Marta Orriols: “Contar la maternidad es la única forma de acabar con ese ideal de madre perfecta que tanto daño hace”
‘Dulce introducción al caos’ (Lumen) es la nueva novela de la escritora. Un relato con el que parte de una historia íntima y de pareja para acabar esbozando un realista retrato generacional
“Estoy embarazada. No quiero seguir adelante”. Con esa frase tajante y que, inevitablemente, marca un antes y un después en una relación de pareja, se introducen en el caos Marta y Dani, los dos protagonistas de Dulce introducción al caos (Lumen), una novela con la que la escritora Marta Orriols (Sabadell, 1975) parte de una historia íntima y de pareja que se eleva a los cielos para acabar esbozando un realista retrato generacional; el de una generación, la que hoy se mueve entre los 30 y los 39 años, marcada por el estigma de la etiqueta millennial y por las promesas incumplidas...
“Estoy embarazada. No quiero seguir adelante”. Con esa frase tajante y que, inevitablemente, marca un antes y un después en una relación de pareja, se introducen en el caos Marta y Dani, los dos protagonistas de Dulce introducción al caos (Lumen), una novela con la que la escritora Marta Orriols (Sabadell, 1975) parte de una historia íntima y de pareja que se eleva a los cielos para acabar esbozando un realista retrato generacional; el de una generación, la que hoy se mueve entre los 30 y los 39 años, marcada por el estigma de la etiqueta millennial y por las promesas incumplidas: todo estaba dispuesto para que nos comiésemos el mundo, pero al final nos hemos tenido que conformar con las migajas de la inestabilidad y la precariedad. “A poco que rasques un poco en la etiqueta de millennial lo que encuentras es un problema enorme de precariedad, nada más. Los jóvenes de hoy viven en mitad de una crisis económica, política y social que acaba definiendo sus conflictos más íntimos”, apunta Orriols. Entre esos conflictos, la entrada en la maternidad y la paternidad. “Tener hijos chirría bajo el peso del declive de Occidente”, afirma en un momento determinado la protagonista de una novela con la que la escritora catalana ha querido indagar en “la ambivalencia y la contradicción” que a ella le ha generado siempre el hecho de ser madre.
PREGUNTA. En toda pareja que se inicia, tras esos momentos iniciales de calma y exaltación del amor, siempre pasa algo que nos introduce (no sé si siempre dulcemente) en el caos. En el caso de Marta y Dani, los protagonistas de Dulce introducción al caos, es un embarazo no deseado. ¿Se puede escapar como pareja a hechos que marcan tanto?
RESPUESTA. Difícilmente. De hecho, la novela tiene un final muy abierto y uno intuye a través de la narración que este acontecimiento acaba moldeando a los personajes por completo. No se puede escapar de algo así. En el fondo la novela habla mucho de eso, de qué hacemos con ese dolor, con esas experiencias y renuncias que acaban siendo parte de nuestra personalidad.
P. Citas una reflexión de Deborah Levy: “Convertirnos en la persona que otro ha imaginado por nosotros no es libertad, es hipotecar la vida por el miedo ajeno”. Marta decide no ser la persona que Dani está imaginando y no hipotecar su vida y sus aspiraciones. Decide abortar. En ella (en ambos realmente) es muy visible esa colisión entre proyección personal y profesional, ese dilema, esa brecha que parece imposible cerrar.
R. He querido profundizar mucho en esto, sobre todo porque en el caso de las mujeres la edad en que más ganas tienes de proyectarte, de brillar, y más energías tienes para trabajar, coincide con la edad biológica en que tienes que tomar esa decisión de si quieres o no ser madre.
P. Por suerte hemos avanzado mucho en el ámbito del aborto, pero ¿crees que, como se ve en la figura de Marta, se sigue penalizando a la mujer que decide abortar, que ésta sigue teniendo que dar muchas explicaciones por la decisión tomada?
R. Desgraciadamente el aborto voluntario todavía está rodeado de vergüenzas y de miedos, de una necesidad de justificarse incluso en el caso de personas como Marta, una mujer muy segura de sí misma y con las cosas muy claras. Hay mucha literatura sobre el aborto, sobre todo en países donde no es legal y todo se centra mucho en la clandestinidad del acto en sí, pero en un país como España donde el aborto es legal pocas veces se habla del aborto voluntario y cuando se hace sigue rodeado de un tabú muy grande, como si fuese algo absolutamente malo y de lo que no se puede hablar. Por eso creo que es importante normalizarlo y para ello nada mejor que irlo integrando como una posibilidad más.
P. Esta es una novela de no maternidad que, a diferencia de otras, pienso por ejemplo en Maternidad (Lumen) de Sheila Heti, tú escribes desde tu maternidad, ya que eres madre de dos hijos.
R. Para mí la maternidad siempre ha sido una contradicción, pura ambivalencia. Las cosas han cambiado mucho desde que yo fui madre por primera vez hace 16 años. Todo lo que antes eran tradiciones y convenciones, ahora ha sido sustituido por opciones. Para mí esta novela nace precisamente de una reflexión sobre cómo han cambiado las cosas. ¿Si yo hubiese tenido todos los referentes que hay ahora, que te cuentan la maternidad tal y como es, o la posibilidad incluso de la no maternidad, hubiese sido madre?
