Niños altamente sensibles: aprender a vivir con un dolor que pocos entienden
La alta sensibilidad es un rasgo de la personalidad que se hace visible en los primeros años de vida. Son menores muy reactivos a los estímulos sensoriales, empáticos, analíticos y que toleran peor las molestias corporales
La alta sensibilidad es un rasgo de la personalidad que comparte en torno al 15% de la población y que se hace visible en los primeros años de vida. Los niños altamente sensibles (NAS) se caracterizan por ser muy reactivos a estímulos sensoriales, son empáticos y analíticos. “La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad que hace a estos niños más receptivos a todo lo que les rodea, más conscientes de lo que ocurre a su alrededor”, la definía hace unas semanas Úrsula Perona, psicóloga infantil, madre de tr...
La alta sensibilidad es un rasgo de la personalidad que comparte en torno al 15% de la población y que se hace visible en los primeros años de vida. Los niños altamente sensibles (NAS) se caracterizan por ser muy reactivos a estímulos sensoriales, son empáticos y analíticos. “La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad que hace a estos niños más receptivos a todo lo que les rodea, más conscientes de lo que ocurre a su alrededor”, la definía hace unas semanas Úrsula Perona, psicóloga infantil, madre de tres niños y autora de NAS: Niños Altamente SENSIBLES (Editorial Toromítico).
“Debido a esa agudeza sensorial que tienen”, continuaba, “los padres observan que son pequeños muy reactivos, que se perturban con facilidad y que son llamados muchas veces maniáticos y quisquillosos. Pero todo esto no es debido a un capricho, sino precisamente a esa sensibilidad tan especial que tienen para todos los sentidos”. Por ejemplo, ¿a tu hijo altamente sensible le molestan determinados tejidos o las etiquetas de las camisetas? ¿Se queja más cuando algo le duele y tarda más tiempo en recuperarse?
Según los expertos, esto es debido a que los NAS también tienen el umbral del dolor más bajo, es decir, lo toleran peor. “Esto ocurre porque tienen un sistema nervioso más reactivo, mayor emocionalidad y empatía, un pensamiento más profundo y más capacidad de percepción a través del tacto, el olfato y el oído. Al sentir todo con más intensidad alcanzan el umbral de molestia corporal antes, como ocurre con la sensibilidad a algunos tejidos, especialmente en los primeros meses de vida, lo que se traduce en llanto o enrojecimiento de la piel”, explica Pablo Villagrán, creador y presidente de la Asociación de Profesionales de la Alta Sensibilidad y padre de un NAS.
Ante estas situaciones de incomodidad se les suele calificar como quejicas, “pero lo que hay detrás de esas etiquetas es alguien que siente las emociones con mayor intensidad de lo habitual y cuyo cuerpo acaba por recibir esa emocionalidad en forma de dolor o molestia, si no se gestiona bien”, añade Villagrán. La piel suele ser uno de sus puntos más delicados. “Nos dimos cuenta de que nuestro hijo rechazaba usar camisas. Al principio, pensamos que se quejaba por capricho, pero con el tiempo observamos que realmente era una experiencia muy desagradable para él. Mantenía los brazos hacia delante, como si no pudiese bajarlos para evitar un mayor contacto de la camisa con su cuerpo”, relata.
Cuando el dolor se traduce en fibromialgia
La fibromialgia es una enfermedad que se asocia al sistema nervioso y es una afección crónica que causa dolor en todo el cuerpo. Y algunos NAS la padecen, según los expertos. “Una gran cantidad de pacientes con esta enfermedad se reconocen como Personas Altamente Sensibles (PAS). Aunque no hay estudios específicos donde se busquen las correlaciones directas entre ambos temas, algunos investigadores han encontrado puntos comunes al profundizar en sus particularidades, como en el estudio Offenbaecher et al., 1999, dónde se detectó la presencia de un gen (alelo del 5-HTTLPR) asociado tanto a la alta sensibilidad como a la fibromialgia, que contribuye a una menor tolerancia al dolor”, termina Villagrán.
Las experiencias de los NAS que han desarrollado fibromialgia hablan por sí solas, como en el caso de Aintzane Eride, que ahora tiene 30 años. Eride contrajo la enfermedad con 10 años, aunque no se la diagnosticaron hasta los 17: “El dolor era tan insoportable que me desmayaba. Los médicos decían que lo fingía por llamar la atención, porque habían nacido mis hermanas cuando yo tenía esa edad. Al final, aprendí a callar y a vivir con el dolor, porque mis padres lo achacaban al crecimiento”.
El papel de los padres
La labor de los progenitores de un NAS para conseguir que su hijo no somatice las emociones en su cuerpo y sea feliz pasa por “dotarles de herramientas para gestionar sus emociones y poner límites para evitar que el niño adopte el papel de víctima de su propia sensibilidad y se convierta en un manipulador emocional”, argumenta Alberto López, Persona Altamente Sensible, terapeuta emocional y escritor. En este sentido, según explica, es recomendable el yoga, la meditación, el contacto con la naturaleza y evitar inculcarles la culpabilidad, porque les cuesta mucho gestionar esa emoción. “Las PAS solemos tener propensión a desarrollar enfermedades asociadas al tránsito intestinal, como el Síndrome de Krohn o intestino irritable, es decir, enfermedades que tienen mucho que ver con la gestión de las emociones”. Por otro lado, es importante ayudarles a desarrollar unos hábitos alimentarios sanos, “porque tienen tendencia a tener problemas como obesidad, bulimia o anorexia, ya que suelen tener una mala gestión de sus emociones a través de la comida”, añade López.
Además, son propensos a padecer alergias. “Se pueden manifestar de diversas formas, desde piel atópica o eccemas hasta reacciones alérgicas e inflamatorias con determinados alimentos a los que ni siquiera somos alérgicos”, describe Bea Sánchez, coautora del libro Niños Altamente Sensibles, PAS y madre de cinco hijos con alta sensibilidad. La prevención para evitar que los NAS se sobrecarguen emocional y sensorialmente es fundamental. De manera que conviene anticiparse en la medida de lo posible “para evitar ambientes donde no se sientan cómodos, dejar espacio entre las actividades para que puedan asimilarlo todo y favorecer acciones con las que puedan recargarse que, dependiendo del niño, pueden ser más hacia fuera, como salir a la naturaleza, hacer ejercicio y el contacto con los animales, o hacia dentro, como procurarle espacios silenciosos o tiempo para trabajar en sus intereses y aficiones”, recomienda Sánchez.
Crear un ambiente lo más adaptado posible a la sensibilidad de los NAS incluye comprender que estos niños “no se pierden nada por preferir otros ritmos y entornos”. “En nuestra casa, se tiene en cuenta desde la ropa hasta la comida o el volumen de la tele. Lo que para otra familia puede ser incómodo o caprichoso, para nosotros es lo lógico”, asegura esta madre.
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