El aura de la Casa Blanca envuelve a Biden

El demócrata despliega en Wilmington gestos institucionales y anuncios de Gobierno mientras el servicio secreto refuerza la seguridad en su entorno

Wilmington (Delaware) -
Un grupo de seguidores de Joe Biden celebra los resultados electorales este viernes en Washington.MICHAEL REYNOLDS (EFE)

A medida que concluía el escrutinio, Joe Biden, el probable ganador de las elecciones en EE UU, se ha ido revistiendo de un aura institucional que en absoluto le es ajena, porque, a diferencia de Donald Trump, es un patricio de la política: ocho años como vicepresidente de Barack Obama y 36 años como senador por Delaware le avalan. Desde la noche electoral, cuando, pese a que el conteo favorecía a Trump en numerosos Estados, no rehusó mostrarse a...

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A medida que concluía el escrutinio, Joe Biden, el probable ganador de las elecciones en EE UU, se ha ido revistiendo de un aura institucional que en absoluto le es ajena, porque, a diferencia de Donald Trump, es un patricio de la política: ocho años como vicepresidente de Barack Obama y 36 años como senador por Delaware le avalan. Desde la noche electoral, cuando, pese a que el conteo favorecía a Trump en numerosos Estados, no rehusó mostrarse ante los suyos, se deja ver con una coreografía de pasos muy medida por Wilmington, donde reside, como presidente in péctore, entre llamamientos a la calma y la legalidad del proceso de escrutinio; embozado en una mascarilla reforzada -está a punto de cumplir 78 años- y, por fin, tras casi 72 horas de espera, con un mensaje institucional a la nación, en una comparecencia prevista para la noche de este viernes, hora local.

Wilmington (Delaware), la ciudad que ha forjado a Biden a su imagen y semejanza hasta el punto de patentar lo que se conoce como Delaware Way ―un modo cercano y pragmático de hacer política―, comenzó este viernes a suspirar de alivio, pero con el regusto amargo del fango con que el mal perder de Trump ha ensuciado la victoria. Ante el estrado habilitado en el centro de convenciones desde el que el demócrata se dirigió a sus seguidores pasada la medianoche del miércoles y este jueves, se mantenía una docena escasa de fieles, como el creyente que hace vigilia ante un altar, a la espera de la proclamación oficial. Las calles del centro de la ciudad, donde este jueves pudo vérsele fugazmente con su compañera Kamala Harris, posible futura vicepresidenta, eran peinadas por el servicio secreto, cuya presencia en torno al domicilio de Biden, a las afueras de la ciudad, y en el centro de congresos que ha hecho su cuartel general, es cada vez más patente.

El candidato demócrata a la presidencia, Joe Bide, se retira la mascarilla para analizar los resultados electorales en Wilmington (Delaware). En vídeo, sus declaraciones: "vamos a ganar esta carrera".Vídeo: CAROLYN KASTER | AP PHOTO ( REUTERS)

Aunque Biden ya contaba con escolta oficial desde marzo, cuando se confirmó su nominación como candidato demócrata, la diferencia entre el número de efectivos que le rodeaban en su última salida pública ―a un centro juvenil afroamericano, este martes, cuando aún no habían cerrado las urnas― y el despliegue de este jueves era abrumadora. El recuento podía resultar dudoso; pero la seguridad, no. El incremento del sonido de las sirenas en el centro de la ciudad es otra señal de la inminencia, así como el refuerzo de las medidas de vigilancia del espacio aéreo, con al menos dos helicópteros. Oficialmente el servicio secreto no se ha pronunciado sobre el asunto, alegando razones de seguridad operativa.

En esta ciudad de 70.000 habitantes donde varias instalaciones llevan su nombre ―la estación de tren; una piscina, tal vez en recuerdo de sus años mozos como socorrista―, el 57% de sus habitantes son negros, y las diferencias de estos con el resto de la población, sangrantes. Flamantes edificios de oficinas ocultan simas de pobreza a la vuelta de la esquina; las aceras del distrito financiero, tan generosas como absurdas porque nadie las transita, se convierten en pasadizos en los barrios negros como el de Kay Smith, auxiliar de clínica y fiel seguidora de Biden. Wilmington, dijo el político en julio, tras la ola de protestas que siguieron al asesinato de George Floyd por un policía en Minneapolis, “es el lugar ideal para escribir la lucha contra la desigualdad económica racial”, un propósito que figura en su programa de Gobierno. Pero Smith apenas repara en ese plan, una inyección de 30.000 millones de dólares para empoderar a las minorías del país, tal vez porque en Wilmington no tienen conciencia de serlo, o por la dificultad estructural de la tarea. “No sé si podrá sacar adelante ese programa de ayudas, va a encontrar mucha resistencia. Pero es que además ahora lo prioritario es frenar la pandemia, eso es lo primero que debe hacer. Veo morirse a gente a diario y Trump es el que ha permitido todo esto”.

Biden tiene la pandemia muy en mente; tanto, que sus votantes han acudido a las urnas movidos por la crisis del coronavirus, mientras que a los de Trump los empujaba la economía, apuntaban varios medios estadounidenses el miércoles. Por eso empezó su discurso del jueves con un recuerdo a las víctimas y un mensaje de condolencia a sus familias. “Acabo de celebrar una reunión sobre la situación de la crisis sanitaria causada por el coronavirus, esa terrible enfermedad que nos ha arrebatado a más de 234.000 compatriotas”, dijo, otra diferencia palpable respecto al negacionismo de Trump. El candidato que ha prometido un mando único federal contra la pandemia y un plan nacional de mascarilla, distancia social, test y rastreos, ha vuelto a dar negativo en la prueba del virus, informó el jueves su equipo de campaña.

Con cuentagotas, pero con firmeza, el probable 46º presidente de EE UU ha ido desgranando estos días otras medidas inmediatas de su futuro mandato, como el anuncio, el miércoles, de que reintegrará a EE UU en el Acuerdo del Clima de París, justo el mismo día que la Administración de Trump se retiraba oficialmente del pacto. Frente a los impulsos y la improvisación del republicano, la hoja de ruta de Biden y sus ademanes públicos permiten barruntar un ejercicio del poder en calma.

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