
Como el que toma la alter ego de Alonso, hoy madre de dos hijos. “Siempre supe y sentí que la maternidad sería una gran maestra en mi vida”, reflexiona en el libro. ¿Qué le ha enseñado a ella la maternidad? “Uf, qué difícil”, responde. Luego, tras un silencio largo, contesta: “Primero a dejar de mirar mi ombligo, a salir de esta cosa egoíca, de ese estar muy centrada en lo que yo quiero, en mi tiempo, en mi espacio. Es un aprendizaje enorme, porque básicamente ni la vida ni el mundo están centrados en uno mismo. Así que ya de base los niños traen una información muy sensata. Y luego siento que a mí ser madre me aportó cierta generosidad, pero no solo hacia mis hijos, sino que hay algo por lo que empecé a ver el mundo con un sentido más ecológico, con una percepción más global del cuidado. Siento que se me abrió un camino con la maternidad y por él voy navegando y aprendiendo. No es que me iluminé, ¿eh?”, explica entre carcajadas.
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