La memoria de los crímenes nazis planea, 80 años después, sobre la relación entre Alemania y Polonia
Varsovia insta a Berlín a compensar a los supervivientes mientras ambos intentan superar los desacuerdos con un frente unido ante Rusia
Cuando Alemania y Polonia hablan de Rusia, ya usan el mismo lenguaje, después de años en que al oeste del río Oder se escuchaban frases más contemporizadoras, y al este, más beligerantes. Ahora el canciller Friedrich Merz y el primer ministro Donald Tusk reclaman al unísono un aumento del gasto militar y una mayor cooperación entre las fuerzas armadas. Preparan la habilitación conjunta de puentes y ferrocarriles para transportar tropas en caso de guerra, ...
Cuando Alemania y Polonia hablan de Rusia, ya usan el mismo lenguaje, después de años en que al oeste del río Oder se escuchaban frases más contemporizadoras, y al este, más beligerantes. Ahora el canciller Friedrich Merz y el primer ministro Donald Tusk reclaman al unísono un aumento del gasto militar y una mayor cooperación entre las fuerzas armadas. Preparan la habilitación conjunta de puentes y ferrocarriles para transportar tropas en caso de guerra, y la movilización para Ucrania de los fondos rusos congelados.
Cuando, en cambio, alemanes y polacos se enfrentan a la memoria y a la historia, las cosas cambian. Se vio este lunes en la cumbre que reunió a Merz y a Tusk en Berlín. El primer ministro polaco reprochó al canciller alemán que su país retrase las compensaciones para la población menguante de los supervivientes de los crímenes nazis durante la II Guerra Mundial.
“Cuando hablé con el [anterior] canciller, [Olaf] Scholz, quedaban unas 60.000 personas vivas. Ahora son unos 50.000”, dijo Tusk. “Por favor, vayan más rápido si de verdad quieren hacer este gesto”.
“Donald Tusk nunca se había expresado de forma tan contundente ante el Gobierno alemán”, analiza Joanna Maria Stolarek, especialista en relaciones germano-polacas en la Fundación Heinrich Böll. “El tiempo se agota y en Polonia se tiene la sensación de que el Gobierno alemán quiere dejar pasar el tiempo”.
Están en discusión, primero, las reparaciones por los crímenes y los daños durante la guerra. Es muy improbable un acuerdo sobre esta cuestión, pero sigue siendo objeto de polémica. En segundo lugar, se debaten las reparaciones para los supervivientes, y en esto el acuerdo parece más realista.
Alemania da por cerrado, “jurídica y políticamente”, la primera cuestión, la de las reparaciones que ha reclamado Polonia por el asesinato de millones de ciudadanos de este país entre 1939 y 1945. Invoca un acuerdo de 1953.
En Varsovia, las cosas se ven distintas. Hay una herida profunda, y la coyuntura política que favorece que un asunto, que parecía aparcado, regrese a la agenda. Sucedió hace tres años, cuando el entonces Gobierno ultraconservador del partido Ley y Justicia (PiS) exigió a Alemania una compensación de 1,3 billones de euros. Berlín lo descartó de inmediato.
El PiS ya no gobierna, aunque su candidato ganó las últimas elecciones presidenciales y desde este verano ocupa la jefatura del Estado. Donald Tusk, aunque liberal y europeísta, se ve ahora sometido al estricto marcaje de los nacionalistas.
En la rueda prensa junto a Merz, en Berlín, el primer ministro recordó que la Polonia que en los años cincuenta había renunciado a las compensaciones no era un país soberano, sino sometido a la Unión Soviética. Este asunto, por tanto, no está cerrado allí, al contrario que en Alemania.
Otra cosa son las compensaciones para los supervivientes. Tusk fue más contundente al referirse a ellas. Dijo que, si Alemania no actuaba, sería el propio Gobierno polaco el que respondería a las necesidades de estas personas. Una manera de aumentar la presión.
Merz, en la rueda de prensa junto a Tusk, prometió un “gesto humanitario”, pero pidió “comprensión” por no anunciar una cifra concreta. “Pero den por hecho”, añadió, “que el Gobierno federal que yo dirijo es consciente de la responsabilidad histórica respecto a nuestro vecino, Polonia”.
En un comunicado conjunto, se lee que “el Gobierno federal examinará la posibilidad para proveer un mayor apoyo a las víctimas polacas de la agresión nazi y de la ocupación alemana entre 1939 y 1945”. También se anuncia la puesta en marcha de un proyecto, que lleva años debatiéndose sin acabar de concretarse, de un monumento en Berlín. Y la devolución de algunos bienes culturales polacos que estaban en manos alemanas.
Stolarek, de la Fundación Heinrich Böll, cree que “mientras no se aclare la cuestión de las indemnizaciones para las víctimas aún vivas de la ocupación alemana en Polonia, y no haya una iniciativa concreta por parte de Alemania al respecto, esto seguirá pesando sobre las relaciones, también en lo que respecta a otras cooperaciones y colaboraciones”.
Otros contenciosos entre Alemania y Polonia quedaron en suspenso. Uno es la decisión de la justicia polaca, aplaudida por Tusk, de negar a Alemania la extradición de uno de los sospechosos por la explosión en septiembre de 2022 del gasoducto germano-ruso Nord Stream. Otro, los cierres de frontera entre ambos países, la pasada primavera, para controlar la inmigración interna en la UE.
La prioridad este lunes, para Tusk, era dejar clara la reivindicación polaca sobre las compensaciones por los crímenes alemanes. Y para ambos, Tusk y Merz, se trataba de mostrar un frente unido ante Rusia por la guerra en Ucrania. Ahí ―lo dijo el canciller― no existe la mínima diferencia, después de los años de Scholz. Entonces, desde Varsovia, se reprochaba a Berlín su pasada complacencia con Moscú, y se le acusaba de titubear con Ucrania.
Ahora, en Berlín y en Varsovia, son conscientes de que el peligro ya no viene solo de Moscú, sino también del Washington de Donald Trump. “Somos testigos de un giro copernicano en la política en Europa”, sentenció Tusk en Berlín. “Así puede describirse la cooperación entre Alemania y Polonia”.