P. ¿Lo hubieses sido?
R. Mi entrada en la maternidad fue muy directa y convencional, pero después siempre ha sido una contradicción: la quise, pero cuando entré ella empecé a ver todo lo que no me habían contado de la experiencia, el hecho de no dejar de ser madre en ningún momento, de no poder separarte como persona de la figura de madre. Es verdad que es un acto de amor muy bonito y que quieres a tus hijos con locura, pero a la vez por momentos sientes que te impide ir más allá como persona, expandirte. Y a eso hay que unir hoy en día el entorno social, político, económico, medioambiental…
P. Marta, precisamente, reflexiona mucho sobre ese entorno: “(…)todo a su alrededor, el tejido social y político, e incluso la emergencia climática la incapacitaba para convenir que fuera correcto criar a alguien en aquellas condiciones”.
R. Es así. Y no me olvido de tu pregunta anterior: ¿Tendría yo hijos ahora? Bueno, una vez que los tienes ya no sirve de nada hacerse la pregunta (risas), pero lo que sí es seguro es que si tuviese ahora 30 años mi entrada en la maternidad no hubiese sido tan directa.
P. ¿Cuánto crees que tiene que ver en el alejamiento de la institución de la maternidad la imagen que se ha vendido de la misma, eso que decías antes que no te contaron a ti antes de ser madre?
R. Mucho. Es la trampa psíquica de la madre perfecta. Afortunadamente que vayan saliendo cada vez más voces narrando la maternidad es una ayuda a la hora de escoger con más argumentos si quieres entrar o no en esa experiencia vital. Antes era una cuestión que ni te planteabas. El hecho de poder pasar por la vida sin ser padre o madre no se contemplaba. Ahora sí. Por eso es importante que cada vez haya más voces que narren esa experiencia materna y paterna, incluso la experiencia de la no maternidad, desde todos los ángulos posibles, porque al final todo lo que no se cuenta de la maternidad acaba generando culpa en otras madres que pueden acabar pensando que determinadas cosas o determinados pensamientos solo les ocurren a ellas. Contar la maternidad es la única forma de acabar con ese ideal que tanto daño hace.
P. En la novela también vas viajando a los inicios de la relación entre los protagonistas e incluso a los pasados de Marta y Dani, lo que también nos acerca a otras maternidades (las de los padres de los protagonistas) y nos muestra cómo marcan nuestros padres nuestra propia aproximación a la experiencia materna y paterna.
R. Es que antes de ser padres o madres (o de no serlo) hemos sido hijos, así que la experiencia y las relaciones familiares que llevamos encima nos acaban marcando muchísimo. Eso es algo que creo que se ve muy bien en la novela. Para mí era importante que los dos protagonistas por separado tuvieran sus cicatrices invisibles, unas cicatrices que pueden ser más profundas, como en el caso de Dani, cuyo padre falleció siendo el muy pequeño; pero también más tenues, como en el caso de Marta y la visión que tiene de su madre, que ella cree que desapareció un poco como persona al renunciar a su carrera para dedicarse a sus hijas. Todas estas heridas acaban marcando nuestra manera de encarar el futuro y terminan conformando nuestra identidad. La familia sigue siendo un aspecto muy importante a la hora de definirnos.
P. Dani, por ejemplo, ve en esa paternidad la forma de suplir la ausencia de su padre que, como comentabas, murió cuando él era muy niño. Me llama la atención para bien su protagonismo ya que aunque la decisión última, obviamente, va a ser de Marta, podemos empatizar también con sus miedos, sus dudas y sus anhelos.
R. Para mí era fundamental que el peso también recayese sobre la figura del hombre, porque considero que acabar con el cliché del hombre seguro de sí mismo y despreocupado también es una manera de feminismo. La vulnerabilidad que muestra Dani en la novela, su contradicción permanente, es el retrato de un hombre completamente normal, nada extraordinario, pero que sin embargo está muy alejado del cliché. Su protagonismo, además, también es una forma de reflejar ese cambio que están haciendo muchos hombres en este momento de feminismos. Eso se ve en las paternidades, pero también en cómo Dani, por ejemplo, se da cuenta de que la forma de mostrar el amor que siente por Marta es empatizar con ella. Le cuesta, es cierto, pero en el fondo él sabe desde el principio que no va a hacer cambiar de opinión a su pareja y que tiene que apoyarla. Creo que esa empatía es una manera nueva de querernos que rompe un poco con ese tópico de amor romántico y tóxico.
P. Dani es un proyecto de padre que no pasa de eso, de proyecto, pero como lector te agradezco el acercamiento que haces a él, muy alejado de las aproximaciones habituales a la paternidad, que oscilan entre el humor gamberro o, a poco que nos impliquemos, casi la hagiografía.
R. Para dar forma a Dani he buscado mucha bibliografía que tratase la paternidad. Y la hay, pero la experiencia siempre suele ser abordada con mucha grandilocuencia, como si se hablase más de la condición humana que de la propia paternidad. Hacen falta más novelas que hablen de la paternidad desde las dudas y los matices que hacen real esta experiencia, porque los escritores que abordan la experiencia no aterrizan en esas cosas pequeñas y cotidianas que siempre están presentes en las novelas de maternidad. Creo que para narrar la ambivalencia de sentimientos que trae consigo esta experiencia, lejos de esa grandilocuencia que comentaba, uno tiene que escribir con un lenguaje muy íntimo y próximo a la cotidianidad.
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