El papa León XIV, en Nicea: retorno al lugar donde se dio forma al cristianismo
El Pontífice, que condena “el uso de la religión para justificar la guerra y la violencia”, reza con patriarcas ortodoxos donde se celebró el primer concilio hace 1.700 años
En Iznik, la antigua Nicea, pequeña localidad turca al borde de un lago, no queda casi nada de lo que era el mundo de hace 1.700 años, cuando aquí se celebró el primer concilio cristiano. A mediodía, el Papa llegaba en hel...
En Iznik, la antigua Nicea, pequeña localidad turca al borde de un lago, no queda casi nada de lo que era el mundo de hace 1.700 años, cuando aquí se celebró el primer concilio cristiano. A mediodía, el Papa llegaba en helicóptero y resonaba en las mezquitas el canto de la llamada a la oración.
Lo único que hay de aquella era remota —el palacio imperial donde se celebró el concilio no ha sido hallado— es la planta de la basílica de San Neófito, del siglo V. Estuvo siglos sumergida y olvidada bajo las aguas del lago hasta que se descubrió con imágenes aéreas en 2014. Ahora está en la orilla, rescatada por un plan arqueológico, y se contempla desde una pasarela. Así la ha visto este viernes León XIV, el primer papa que visita este lugar casi mítico para la Iglesia, donde están las raíces de la fe —aquí se pactó el Credo, aún vigente, el 19 de junio de 325 con solo dos votos en contra—. Pero Nicea es un símbolo de la unidad y también de lo que lleva a la división, porque el propio cristianismo se acabaría rompiendo entre Oriente y Occidente.
El Papa ha celebrado aquí un rito de oración con patriarcas de las iglesias ortodoxas, separadas desde 1054, en un momento de unión que evocaba el pasado y que es un paso hacia una unidad perdida, aún muy utópica. Los propios ortodoxos están divididos, con una fractura con el patriarcado de Moscú, agudizada por la guerra de Ucrania, país con su propia iglesia. Cirilo, el patriarca de Moscú, no estaba invitado. También han asistido representantes de otras iglesias latinas, luteranos, metodistas y otras confesiones cristianas, una mezcla de hábitos y ropajes que era una enciclopedia de historia de las religiones.
En su discurso, el Pontífice ha hilado el pasado con el presente para llamar a superar las discordias tanto en la fe como la historia, en esta primera etapa en Turquía de su primer viaje internacional que también le llevará a Líbano el domingo: “Existe una hermandad universal, independientemente de la etnia, la nacionalidad, la religión o la opinión. Las religiones, por su naturaleza, son depositarias de esta verdad y deberían animar a las personas, a los grupos humanos y a los pueblos a reconocerla y practicarla”, ha dicho.
Consciente de que la propia fe ha sido y es a veces un problema, ha recordado que “el uso de la religión para justificar la guerra y la violencia, como cualquier forma de fundamentalismo y fanatismo, debe ser rechazado con firmeza”. El camino a seguir, ha dicho, es “el encuentro fraternal, el diálogo y la colaboración”.
Sin mención a Gaza
Esto es lo más pegado a la actualidad que ha dicho Robert Prevost, y de forma abstracta, en una jornada de discursos en la que el tono religioso ha sido predominante. Los medios turcos están un poco decepcionados de que no haya hablado de Gaza.
Iznik, a dos horas de Estambul en coche, rodeado de olivos, viñedos y montañas, es un lugar evocador. Uno de esos parajes rurales de Anatolia donde se suceden templos de Dionisos, alcantarillados romanos, restos paleocristianos, ruinas de las cruzadas y mezquitas otomanas. La basílica surgida de las aguas es una arcaica huella dactilar de la identidad cristiana, que remite a un momento histórico fascinante: en el año 325 se termina de ensamblar una religión que a partir de ese momento comienza una expansión imparable.
