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Trump pide a la fiscal general que investigue los lazos de Epstein con Clinton y el gigante financiero JP Morgan en un intento desviar el foco del caso

El presidente estadounidense también cita en un mensaje en su red social al exrector de Harvard Larry Summers y al fundador de LinkedIn Reid Hoffman

Fue otra prueba a la vista de todo el mundo del desdén del presidente de Estados Unidos por la separación de poderes. Y fue, de nuevo, en su red social, Truth, con un mensaje publicado este viernes en el que anunció que pedirá a la fiscal general, Pam Bondi, y al Departamento de Justicia −“junto con los grandes patriotas del FBI”− que investiguen la relación del millonario pederasta Jeffrey Epstein con “[elexpresidente] Bill Clinton, Larry Summers [exrector de Harvard y miembro del Gabinete de Clinton], [el cofundador de LinkedIn] Reid Hoffman, [el banco] JP Morgan Chase y muchas otras personas e instituciones”.

Trump justificó esa orden −que rompe las reglas del decoro institucional estadounidense dado que a la figura de la fiscal general se le supone independencia de la Casa Blanca− alegando que los demócratas han resucitado el caso Epstein −“el bulo Epstein“, según el presidente− para ”tapar el desastroso CIERRE DE LA ADMINISTRACIÓN y otros fallos”.

La maniobra parece más bien perseguir un fin diferente: tratar de desviar hacia otro lado la atención del escándalo por su negativa a difundir los archivos que obran en poder de Bondi sobre el caso del pederasta. Este murió en 2019 en una celda de máxima seguridad de Manhattan en lo que fue un suicidio, según el forense, aunque los creyentes en las teorías de la conspiración piensen que lo mataron para que no tirara de la manta.

No está claro si Bondi aceptará el encargo del jefe −como ya hizo en los casos de otros de sus enemigos (de la fiscal Letitia James al exdirector del FBI James Comey o el antiguo consejero de Seguridad Nacional James Bolton)− ni cómo puede materializarse esa investigación. Tampoco si, como tantas veces sucede con Trump, el ampuloso anuncio se quedará en nada.

Mucho menos aún, si logrará su objetivo de sofocar un escándalo que no cesa para Trump: la publicación esta semana más de 20.000 documentos obtenidos por el Congreso de la familia del financiero pederasta ha vuelto a resucitar un fantasma que persigue al presidente desde hace años por su larga amistad con Epstein. También ha encendido las sospechas de que el empeño de Trump por no difundir esos materiales −pese a que los suyos prometieron durante años que lo harían− solo puede significar que oculta algo.

El presidente de Estados Unidos niega que supiera nada de los delitos del que fue su amigo durante 15 años, hasta la ruptura entre ambos de 2004. Trump, cuyo nombre aparece centenares de veces en los nuevos papeles, sostiene que se separaron cuando echó a Epstein de su club, Mar-a-Lago, por su conducta de “bicho raro” con algunas empleadas. En los mensajes conocidos esta semana, el millonario pederasta niega que ese fuera el motivo. También hay un correo electrónico en el que este parece situar a Trump en una fiesta de Acción de Gracias compartida en 2017. Era la primera del nuevo presidente, pero no hay certezas de que fuera como Epstein dice.

Tampoco las hay de que Trump estuviera al tanto de las fechorías de Epstein, ni que participara en ellas, aunque en el lote de los mails liberados estos días, este dice que Trump “pasó horas con una de las víctimas” y que “sabía lo de las chicas”, en referencia a las menores de las que el financiero abusó impunemente durante años. Fue con la complicidad y la participación de su conseguidora, Ghislaine Maxwell, que cumple 20 años de prisión en una cárcel de mínima seguridad.

¿Lavado de capitales?

En su mensaje de este viernes, Trump cita en Truth a JP Morgan, que fue el principal banco de Epstein durante 15 años, un tiempo en el que el financiero hizo movimientos de dinero que encendieron las alarmas de los centinelas de lavado de capitales del gigante financiero, que nunca quiso intervenir en los manejos de uno de sus clientes preferentes. La relación con la entidad fue más allá del primer juicio. Una investigación de The New York Times concluyó el pasado mes de septiembre que el primer banco de Estados Unidos facilitó los delitos del depredador sexual, que movió ingentes cantidades de dinero para poder mantener su red de tráfico de menores.

Trump también señala a Clinton, uno de los personajes influyentes que con más frecuencia se ha vinculado tanto a Epstein (de nuevo, sin pruebas de que este delinquiera) como a la lista de ricos y famosos que el multimillonario supuestamente llevaba. Esa nómina también ha dado origen a numerosas teorías de la conspiración.

Está probado que el expresidente demócrata conoció a Epstein a través de su hija Chelsea y de Maxwell, y que se montó en sus aviones privados “al menos en 26 ocasiones” entre 2002 y 2003, según los registros de vuelo, como parte de las tareas de la Fundación Clinton. Es decir, antes del primer juicio contra el pederasta.

En el libro La araña: viaje al interior de la trama criminal de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell, el periodista de investigación Barry Levine escribe que dos testigos lo situaron dos veces en 2002 en la isla privada en la que el financiero cometía muchos de sus abusos, aunque no hay constancia documental de ello y ninguna víctima que ha acusado a Clinton de delito alguno. Este ha negado tajantemente que viajara a la isla o que tuviera una relación cercana con Epstein y ha asegurado que no sabía nada de sus crímenes.

Larry Summers, por su parte, ha sido esta semana uno de los protagonistas más destacados de la última desclasificación de documentos (en dos tandas: una primera, de tres mails, corrió a cargo de los demócratas; la segunda, de más de 20.000, fue cosa de los republicanos).

Ya se sabía que Summers había tenido una relación con el financiero (relación que después lamentó públicamente), pero no que había seguido manteniendo tan habituales contactos con él entre 2017 y 2019, años después de la primera (suave) condena a Epstein por un delito relacionado con la prostitución, e incluso también después de que el Miami Herald resucitara el caso contra él con una serie de reportajes de investigación.

En esos intercambios, hablan mucho de una relación de Summers con una mujer londinense sobre la que Epstein le da consejos. También tratan sobre Trump, una verdadera obsesión del financiero en los años en los que lo vio pasar de magnate de inmobiliario y estrella la telerrealidad a inquilino de la Casa Blanca. De esas decenas de correos intercambiados entre ambos, tampoco es posible concluir que Summers supiera nada sobre los delitos de Epstein.

En cuanto a Hoffman, el cofundador de LinkedIn y megadonante demócrata, estuvo en tratos con el millonario pederasta cuando le pidió dinero para el Massachussets Institute of Technology (MIT). En ese contexto, viajó en una ocasión a la isla para un evento de recaudación de fondos.

La Cámara de Representantes tiene prevista una votación la semana próxima para pedir la liberación de todos los archivos del caso. Se espera que decenas de republicanos voten a favor, pese a las presiones de Trump. Después, aún quedaría que el Senado estuviera de acuerdo. Al presidente aún le quedaría un último recurso: tiene el poder para vetar la iniciativa del Capitolio.

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