El propio León XIV ha señalado en sus palabras uno de los secretos de la supervivencia del cristianismo a través de dos milenios: ha destacado que el concilio “logró mediar la esencia de la fe a través de las categorías culturales y filosóficas de la época”. “Debemos distinguir el núcleo de la fe de las fórmulas y formas históricas que lo expresan, las cuales siempre son parciales y provisorias”, insistió. Siendo un papa que ha llegado a poner paz en una Iglesia católica muy dividida, es una invitación a no perderse en lo accesorio y centrarse en la esencia del asunto. De hecho, lo cierto es que el credo fijado entonces constituye todavía, 1.700 años después, una base común de fe a pesar del resto de diferencias y de los cismas entre todas las iglesias cristianas.
Al concilio de Nicea acudieron unos 300 obispos, pero solo seis occidentales (el papa Silvestro I no fue porque estaba muy mayor), y entre ellos el de Córdoba. Establecieron mediante voto lo que es verdad y lo que no, qué creencias son las auténticas. Una base sólida sobre la que comenzó una lenta superposición de estructuras políticas y religiosas, la clave del éxito de la nueva religión.
El primer concilio imperial
Fue el primer concilio imperial, convocado y presidido por el emperador: la entrada inaugural de la política en la religión cristiana. También fueron imperiales los ocho siguientes concilios hasta el siglo IX. A partir de entonces las iglesias de Oriente ya no los reconocieron.
Constantino, que en 313 había establecido la libertad religiosa, llamó a los cristianos a resolver sus diferencias porque no quería líos. Acababa de adueñarse del imperio romano oriental y la nueva fe era un elemento de unificación social que no quería que se descontrolara. Las comunidades orientales se estaban peleando por cuestiones teológicas que hoy pueden parecer marcianas, pero es que el cristianismo todavía se estaba inventando. Constantino aparece muy cercano a la mentalidad de hoy, pues para él aquellas diatribas eran “un desacuerdo sobre sofisticaciones que nadie entiende”.
La principal pelea era sobre la naturaleza de Cristo, asunto rebuscado pero esencial, que hoy, para León XIV, en realidad sigue siendo muy actual. El gran debate entonces fue sobre si Cristo era tan dios como el propio Dios, una sola cosa, o estaba un escalón por debajo. Siendo su hijo, se argumentaba, había sido posterior. Por tanto, formaba parte del tiempo humano, no estaba en la eternidad. El arrianismo era de esta opinión, de efectos teológicos preocupantes. Y además, su defensor, Arriano, predicador libio de Alejandría, tenía una gran habilidad comunicadora: descubrió el éxito de publicitar un mensaje mediante canciones, tuvo una propagación muy notable.
Arriano perdió por goleada en el concilio —según algunas fuentes, en un momento de la discusión se llegó a las bofetadas—, pero para León XIV aquellas disquisiciones no son tan lejanas. El Papa había alertado por la mañana en Estambul de una especie de “regreso del arrianismo” en la cultura actual y “hasta en los propios creyentes”, cuando se le toma simplemente por un gran filósofo o modelo de conducta. Lo ha explicado así: “Cuando se ve a Jesús con admiración humana, incluso aún con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero (…) Nos limitamos a considerarlo un personaje histórico, un maestro sabio, un profeta que ha luchado por la justicia, pero nada más”. En Iznik ha insistido en “el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre”.
En Nicea también se decidieron otras cosas, por ejemplo, que un clérigo no podía vivir con una mujer, excepto si era su madre, una hermana o una tía. Otro de sus hitos fue fijar una fecha común para la Pascua, otro elemento común que luego volvería a romperse en el siglo XVI con la adopción en Occidente del calendario gregoriano. Pero es también relevante que se marcó una Pascua propia para diferenciarla de la judía, un paso más hacia una distancia de las raíces que se agrandará con el tiempo, y que a partir del siglo V empezará a concretarse en legislación contra los hebreos. Con los resultados conocidos a través de los siglos. En Estambul, por la mañana, el Papa se reunió con el rabino de la ciudad.
Como detalle de color, al igual que en toda visita papal a Turquía que se precie, por fin ha aparecido Ali Agca, el terrorista turco que disparó a Juan Pablo II en 1981, y que fue puesto en libertad en 2010 tras una condena de 29 años de cárcel. Resulta que había ido a Iznik para intentar ver al Papa y hablar con él “dos o tres minutos”, pero según los medios turcos ha sido detenido por la policía y acompañado a Estambul.